Psicosoma | Metamorfosis vital
Enseñar es enseñar a vivir.
Rousseau
12/08/2025.- La educación escolar y universitaria está en crisis y debería entenderse que forma parte de la crisis de la civilización contemporánea. Es un pilar vital en el crecimiento y desarrollo del ser humano que está en conexiones con muchas áreas, como el sistema socioeconómico, cultural. El filósofo escritor francés, Edgar Morín, desde el siglo pasado, nos alertaba de la deshumanización formativa educativa que se centraba en generar meros técnicos instrumentalistas.
Esos objetivos lograron seres con buenas adquisiciones de competencias, conocimientos e información, técnicas que en principio ayudaron a reconstruir y generar espacios privados y productivos ante las devastaciones de las guerras mundiales.
La educación ancestral, comunal y socialista se desnaturaliza con las invasiones colonialistas y se desbarranca por más luchas de resistencia, algunos talleres, seminarios y "llevar la palabra" de Paulo Freire de una educación liberadora y no bancaria, que es campo de cultivo al desmembrar la educación y crear seres titulares, certificada, académica, con más educación privada, lo cual es una renta para garantizar el título, el trabajo.
El apoyo de las Ciencias Sociales y en particular de la Psicología nos posibiltan nuevos frentes y darnos cuenta de cómo el psicólogo social Martin Baro retoma los colectivos populares al resolver conflictos básicos como comer y trabajar; la comunidad se impregna de valor y libertad y los instrumentos están a su servicio.
La misión esencial del etéreo paso por la Tierra es el deber moral de ser feliz y hacer felices, y lo repetía Emmanuel Kant, quien nunca desmayó con sus cavilaciones al salir todos los días en punto al caer la tarde por las calles de Viena. La educación actual genera individuos indiferentes y competitivos. El "Eros pedagógico" se hizo trizas al salir de casa.
Los chicos y chicas van en fila a ser adaptados, marcados para el buen funcionamiento de tareas artísticas, fechas honorables, en fin, un abecé castrante porque la espontaneidad y poesía no se permiten y entonces fracasa la educación, el sistema educativo en su misión esencial al no enseñar, dar herramientas para confrontar la incertidumbre de la vida, con faltas de reflexión para asumir los conflictos individuales, del vivir bien, con plenitud, respeto y responsabilidad.
Tan elemental es la noción del manejo de la inteligencia emocional que con casi medio siglo de nacimiento ha hecho posible nuevos abordajes y dar importancia a las emociones y sentimientos en desmedro de la tan sensible y engañosa memoria que tuvo y tiene su reino todavía en las mentes racionalistas, que les cuesta entender que casi todas las percepciones vienen distorsionadas y no todo es lo que se ve, la realidad cuántica, la resiliencia y empatía son bastones que podrían posibilitar "ponerse en los zapatos del otro, otra".
La fragilidad del pensar que busca aferrarse, reinterpretar e "inventa" hechos; acallarla quizás sea uno de los mecanismos para bajar decibelios en mentes fracturadas que están obsesionadas y "sufren" antes de que ocurran eventos.
En este siglo casi todos tienen miedo a los conflictos y en consulta la mayoría tiene de base anímica conflictos no resueltos y repiten "no soporto el conflicto" y "prefiero decirle sí en todo".
Los puntos de vista diferentes ayudan al crecimiento anímico, poner sobre la mesa los conflictos, "nuestras diferencias" y poder dialogar son signos de madurez, de poner límites.
En los recintos escolares con el juego se ayuda a trabajar temas profundos del duelo, amenazas, expresiones agresivas, violencia familiar.
El famoso decir "tengo que hablar contigo" se me presentó en consulta, es una muchacha que sufre de bulimia, que en vacaciones "recayó" con sus adicciones de carbohidratos y no quiere retomar la dieta con la nutricionista. Comprende que la limita para seguir adelante en clases de danza.
Cuanto antes afrontemos el conflicto reconoceremos nuestros límites. Si vamos sin considerar la educación que necesitamos, vamos posiblemente a resucitar el mito de Frankenstein con el furor tecnológico que tenemos encima.
Rosa Anca