Micromentarios | El escritor y el lector

05/08/2025.- Uno de los temas más controvertidos entre los escritores es si, a la hora de crear una obra literaria, se debe tomar en cuenta al lector.

Como en el célebre dilema de la primacía del huevo o de la gallina, tras discusiones en las que se entrecruzan argumentos, descalificaciones y hasta insultos, no se llega a ninguna conclusión.

Existen dos posiciones en torno a este tema. Por un lado, quienes sostienen que no se debe pensar en el lector a la hora de escribir y, en el otro, quienes sostenemos que el lector completa y complementa nuestro trabajo.

Aquellos que dicen con altanería que el lector no importa y que se debe escribir con total libertad, son aquellos que, paradójicamente, celebran con aspavientos cuando alguien compra un ejemplar del único libro que han publicado.

Estos colegas consideran a los lectores meros estorbos en sus caminos y creen que con el apoyo de algún crítico y unos pocos familiares y amigos ya están consagrados y tienen al menos un pie en la historia de la literatura.

Para ellos —la casi totalidad son individuos masculinos—, y algunas ellas, los lectores solo son necesarios en tanto adquieran sus libros. Lo que piensen u opinen les importa menos que la suerte de los insectos rastreros durante un incendio forestal.

La realidad de la relación escritor y lector es que ambos son parte de una misma ecuación. La diferencia, que un escritor puede carecer de lectores o contar con muy pocos, y no deja de ser escritor. En cambio, el lector solo lo es en presencia de una obra hecha por un escritor.

En cuanto a porcentajes de participación en el acto de leer, siempre hablo de un cincuenta y cincuenta, que adjudico tanto a quien escribe como a quien lee. El libro, sin abrirse y sin nadie que se asome a él es un objeto inanimado y solo la presencia del lector lo pone en funcionamiento.

Con la alusión a dicho porcentaje solo pretendo señalar que ambas partes importan en el acto de leer. Si tal importancia es a partes iguales o no, es lo de menos.

Es necesario saber que, si bien el escritor crea y describe a sus personajes y los escenarios físicos y psicológicos en los que estos se mueven, es el lector quien dota de rostros a los primeros y de ámbito a los segundos.

El escritor ofrece las características particulares de un personaje, en tanto el lector las adjudica a alguien que conoce, ha visto en la calle o imagina. Por lo tanto, aunque el personaje sea uno solo, cada lector tiene en su mente su propia versión de él.

Lo mismo ocurre con los espacios donde los personajes se mueven. Al escribir la palabra casa, el escritor se refiere a una vivienda en especial, recordada o imaginada. Cada lector piensa también en un hogar particular, generalmente, aquel o uno de aquellos donde ha residido.

En el proceso de lectura, y sin proponérselo, el lector hace a un lado gran parte de lo descrito por el escritor y lo suplanta con lo imaginado por él. Por ello, no hay dos lecturas iguales de un mismo libro. Esto, que parece confuso, se torna explícito cuando una obra es ilustrada.

Las imágenes creadas por el ilustrador o ilustradora, por lo general, no se parecen en nada a lo que el escritor tiene en mente. Más claro aún es cuando a una misma obra la ilustran distintas personas para diferentes editoriales.

Por eso, no dudo en afirmar que escritor y lector se complementan y, en el acto de leer, ambos tienen igual o similar o parecida importancia.

Armando José Sequera 

 

 

 


Noticias Relacionadas