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19/08/2025.- En la localidad austríaca de Linz ocurrió a comienzos de 1995 uno de los juicios más curiosos del mundo cuando dos mujeres se disputaron la posesión de un espíritu que decía tener 35.000 años de edad.

Desde 1978 y hasta 1995, dicho espíritu —que se hacía llamar Ramtha— se había comunicado con la ciudadana estadounidense Judy Knight y de las enseñanzas que le había transmitido surgieron varios libros, videos, casettes, seminarios y hasta terapias de grupo.

La exclusividad en la comunicación con Ramtha, según una alemana de nombre Julie Ravel —líder de la secta Oasis de Luz—, terminó en 1993, cuando el espíritu también le hizo llegar a ella varios mensajes.

Lo extraño del juicio atrajo a algunos periodistas al tribunal de la localidad austríaca de Linz, cuya juez falló a favor de Judy Knight.

Al parecer, fue la primera vez que en un tribunal contemporáneo se reconoció la existencia de espíritus.

En otro juicio, ocurrido año y medio después —en julio de 1996, en Kent, Inglaterra—, el espíritu de una víctima de asesinato fue invocado para señalar quién le había dado muerte.

El hecho suscitó diversas reacciones, pues el espiritismo nunca se había considerado como prueba fehaciente en el medio judicial inglés.

La insólita declaración de Henry Fuller —tomada directamente del más allá, a través de una médium—, permitió condenar a cadena perpetua al principal sospechoso de haberlo matado, un hombre llamado Stephen Young.

Muchos juristas de Inglaterra opinaron entonces en la prensa que el referido proceso había seguido un curso irregular, dado que, como ya señalamos, el espiritismo aún no había sido admitido científicamente como método para obtener prueba judicial alguna.

Debido a ello, solicitaron que el juez que actuó en la causa fuera separado de su cargo, por manifiesta incapacidad.

Sin embargo, lo más asombroso de este caso fue que Stephen Young, el asesino acusado por su víctima desde el más allá, en ningún momento protestó la sentencia, lo que indicaba que en realidad era el verdadero culpable.

El cirujano surafricano Christian Barnard, célebre por haber realizado el primer trasplante de corazón en la historia de la medicina, se hallaba hace algunos años en cama, en un hospital, convaleciente de una dolencia menor.

Repentinamente, una mujer entró a su habitación. La recorrió con lentitud, miró a Barnard durante varios segundos y luego se dirigió a la ventana. Allí desapareció, tal como si se hubiera evaporado.

Poco después, entró una enfermera a la habitación y Barnard, aún confundido, le comentó la extraña visita y la asombrosa manera como la visitante parecía haberse disuelto en el aire.

A continuación, describió a la mujer.

Asombrada, la enfermera le informó que la descripción que le había hecho coincidía plenamente con la de una paciente que acababa de morir en otro cuarto del mismo hospital.

 

Armando José Sequera 

 

 


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