Aquí les cuento | La piedra del carpintero (II)
18/07/2025.- Yo sé que a ti no te gusta que me ponga filosófico, pero pasa que, con mi corto lenguaje, quisiera decirte tanto que lo que hago es enredar el asunto.
Tú me entiendes mejor que nadie, por eso es que te hablo como si estuviera ante el pelotón de fusilamiento. Además, eres la persona que me queda para enviarle los recados a mi gente.
Bueno, pero volviendo al asunto de la montaña…
Hay que hacerle saber a la gente, incluso a los campesinos, nuestros vecinos depredadores, que debemos todos respetarla, porque ¿de dónde nos alimentamos? ¿Quién nos da el agua y este sabroso clima que tenemos aquí si no es la montaña?
De aquí han salido los mejores hombres y mujeres que bajaron a fundar los pueblos.
Mi abuelo, el indio Vega, me confió secretos que aprendió de su padre, y que este había aprendido del suyo, y que les enseñó a mi padre, y mi padre a mí. ¡Ja, ja, ja! Eso es una cadena.
Todos esos viejos, chamanes de estas tierras, eran unos sabios y esos conocimientos se remontan a muchos siglos antes de la llegada de los españoles.
Ellos tenían una forma de enseñar a la que nadie le ha prestado atención, y eso que no estudiaron en la universidad ni se graduaron. Yo no sé, pero lo cierto es que esos viejos sabían de todo.
Ellos tenían facultades que nosotros hemos perdido. Conocían toda la montaña, los ríos, el mar, las cuevas, los pájaros. Se servían de las plantas y los animales. ¡Ah!, y también sabían todos sus misterios… Y nunca les faltaba ni alimentación ni abrigo…
Eran grandes observadores. Su entorno era el aula donde aprendían a llevarse bien con los demás, con la naturaleza y con la vida.
Mi abuelo Vega trabajó muchísimos años. Cuando regresaba de la hacienda, se instalaba aquí, en la casa, a tejer sebucanes, manares y canastos. Él decía que había que estar permanentemente moviendo las manos para que no se agarrotaran. Asimismo, mover la cabeza para fijar en la memoria las cosas buenas que nos ayudan a llevar con solvencia todas las circunstancias naturales y emergentes que se nos puedan presentar…
Mira, yo no es que quiera ponerme filosófico, como dices. ¡Eso que te cuento es lo que decía mi abuelo! ¡Ja, ja, ja!
Pero ahora sí voy en serio: te explicaré el misterio de la piedra del carpintero.
Ya tú sabes lo de la piedra del zamuro, porque te lo conté hace como diez años, pero esto es nuevo y te repito que es testimonio de mi abuelo, que era un auténtico chamán.
La piedra del carpintero es la más milagrosa del mundo. Esa sí es verdad que sirve para todo: para curar enfermedades, mordidas de serpiente, abrir puertas (de todo tipo, si me entiendes), superar problemas con la gente (discusiones, pues), enamorar y pare usted de contar.
Quien tenga esa piedra será el ser más feliz del mundo. No necesitará mayor riqueza… ¡Y pensar que yo estuve a punto de tenerla!
Te voy a explicar cómo se consigue la piedra del carpintero.
Tú sabes que los carpinteros hacen su casa en lo más alto de los árboles. Ellos, generalmente, buscan uno que esté bien recto. Cuanto más dura sea la corteza, mejor para ellos.
¡Mira cómo piensan esos animales! A ellos no les gustan los ranchitos; su casa tiene que ser bien fuerte.
Una vez que han hecho su casa, ponen los huevos para reproducirse.
Debes esperar a que termine su ciclo y nazcan los pichones, que siempre serán dos. Ahí es el momento de actuar.
Te voy a explicar cómo lo hice, siguiendo las orientaciones de mi abuelo.
Lo primero que debes hacer es cortar una laminita de zinc (debe ser lo suficientemente grande) y buscar una docena de clavos pequeños (no mayores de una pulgada) para tapar la entrada a la casa del carpintero, donde tiene sus crías.
Debes permanecer atento al momento en que salga el carpintero a buscar comida para sus pichones, y que no te vea por todo aquello.
Tan pronto salga volando de su casa, tú subirás al árbol y con cuidado le taparás la entrada.
Cuando el carpintero regrese, se encontrará con ese problema. Dará unas cuantas vueltas y se alejará volando hacia más allá de la montaña.
Realmente es un misterio el lugar adonde el carpintero va a buscar la piedra milagrosa. Ya te dije: debes estar pendiente. Puedes hasta recostarte un rato, porque el pájaro no regresará tan pronto.
Una vez que regrese el carpintero, te despertará el ruido que produce cuando se dedique a sacar los clavos.
Ese es un trabajo lento, pero poco a poco lo va logrando, sacando los clavos uno a uno.
Al finalizar el trabajo, logrará al fin reencontrarse con sus pichones y ahí será el momento en que dejará caer al vacío la piedra usada para liberar la entrada. Debes agarrarla en el aire, antes que toque tierra.
Así intenté hacerlo la primera vez, pero había tanto monte al pie del árbol que no pude alcanzarla. Era una piedra de regular tamaño y de una forma curiosa que no logro definir. Yo vi el celaje cuando caía, pero no pude alcanzarla.
Después, con el machete y el garabato, escarbé, buscándola, pero no logré encontrarla. "Ya tendré otra oportunidad", me dije…
Aquiles Silva