Templanza económica | De la dependencia petrolera a...

la diversificación productiva

18/07/2025.- Hasta este momento histórico, la economía venezolana estuvo impedida de promover sectores distintos a la exportación de hidrocarburos y minerales básicos, operando bajo lo que Baptista (1997) denominó "capitalismo rentístico". Los abundantes excedentes derivados de la alta productividad de los hidrocarburos se destinaron a la producción de materias primas para el sector externo y a financiar importaciones masivas. La paradoja —"importamos porque no producimos, y no producimos porque importamos"— reforzó un modelo de producción orientado hacia afuera. Para romper este círculo vicioso es necesario construir un nuevo paradigma centrado en el mercado interno, sustituyendo importaciones como palanca para consolidar la capacidad productiva nacional, exportando excedentes diversificados y atrayendo inversión extranjera directa.

Sin duda, el motor de nuestra economía sigue siendo la industria de los hidrocarburos. Con una fuerza laboral de aproximadamente 140 mil trabajadores, aporta poco más del 15% del PIB nacional y el 87% de las divisas, con una producción creciente de un millón ochenta y nueve mil barriles diarios. No obstante, el rentismo mantuvo a la mayoría de los venezolanos al margen de los procesos de generación de riqueza directa; es decir, fuera del hecho productivo. El exministro Alí Rodríguez Araque (1987) describió con precisión el impacto cultural de este modelo:

“La renta generó una política de reparto que, aunque desigual, permeó al conjunto de la sociedad. Tal política creó igualmente una ética, aquella que se sostiene en el simple ejercicio de la propiedad sobre el recurso natural, sin participar activamente en el esfuerzo productivo, lo cual se legitima, punto más punto menos, en la conciencia colectiva, como el ejercicio de un derecho sobre lo que es un bien común”.

Participar en la economía nacional implicaba percibir un beneficio derivado de ese derecho, asimétrico en esencia, cuya lógica aprovecharon los grupos privilegiados. Mientras la burguesía banquero-importadora obtenía la proporción más sustanciosa, el pueblo trabajador quedó sujeto al péndulo del mercado petrolero: prosperaba en los ciclos de auge y sufría carencias extremas durante las caídas de precios. Dado que los períodos de escasez superan a los de bonanza, se acumuló una deuda social que la Revolución Bolivariana ha venido saldando progresivamente.

Sin ignorar el alto costo social del asedio y el bloqueo —con la imposición de unas mil medidas coercitivas unilaterales contra nuestra principal fuente de ingresos, en medio de una policrisis global propia de la hipercomplejidad geopolítica definitoria de un cambio de época—, este momento de la historia nacional es propicio para integrar activamente a la población en la creación de bienes y servicios esenciales que sostengan y reproduzcan la vida social. Es una tarea compleja que el Estado ha asumido mediante la promulgación de la ley de las 7 transformaciones y la Agenda Económica Bolivariana, designando 13 motores productivos para romper "con el rentismo petrolero y en la que participan empresas socialistas y el sector privado del país [para] convertirse en un punto de encuentro, de unión y de trabajo, con el fin de construir una nueva economía”.

El esfuerzo creador es clave para la diversificación. Debemos transitar hacia una economía basada en el conocimiento y la innovación productiva, para lo cual es crucial atizar los saberes y la inventiva, atendiendo los siguientes aspectos estructurales: Formación y talento humano: Se requieren más de 70 mil ingenieros en diversas disciplinas, incluyendo áreas emergentes como inteligencia artificial y robótica. Investigación: Incorporar nuevos participantes junto a los 55 mil trabajadores dedicados a labores del conocimiento, ordenando las líneas de investigación con las necesidades poblacionales. Ciencia, tecnología e innovación productiva: Fortalecer el sistema vinculando empresas, universidades y comunas para anticipar demandas formativas y masificar la inventiva. Transformación digital: Acelerar el titánico esfuerzo en infraestructura tecnológica, redes de conocimiento, digitalización de bibliotecas y acceso a repositorios globales. Conectividad: Continuar la universalización del acceso a internet de banda ancha, centros de megarrobótica y nodos de programación. Inversión en I+D: Ninguna proporción de I+D respecto al PIB es suficiente cuando se buscan cambios de paradigma. Parques tecnológicos: Crear más espacios especializados vinculados a empresas, universidades y comunas. Emprendimiento: Continuar apoyando el ecosistema emprendedor. Cooperación internacional: Profundizar alianzas con pueblos hermanos y redefinir intercambios tecnológicos.

Avancemos en la superación de la dependencia petrolera, instaurando un nuevo paradigma de economía del conocimiento diversificada, basada en los saberes y la innovación productiva.

Marcial Arenas

 

 

 

 


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