Un mundo accesible | La accesibilidad por parte de Fit Combat

14/08/2025.- La precoz noticia de una enfermedad terminal me recuerda constantemente la transitoriedad de la vida. Pese a mi corta edad, a los 18 años me dieron 6 meses de vida, han transcurrido varios años desde entonces y he vivido resaltando la importancia de la accesibilidad, avocada a utilizar la palabra escrita para otorgar una mayor comprensión y acercamiento a los grupos más vulnerables de nuestra sociedad, un grupo del cual formo parte, ya que padezco de movilidad reducida, producto de una enfermedad sumamente desconocida y poco estudiada, cuyas estadísticas se reducen a uno en un millón. Yo soy esa niña, soy el uno en un millón con distrofia muscular, para muchos colegas médicos soy solo una paciente más que tendrá una muerte prematura producto de tales estadísticas tan implacables, he sido etiquetada desde entonces, pero jamás me ha faltado voluntad para continuar y no acepto la rendición, aunque mis capacidades físicas cambiaron, me rehusé a escuchar el repetido himno del no, o cualquier especulación atiborrada de un sinnúmero de imposibles que cualquiera quisiera imponerme. Mi camino ha sido tortuoso, pero no me ha faltado amor, y lo que es aún más importante: me sobra amor para dar y deseo ayudar a quienes atraviesen por una situación similar a la mía.

En esta oportunidad, quiero expresar la importancia de dicha retroalimentación, basándome en una actividad física que desde los 9 años de edad me permitió capacitarme como instructora. Algo que solo muy pocos saben sobre mi persona es que no solo comprendo la movilidad reducida en primera persona, también comprendo la neurodivergencia, pues siempre fui una niña diferente y, a nivel global, temo decir que las personas se apresuran a juzgar e imponer estándares sobre lo que se considera diferente, sin antes siquiera llegar a conocerlo. Aunque muchos me hicieron sentir incomprendida, también conocí a personas maravillosas que supieron cómo exigir más de una pequeña que siempre daba más de lo que le pedían y que requería un nivel de escolaridad superior al promedio. Nací con un coeficiente intelectual que a mis 14 años finalmente fue diagnosticado, permitiéndome comprender muchísimas cosas; sin embargo, no llevo como un trofeo el tener una inteligencia que se encuentre por encima del nivel ordinario, lo que hoy confieso en esta columna se trató de todo un proceso de adaptación en términos académicos, las intenciones que con ello apercibo, son extremadamente humanas y, por encima de todo, procuro secundar, alentar y ayudar a otros que estén atravesando por una adversidad similar, sepan que no se encuentran solos y que existen círculos sociales en Venezuela para ellos.

El día de hoy quiero dar aviso de una disciplina y un círculo social que jamás me desalentó. Al contrario, me permitió ser su primera instructora oficial menor de edad. Con solo 9 añitos no contemplé la importancia que esta pasión tendría en mi vida. Pues, en efecto, sus fundadores, Rafael Moreira y Argenis Rico, son dos artistas marciales a quienes admiro con todo mi corazón, ya que más allá de sus impresionantes habilidades físicas en técnicas de combate dentro del mundo fitness, hablamos de dos seres humanos excepcionales que se rehusaron a hacerme a un lado incluso estando en una silla de ruedas. Tras postergar un pronóstico fulminante, me brindaron su mano amiga y jamás renunciaron a mis batallas ni les restaron importancia, me brindaron la oportunidad de recaudar fondos, nunca han perdido la fe en mí, y todas estas circunstancias atenuantes solo nos han acercado aún más. Ellos siempre contemplaron el tiempo que requiriese para comunicar lo sucedido y me permitieron transmitir la debida importancia que estas enfermedades tienen en la cotidianidad de quienes las padecemos.

He pasado por muchas adversidades producto de mi enfermedad desde que me capacité y, aunque tan solo han pasado muy pocos años desde mi mayoría de edad y me queda mucho por aprender, habiendo sido invitada a su última capacitación de instructores aprendí muchísimo sobre sus aptitudes, su profesionalismo y el carácter perfectible de esta disciplina orgullosamente fundada en Venezuela en el año 2002. Cabe destacar que aquello que más me resulta ejemplar sobre ellos es su capacidad para aceptar la diversidad funcional, su abierta e incontrovertible disposición para entender que cada ser humano es diferente, y ello no significa que requiera ser comparado, etiquetado o juzgado anticipadamente. Una vez que empecé a caminar, tras una cirugía complicada y de la cual me dijeron que jamás volvería a caminar, logré luchar contra tales pronósticos. Di una gran importancia a la voluntad que ellos me legaron desde que era una pequeña niña y ello me permitió ponerme en pie, caminar y, finalmente, reincorporarme.

No soy la misma de antes, sufro de atrofia muscular y ciertas limitaciones de movilidad; no obstante, ante la calidez de su bienvenida me encuentro a mí misma carente de palabras y sumamente conmovida. Pues, dentro de sus principios, siempre encontré un optimismo y una bondad ejemplar, un comportamiento escaso y sobresaliente que, a decir verdad, aplaudo abiertamente, pues su forma de pensar obedece a los intereses de los grupos a los que aliento mediante esta columna. Fit Combat es una forma de vida que aprendí a los 6 años y que destaco con gran firmeza hoy más que nunca. Es un hecho que tanto Rafael Moreira como Argenis Rico saben cómo poner en práctica y cómo transmitir la empatía y la compasión de una manera excepcional y me lo han demostrado en mis peores momentos. No es este un asunto para elaborar complicadas teorías, se trata de una perspectiva justa, ejemplar, lógica y que debería concernirnos a todos. Es innegable que hablo de dos grandes pensadores que han tenido una influencia significativa a lo largo de toda mi infancia y mi adolescencia. Es innegable que la consideración de los demás realmente vale la pena ante sus ojos. Es innegable que ellos me han enseñado que nuestra felicidad está indisolublemente unida a nuestros principios y a la bondad. Es asimismo innegable que si la sociedad sufre, nosotros, desde una perspectiva más humana, no podremos ser indiferentes. Y partiendo de la empatía, también resulta innegable que desde cualquier punto de vista, cuanto más afligidos se hallen los demás, por más lejanos que nos convenga hacerlos ver, nuestro corazón y nuestro espíritu se encontrarán más que desalentados, y, subsecuentemente, más desdichados nos sentiremos. Fit Combat me enseñó que jamás podremos rehuir a la necesidad de amor o compasión. Si hay algo que hoy aplauda más que nunca sobre las múltiples cualidades de los fundadores de esta disciplina tan profesional, científica y accesible, son las enseñanzas que me han demostrado y transmitido hacia el amor por los demás, el respeto por sus derechos y la dignidad que cada individuo merece, al margen de quienes sean y de qué puedan ser; en definitiva, es esto lo que todos necesitamos. Sepan ambos creadores que son merecedores de un legado invaluable y de mi eterna gratitud.

En conclusión, querido lector, si existe una disciplina estimulante, alentadora, vanguardista y adelantada a su tiempo dentro de todo el mundo fitness, he de ratificar que Fit Combat es merecedora de todos los méritos, la moral y la ética, que intento respaldar mediante la palabra escrita y siempre será un gran honor para mí formar parte de tal organización, pues en ella encuentro un ambiente en donde muchos de mis colegas y mis admirables mentores me alientan a seguir adelante. Fit Combat no se trata de una disciplina más, se trata de una forma de vida y de dos grandes pensadores que siempre tuvieron y que mantienen una influencia indiscutible y positiva en mi formación como persona. Cuando veo en retrospectiva, no me alcanzan las palabras para agradecer sus enseñanzas.

Angélica Esther Ramírez Gómez

 


Noticias Relacionadas