Estoy almado | El que se lee

03/08/2025.- “Con las redes ya no leen”, dice preocupado un periodista procedente del mundo textual y de editoriales encargadas de imprimir libros. “Ahora, con un video, les basta”, remata con cierta resignación. Acto seguido, ese mismo colega empieza a grabarse frente a una pantalla para que en las redes vean lo que él tiene que decir a través de su improvisado histrionismo, aunque su reportaje escrito, sobre el mismo tema para el cual graba un video, no tiene desperdicio.  

En Estados Unidos, una web se convierte en un fenómeno de consumo digital, porque sus informaciones son lacónicas, para que leas en viñetas, como si estuvieses leyendo una pequeña lista de lead o microrrelatos noticiosos. 

Y en la pasada Feria Internacional del Libro de Venezuela (Filven), periodistas destacaban la importancia de utilizar el libro como herramienta para ejercer el periodismo con información ampliada, lo cual en plataformas digitales ya no es apreciado.   

En esos tres hechos, hay una sensación que golpea con fuerza: el periodismo que se lee, al menos por estas tierras, se ha ido minimizando por la avalancha incesante de contenido audiovisual, potenciada por el uso hipnótico de las redes. Porque pareciera que todos están apurados, no tienen tiempo para leer una información amplia, contextualizada y explicada en su justa dimensión. Entonces, el videíto te lo resuelve, porque “el cerebro pide todo facilito”, le escuché decir a alguien. Y leer textos tan ampliados, como que es una afrenta a los estándares del nuevo consumo informativo a través del teléfono.

En ese contexto, el periodismo que se lee, sosegadamente como ocurría con los vetustos reportajes de la prensa escrita, o las crónicas y ensayos de los viejos semanarios y revistas especializadas, parece cosa de un grupo reducido de personas, conformada por decisores de distintos perfiles económicos y políticos; investigadores, curiosos en busca de explicaciones de los hechos, más allá de la simple noticia difundida; académicos; figuras de poderes fácticos, ciudadanos bien informados, y también aquellos que se acostumbraron a leer para conocer sobre algo. 

Eso explica que muchos periódicos y medios especializados en el mundo están adoptando el modelo de suscripción, como espacio para quienes sí valoran estar informados a profundidad, con respuestas a los cómos y porqués de lo que sucede y nos interesa. 

Claro, todavía hay quienes persisten en ofrecer la prosa escrita, libre de suscripciones, como vía para intentar hacer periodismo. Pero lo hacen apoyados en una maquinaria digital, donde prima hacer mucho ruido en redes, al menos para decirle al público que todavía hay un periodismo que se lee; que va más allá de dar a conocer un mero hecho; porque para eso ya existe un ejército audiovisual de post, reels y short.  

 

Manuel Palma 


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