Caraqueñidad | Guarapito fue un gocho avispao en Caracas
Dirigió manicomios y casi llega a rector de la UCV
28/07/2025.- Ahora que ser gocho es chévere y está de moda porque lo aceptó la RAE como gentilicio andino —dejó de ser despectivamente una referencia a un cerdo, o un chalequeo de mal gusto—, vamos con esta crónica sobre un gocho vivaracho que sorteó adversidades y se coló en lo más alto de la sociedad de su época.
Por cierto, ahora que "gocho es gocho", y como hace rato que es una moda cambiarles el nombre a las vainas, ¿será que a alguien se le ocurre renombrar al largo período de presidentes venezolanos nacidos en esa región como Andinato? ¿O como Gochato?
Lo anterior es pura joda. Vamos con la crónica —publicada hace tiempo por esta vía, pero que vale la pena repetir— para, entre joda y joda, echar un cuento de la vida real… y como es un cuento, así te lo cuento…
¡Qué pelao ha vivido el caraqueño común en su burla cotidiana contra la gente del interior del país! Los agraviados han sido, sobre todo, los llaneros y los gochos. Estos, en su afán por los uniformes e instancias de poder, han escalado exitosamente las máximas altitudes políticas y se han adentrado en las intrincadas latitudes de la fama, como veremos en las siguientes líneas.
Un charlatán yerbatero de finales del siglo XVIII, en esa aún rural Venezuela, cual encantador de serpientes, sedujo al matrimonio presidencial de entonces y logró ascender en su estatus social con inimaginables cuotas de mando. Además de dirigir el Hospital de Lázaros de Caracas y el Manicomio de los Teques, casi trepa a la rectoría de la Casa que Vence las Sombras.
Se trata del gochísimo Telmo Romero, un personaje que se presume nació en Táchira por los días de 1846 (y que viviría poco, apenas hasta 1887). De manera determinante, influyó en el Taita Joaquín Crespo —aragüeño criado en los llanos de Guárico— y su mujer, la llanera Misia Jacinta, quienes, desesperados, le confiaron la quebrantada salud de su hijo. Al comprobar mejorías, quedaron flechados por aquel Rasputín criollo. Al respecto, recordemos que el sabihondo europeo trató a Alexéi, el hemofílico hijo del zar Nicolás de Rusia.
Apariencias
El siempre bien trajeado curandero Telmo Romero impresionaba, no solo con su hábil verbo —escribió el libro referencia de la medicina del momento: El bien general: colección de secretos indígenas y otros que por medio de la práctica han sido descubiertos—, sino con sus aromáticos brebajes, su engominado cabello, sus bien moldeados bigotes y barba, y sus brillantes leontinas, que completaban el ornato de su excelsa pinta, para sumar puntos ante la rampante ignorancia local. Como se veía bien, debía ser un genio…
"Negociante de ganado, buen jinete y coleador, de alguna chispa y mucha audacia, a quien, por su afición a recetar menjunjes, lo llamaban Guarapito", escribió el historiador y expresidente Ramón J. Velásquez acerca de su paisano, quien pasó parte de su juventud en la misteriosa e intrincada Guajira, donde aprendió los secretos de las yerbas y sus poderes curativos. A su retorno a San Cristóbal, en 1883, publicó el polémico texto, cuyas dos reediciones —una suerte de best seller— conquistaron la fama, no obstante la comprobada calidad de los médicos criollos. Como ganadero, pidió audiencia con el gobierno para solicitar rebajas en los abusivos impuestos, momento que no desaprovechó al hallar la oportunidad de oro en la frágil salud del retoño presidencial.
Pura paja
Desde entonces, estuvo apadrinado por Crespo y su todopoderosa mujer. Fue un enchufao que logró la aprobación y aplicación de métodos aberrantes, como la trepidación craneal, a manera de "calmar los calores de arriba, que podían causar estragos abajo". Abrían el cráneo para enfriarlo con agua y así bajar las ansiedades. Aun así, "el culpable no es el mono, sino quien le da la hojilla". El papá de Crespo, don Leandro, fue un brujo reconocido y la historia de venezolanismos le achaca la frase "la tacamajaca de ño Leandro", en referencia a las olorosas pócimas vegetales que usaba el milenario curioso.
Según el historiador Pino Iturrieta, el Taita Crespo, además de pedir consejos al brujo para gobernar, quedó impresionado ante el diagnóstico colectivo por la gran cantidad de pacientes siquiátricos: "Excesiva masturbación". Coño. "Hay que podar la paja", dicen que dijo el Taita ante el hallazgo del consejero.
Posteriormente, le autorizó no solo la instalación de su Botica Indiana, en el centro caraqueño, sino que, además, "sería el fabricante y proveedor exclusivo de los remedios del hospital y quedaba facultado para poner en marcha las modificaciones que considerara convenientes para lograr pleno éxito en sus funciones". La referencia anterior perteneció al fallecido cronista de los Teques, Ildefonso Leal.
Curaría males como reumatismo, insomnio, algunos tumores, vómitos de sangre, diarreas crónicas, asma, problemas de la vejiga, almorranas e incluso teñiría el cabello y aplicaría emplastes antiarrugas. Estos tratamientos, contenidos en su obra, le valieron, en 1885, por su trascendencia y aplicabilidad, la Medalla de la Instrucción Pública, además de muchos billetes y morocotas provenientes de arcas públicas y privadas.
La avaricia, sin embargo, rompió la busaca cuando pretendieron imponer al singular chamán como rector de la Universidad Central de Venezuela (UCV). Los estudiantes apedrearon hasta su desaparición el expendio de pócimas e hicieron una fogata al pie de la imagen de José María Vargas —el 10 de marzo de 1886, en el centenario del ilustre médico y primer presidente venezolano— con los ejemplares del recetario, que atribuía las deficiencias de salud a los altos niveles de testosterona liberados por la privada vía de la autocomplacencia.
Aseveran los críticos que un cuadro o una escultura adquiere más fama cuando es robada, y una canción o un libro logran popularidad cuando son prohibidos. El de Romero fue incinerado.
Desquiciado parte médico
Caracas, 8 de agosto de 1884. Resuelto: el ciudadano Telmo A. Romero, con quien el Gobierno del Distrito ha constatado la curación de los enajenados (…) recluidos en el Asilo de los Teques y el Lazareto de esta ciudad, ha presentado (…) [a] Emilio Montilla T., Santiago Larrain, Saturnino Girón, Avelino Trujillo y Felícita Delgado como curados radicalmente de la enajenación mental que sufrían; y, sometidos (…) al examen de los (…) doctores Manuel María Ponte y Alejandro Frías (…), han informado que (…) se hallan en el completo uso de sus facultades. Por tanto, este gobierno (…) acepta como curadas radicalmente a las personas arriba mencionadas (…) [y] ordenará la baja de ellos del Asilo de los Teques. Comuníquese y publíquese.
Esta ordenanza refleja el poder de tan curioso personaje. Por cierto, Manuel María Ponte sería el sustituido por Romero en la rectoría de la UCV. ¿Locura, avaricia o traición política? Casi, casi, una gochada.
Luis Martín