Punto de ...|No estaba enferma pero la muerte fue por ella al hospital
13/08/2025.- Ella no estaba enferma. El que sí estaba enfermo, y bien malito, era su hermano, quien sufrió un ataque cardíaco y fue llevado de emergencia hasta el hospital Vargas, al norte de la ciudad capital, donde quedó hospitalizado. Ella lo había ido a visitar. Residía en Las Minas de Baruta y tenía diez hijos, todos mayores. En realidad, no tenía por qué trabajar, pero ella aseguraba que, pese a sus 59 años de edad, aún le quedaban fuerzas de sobra para producir; además, que no le gustaba quedarse en la casa.
Aquella tarde dominguera estaba sentada en la sala de espera junto a sus hermanas y unas sobrinas, atentas cada vez que salía alguna enfermera y preguntaba “¿familiares del paciente fulano?”, y entonces había que salir disparado a preguntar qué era lo que pasaba, aunque casi nunca les pasaba nada malo, sino que se requería que fueran a comprar tal o cual medicamento. La sala estaba repleta. Ella trabajaba como doméstica.
Afuera del hospital se escucharon varias detonaciones. Parecían disparos. La gente de los barrios es especialista en eso de reconocer si es un tiro o un triquitraqui. Y por eso muchos buscaron guarecerse. En eso entró al hospital un hombre corriendo. Se supo que iba en una moto y fue interceptado por otros hombres que se desplazaban en moto también y que habían logrado herirlo.
Todo ocurrió muy rápido. Otros dos hombres entraron tras él. Sonaron nuevos disparos. Nora Herminia Silva Martínez sintió como que le pellizcaban duro en el pecho, pero no gritó ni dijo nada. Segundos después bajó la cabeza y se apoyó hacía un lado. Fue cuando sus hermanas se percataron de que había sido herida. Comenzaron a gritar y el bullicio se apoderó de la sala.
Un poco más adelante, varios camilleros y enfermeras cargaban en brazos al hombre que previamente había ingresado corriendo y que ahora estaba todito bañado en sangre. Los dos fueron ingresados a la sala de Emergencia. Afuera muchos lloraban y corrían de un lado a otro. Todos los alrededores se llenaron de agentes policiales y de guardias nacionales, y el ulular de sirenas fue una constante.
Los hombres armados salieron a toda velocidad del hospital. Afuera los esperaban otros dos hombres a bordo de motocicletas. En cuestión de segundos, desaparecieron del lugar.
Los médicos intentaron salvarles la vida, pero tanto Nora Herminia como Anderson Jesús Durán Berroterán, de 22 años de edad, residente de la parroquia San José, fallecieron minutos después.
“Hoy fue mi abuela, mañana puede ser otra persona. Y esto es un dolor irreparable, nadie nos va a regresar a nuestra abuela”, dijo envuelta en llanto una de las nietas de la infortunada, cuando esperaba el cuerpo a las puertas de la morgue de Bello Monte.
Durán Berroterán era conocido como "Jojoto" y era asiduo cliente de bancas de caballos en las adyacencias del hospital. Se había ido de Venezuela hacia Estados Unidos, pero una vez que la cosa se complicó allá con la xenofobia y la rabia inaudita del presidente Trump en contra de todos los migrantes, decidió regresarse. Pero, al parecer, había dejado allá en el país del Norte una cuenta pendiente con un criminal al que llamaban “Cachorro”, que luego se tuvo que venir también, y quien al enterarse de que este estaba de vuelta decidió buscarlo para ajustarle cuentas.
La policía inició las investigaciones y una semana después el comisario Douglas Rico, director nacional del Cicpc, anunció el esclarecimiento del caso y anunció que por el doble asesinato habían sido detenidas siete personas, incluidos los sicarios que la tarde del domingo ejecutaron el encargo.
Por el crimen han sido detenidos Luis Argenis Alba Ramos (30), presunto autor material del hecho; Leonardo Enrique Cuellas Sánchez (40); Johan Manuel Landaeta Alba (23); Gabriel Alejandro Ortega Molina (21); Kleibis Oriana Escobar Jiménez (27); Estefi Alejandra Gil Alba (20) y Freddy Alberto Flores Tachón (65).
Wilmer Poleo Zerpa
Wilmer Poleo Zerpa
Ella no estaba enferma. El que sí estaba enfermo, y bien malito, era su hermano, quien sufrió un ataque cardíaco y fue llevado de emergencia hasta el hospital Vargas, al norte de la ciudad capital, donde quedó hospitalizado. Ella lo había ido a visitar. Residía en Las Minas de Baruta y tenía diez hijos, todos mayores. En realidad, no tenía por qué trabajar, pero ella aseguraba que, pese a sus 59 años de edad, aún le quedaban fuerzas de sobras para producir, además que no le gustaba quedarse en la casa.
Aquella tarde dominguera estaba sentada en la sala de espera junto a sus hermanas y unas sobrinas, atentas cada vez que salía alguna enfermera y preguntaba “familiares del paciente fulano”, y entonces había que salir disparado a preguntar qué era lo que pasaba, aunque casi nunca les pasaba nada malo, sino que se requería que fueran a comprar tal o cual medicamento. La sala estaba repleta. Ella trabajaba como doméstica.
Afuera del hospital se escucharon varias detonaciones. Parecían disparos. La gente de los barrios es especialista en eso de reconocer un tiro de un triquitraqui. Y por eso muchos buscaron guarecerse. En eso entró al hospital un hombre corriendo. Se supo que iba en una moto y fue interceptados por otros hombres que se desplazaban en moto también y que habían logrado herirlo.
Todo ocurrió muy rápido. Otros dos hombres entraron tras él. Sonaron nuevos disparos. Nora Herminia Silva Martínez sintió como que le pellizcaban duro en el pecho, pero no gritó, ni dijo nada. Segundos después bajó la cabeza y se ladeó había un lado. Fue cuando sus hermanas se percataron de que había sido herida. Comenzaron a gritar y el bullicio se apoderó de la sala.
Un poco más adelante varios camilleros y enfermeras cargaban en brazos al hombre que previamente había ingresado corriendo y que ahora estaba todito bañado en sangre. Los dos fueron ingresados a la sala de Emergencia. Afuera muchos lloraban y corrían de un lado a otro. Todos los alrededores se llevaron de agentes policiales y de guardias nacionales y el ulular de sirenas fue una constante.
Los hombres armados salieron a toda velocidad del hospital. Afuera los esperaban otros dos hombres a bordo de motocicletas. En cuestión de segundos, desaparecieron del lugar.
Los médicos intentaron salvarle la vida, pero tanto Nora Herminia como Anderson Jesús Durán Berroterán, de 22 años de edad, residente de la parroquia San José, fallecieron minutos después.
“Hoy fue mi abuela, mañana puede ser otra persona. Y esto es un dolor irreparable, nadie nos va a regresar a nuestra abuela”, dijo envuelta en llanto una de las nietas de la infortunada, cuando esperaban el cuerpo a las puertas de la morgue de Bello Monte.
Durán Berroterán era conocido como "Jojoto" y era asiduo cliente de bancas de Caballos en las adyacencias del Hospital. Se había ido de Venezuela hacia Estados Unidos, pero una vez que la cosa se complicó allá con la xenofobia y la rabia inaudita del presidente Trump, en contra de todos los migrantes, decidió regresarse. Pero al parecer había dejado, allá en el país del norte, una cuenta pendiente con un criminal al que llamaban “Cachorro”, que luego se tuvo que venir también, y quien al enterarse de que éste se había regresado, decidió buscarlo para ajustarle cuentas.
La policía inició las investigaciones, y una semana después, el comisario Douglas Rico, director nacional del Cicpc, anunció el esclarecimiento del caso y anunció que por el doble asesinato habían sido detenidas siete personas, incluidos los sicarios que la tarde del domingo ejecutaron el encargo.
Por el crimen ha sido detenidos Luis Argenis Alba Ramos (30), presunto autor material del hecho; Leonardo Enrique Cuellas Sánchez (40); Johan Manuel Landaeta Alba (23); Gabriel Alejandro Ortega Molina (21); Kleibis
Oriana Escobar Jiménez (27); Estefi Alejandra Gil Alba (20) y Freddy Alberto Flores Tachón (65).