Micromentarios | Bolívar, Humboldt y Napoleón
29/07/2025.- En agosto de 1804 llegó a París, procedente del continente americano, el barón Alejandro de Humboldt, después de hacer numerosos e importantes descubrimientos científicos.
Humboldt se estableció en la calle de los Pequeños Agustinos, con sus maravillosas colecciones de flora y fauna americanas. Allí recibió la visita de los grandes científicos franceses de entonces, Georges Cuvier, Pierre Simón Laplace y Louis Joseph Gay Lussac, entre otros.
También fue visitado varias veces por un joven caraqueño de 21 años, llamado Simón Bolívar, que hablaba el francés con mucha naturalidad.
Entre ambos surgió una gran amistad que los llevó frecuentemente a comentar la situación política de Colombia, que era como entonces se conocía nuestro país.
En una de esas ocasiones, Humboldt le dijo a Bolívar lo siguiente:
—En efecto, señor, creo que su país está ya en el caso de recibir la emancipación, pero ¿quién será el hombre que podrá acometer tan magna empresa?
Humboldt no lo sospechaba entonces —ni Bolívar tampoco—, pero el hombre al que se refería lo tenía frente a él.
El futuro Libertador también había llegado a París en 1804, tras haber quedado viudo. Viajó en compañía de su amigo Fernando Rodríguez del Toro. En la capital francesa residía, desde hacía casi tres años, el que había sido su principal maestro en Caracas, Simón Rodríguez. Sin embargo, el reencuentro con Rodríguez no se produjo en la capital francesa, sino en Viena, Austria.
Al año siguiente y tras varios meses en los que se restableció y fortaleció la amistad entre ambos, se lanzaron junto a Rodríguez del Toro a un viaje que los llevó primero a Lyon y Chambery (Francia) y, después de atravesar los Alpes, a Milán, Venecia, Ferrara, Bolonia, Florencia y Roma (Italia).
En dos ocasiones, mientras estuvieron en Italia, Rodríguez y Bolívar lograron ver de cerca a Napoleón Bonaparte.
La primera, el 26 de mayo de 1805 en Milán, cuando Napoleón fue coronado como rey de Italia, en unas ceremonias cuyo esplendor eclipsó la coronación de Bonaparte en París, cuando fue entronizado como emperador de los franceses.
Bolívar y Rodríguez asistieron desde la distancia, como dos curiosos más y vieron a Napoleón ceñirse la corona de hierro de los lombardos. En un silencio imponente, lo oyeron pronunciar su arrogante frase:
—¡Dios me la da, cuidado quien la toque!
Posteriormente, el maestro y el discípulo estuvieron presentes al pie del monte Chiaro, cerca de Castiglione, en una revista que pasó Napoleón a los 60.000 hombres que constituían su ejército.
El trono desde el que Bonaparte observaba a las tropas que desfilaban en la llanura se hallaba en la cumbre de la colina pomposamente llamada monte Chiaro.
Muchas veces, el telescopio usado por Napoleón pasó por el lugar donde se hallaban Bolívar y Rodríguez, pero, por supuesto, en ningún momento se imaginó que el futuro Libertador de América fuera una de esas personas que constituían el público.
Armando José Sequera