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Voces de mujeres en la literatura
29/07/2025.- En el marco de la Feria Internacional del Libro de Costa Rica (FIL CR), seis escritoras de la Asociación Costarricense de Escritoras (ACE) participamos en un evento conducido por la autora Laura Vásquez, en la sala Gabriel García Márquez, el pasado 25 de julio. Provenientes de distintas profesiones, nos une la pasión por el arte y la cultura, en especial la escritura en diferentes géneros literarios. La velada cultural arrancó a las seis en punto, y el transcurso de esos cuarenta minutos fue un sencillo y cálido despliegue de las reflexiones de mis compañeras. El tiempo se hizo cortísimo y fue como un baño o un haz de luces esperanzadoras frente al incremento de las guerras y la violencia interna en nuestra amada tierra costarricense, ferviente amante de la democracia.
Todavía sigo impregnada de la dulzura serena y firme de la invitada de honor, la lumbrera Irene Vallejo, quien nos motivó a ser conscientes del poder de las palabras, ese alimento oral que evoca las historias personales. Nos recordó cuán maravilloso es conciliar el sueño con los arrullos de las voces maternas o paternas. Esta extraordinaria mujer, madre y esposa, nos presentó a su hijo Pedrito y a su esposo, quienes la acompañaban en el festival. Notamos esa unidad y cómo la familia la ayudó a gestar sus proyectos literarios, apoyándola en su decisión de seguir adelante. Ella había considerado dejar de escribir para cuidar a su hijo, que padecía complicaciones de salud, y fue precisamente esa supuesta despedida de la escritura la que la arrojó a las entrañas amorosas en las que escribiría El infinito en un junco. Menciono esa "despedida" porque muchas mujeres abandonamos esa pasión para siempre, algunas la retomamos y otras persistimos con dolor y vergüenza ante las terribles críticas por el supuesto "descuido" de la familia.
Muchas anécdotas escuchadas confirman la vocación, la "resucitación" y la resiliencia. No es necesario recordar a Virginia Woolf, que solo pedía "un cuarto propio", ni a una Sylvia Plath destruida, o a Anaïs Nin, que sí pudo ir en búsqueda de sí misma contra viento y marea.
Entre nosotras se encuentra la deslumbrante "contaora" Carla Brunetti, con sus excelentes y casi hipnóticas narraciones. Galardonada con el premio de cuentos ilustrados de la ciudad de Badajoz (España), es autora de seis libros y facilita talleres de escritura terapéutica.
Nuestra presidenta de la ACE, Adriana Hidalgo, cultiva la prosa poética, ese diálogo íntimo en el que desgrana la psique a través de sus obras, como La mujer oscura del balcón y Los pies de Andrea, entre otras.
La artista integral Floria Herrero —pintora, escritora y editora—, premiada en festivales nacionales e internacionales, es fundadora de la Escuela de Arte para Niños y Adolescentes Floria Herrero y tiene en su haber una veintena de libros.
Recientemente, se ha incorporado la escritora Sabrina Vargas, autora de crónicas de viaje con recetas de gastronomía, novelas románticas y autoficción. Al escucharla, nos transporta al encanto de Lucía y Lucio en una Italia volcánica.
En otros espacios, he compartido con la doctora en microbiología Marianella Vargas, quien con cautela y tenacidad cincela sus versos en libros como Giralunas, Desplegarias y Yogaencuentros. En una de sus lecturas, comentó acerca de un decálogo con principios similares a los de otras religiones, y me cautivó la sabiduría del "contentamiento". Este concepto todavía resuena en mí mientras cuido a mi nieto recién nacido, y lo repito como una especie de mantra: contentamiento interno y externo. Así percibo las fuerzas violentas, tanáticas y eróticas en equilibrio con la razón y la emoción, tal como nos enseñó la filósofa y poeta María Zambrano al hablar de componer poemas "sensipensantes".
Ese regalo, en medio de las voces de mis compañeras, me animó a leer por primera vez mi libro Ana Blue, dedicado a mi recién nacido nieto. Me costó mucho alejarme de sus brazos por un momento, de sus gestos tiernos, de una ternura infinita y tan frágil. Ese "contentamiento" hizo posible compartir y unirme a la humanidad en esta etérea existencia, mientras en mis brazos palpitaba una nueva vida que lo atraviesa y lo toca todo, despertando el instante de la poesía.
Rosa Anca