Micromentarios | La enseñanza de la ostra

12/08/2025.- Decía el conocido escritor y filósofo estadounidense Ralph Waldo Emerson que, cuando se siente herida, la ostra hace una perla.

En nuestra vida cotidiana, la mayoría de las veces reaccionamos con actos violentos, vituperios o malas caras a las acciones que nos afectan negativamente.

De hecho, es casi normal que, al sentirnos afectados psicológica, social, económica o afectivamente, dejemos salir lo peor de nosotros, a la manera de un doctor Jekyll que no puede controlar a su Mr. Hyde.

Alguien nos hace daño voluntaria o involuntariamente y nuestra primera reacción nos asoma a la Ley del Talión: ojo por ojo y diente por diente.

Defendemos esta reacción alegando que somos humanos y que, como tales, estamos sujetos a pasiones y desenfrenos.

Sin embargo, pasados unos minutos, si hemos producido tanto o más daño que el que hemos recibido —e incluso menos—, nos sentimos mal y rechazamos nuestro vengativo proceder. Lamentablemente, en algunos casos, este llega tardíamente.

Vergüenza, complejo de culpa y un enorme arrepentimiento sustituyen la sensación satisfactoria que nos produjo la venganza y a estos los sustituye un vacío que nos sume en la soledad más espantosa: la que nos confronta con nuestro yo más íntimo.

En ese diálogo o monólogo interior comprendemos la futilidad de nuestra reacción, lo miserable que ha sido nuestro comportamiento salvaje. Pero es tarde: lo que hicimos ya no tiene vuelta atrás y debemos atenernos a las consecuencias.

La civilización no consiste en acumular riquezas, en derrochar energía, en separar a poderosos de desposeídos, en vivir en el lujo merced a la pobreza que nos rodea. La civilización consiste en un proceso mediante el cual cada día debemos ser mejores individuos.

Soy civilizado no porque reprima mis reacciones, sino porque no me abandono a ellas. Podemos sentir rencor, dolor, tristeza suma, pero no dejar que ni en conjunto o por separado tales sentimientos nos dominen.

El hombre civilizado tiene pasiones, pero no es esclavo de ellas. Tiene reacciones ante los hechos negativos, pero las mismas no se apartan del marco legal vigente y, lo que es más importante, de la ética que profesa.

El que en venganza por un crimen familiar mata a su enemigo no solo inicia un ciclo interminable de retaliaciones. Además del dolor que ha experimentado por la muerte de su pariente, debe padecer la prisión y, casi siempre, los amargos insomnios que ocasiona el arrepentimiento.

Es en este momento que vale la pena recordar la expresión de Emerson: “Cuando se siente herida, la ostra hace una perla”. La defensa de la ostra consiste en recubrir con múltiples capas de nácar el objeto que hiere su interior.

Este objeto las más de las veces es un irritante grano de arena o un minúsculo crustáceo, aunque se han hallado perlas nacidas a partir de otras cosas o de animales muy pequeños.

La perla, vista desde la perspectiva humana y no en términos de joyería, es un producto sublime que nace de un dolor, una tristeza, un acto negativo. Por ello debemos adoptarlo como el símbolo de nuestra superación. Es un gran logro personal, si tenemos en cuenta que aprendemos a ser civilizados, no nacemos civilizados.

Armando José Sequera 

 

 

 


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