Al derecho y al revés | En Bolivia pierde el MAS
20/08/2025.- Llama la atención la escasa cantidad de publicaciones donde se analicen las causas de la aplastante derrota del MAS boliviano —el partido fundado por Evo Morales— en las pasadas elecciones de ese país.
Pareciera que algunos editores y el síntoma, que sucede en toda la América hispana, tuviesen miedo de expresar su opinión y actúan como censores.
Esa actitud, aparte de violatoria del derecho a la libre expresión, me parece estúpida.
Es como callar las andanzas del hijo adolescente cuando, diálogo o castigo mediante, hay lugar para ahorrarle al pimpollo cárcel o cementerio antes de tiempo.
Y si se trata de nosotros los venezolanos, quienes realmente poco trato hemos tenido con los bolivianos, salvo que durante la dictadura de Pérez Jiménez, un antepasado del ganador de estas elecciones y quien probablemente gane la segunda vuelta que allí llaman “balotaje”, acogió a exiliados venezolanos, entre ellos a mi padre, y en tiempos más recientes el apoyo que el presidente Hugo Chávez le dio a Evo Morales cuando las fuerzas de la oligarquía paceña pretendieron financiar un inmenso fraude.
Pero apartando esos amores entre políticos del mismo cuño, la verdad es que Bolivia siempre gravitó más hacia el Cono Sur que hacia el norte de Sudamérica, donde estamos los venezolanos.
Bien, ¿pero cuáles fueron las causas principales de la derrota del MAS, la primera en veinte años?
Apartando el desgaste de un partido que sacó del juego a personalidades de solidez por insistir en el mismo candidato, queda la corrupción que, en el caso boliviano, fue maximizada por los medios privados, pero que ciertamente existe.
En Bolivia se descartaron todos los lugares comunes basados en mentiras: uno, el que una oposición no le gana por votos a un gobierno revolucionario. Y otro, que para ganarle a un gobierno revolucionario hay que unir en un pote común a todos los partidetes que se autodenominan “oposición”.
Allí la oposición fue dividida, pero el MAS también.
Y el MAS tuvo que enfrentar al fundador Evo Morales que, al estar inhabilitado, llamó a la abstención.
Por cierto, y de nuevo lo recuerdo: cuando Evo no podía reelegirse otra vez porque la Constitución se lo prohibía, el entonces presidente don Pepe Mujica le recomendó que no cambiara el texto constitucional ya que su gabinete tenía al menos dos personalidades que podían continuar la revolución.
Después, Evo pasó por Caracas y de aquí salió intentando emular al comandante Chávez, modificó la Constitución que él mismo le había dado a Bolivia y ganó, pero su nuevo gobierno duró lo que un merengue en la puerta de una escuela, como reza el dicho español.
Evo fue derrocado y, pretendiendo regresar, la oligarquía ya no paceña sino boliviana, fue ganando terreno hasta inhabilitarlo y meterlo preso, acusado de pederasta.
Todo eso, más la corrupción, acabó con una revolución que gobernó, a pesar de los malos augurios de quienes por racistas piensan allá que “un cholo” —indio— “no puede gobernar”.
Por cierto, los medios bolivianos, desagradecidos ellos, han sembrado la conseja de que los venezolanos somos corruptos, lo que, en el peor de los casos y estadísticas en mano, no es cierto.
Pero, por unos pocos sinvergüenzas que sacaron dinero mal habido de Venezuela y lo invirtieron en Bolivia para aprovechar la ínfima inflación y economía estable, pagamos los decentes, que somos mayoría.
Tal es la mala fama que a un amigo al que habían invitado para observar las elecciones de Bolivia tuve que convencerlo para que no fuese.
Cuando me preguntó, ¿cómo entonces se puede hacer propaganda a nuestro país en ferias y reuniones internacionales?
Le dije que lo peor era llevar activistas políticos para que injerencistas aparte hablaran.
Que lo mejor me parece contratar un catcher profesional recién retirado y un pitcher en las mismas condiciones, que en espacios de Venezuela levanten una especie de “home" con “back stop” y todo, que a cada visitante le den la oportunidad de ver cómo le pasan las pelotas sin que pueda, bate en mano, darle a la bola.
Esa también es Venezuela, y el beisbol, como nosotros lo jugamos, pocos en el mundo pueden.
Domingo Alberto Rangel