Letra fría | Juan Carlos Núñez, un hermano querido
18/07/2025.- Cuando murió mi pana Juan Carlos Núñez, sospecho que estaba en Estados Unidos, pero, a pesar del dolor inmenso, no me ocupé del asunto. No recuerdo en qué andaba, tal vez en Dallas, con mi hijo Vicente, que nos acompañaba a mi hija Ligeia, mi yerno Carlos y, por supuesto, a mi nieta Isabella, motivo suficiente para no distraer los sentimientos. A un año de su partida, quiero recordar algunos episodios.
Además de compositor, director de orquesta, pianista y arreglista, Juan Carlos fue uno de los compositores más importantes de Venezuela y Latinoamérica en materia de música clásica contemporánea y música experimental. No podía ser de otra manera: estudió, en la Escuela de Música José Ángel Lamas, piano y composición con Sergio Moreira (discípulo de Moisés Moleiro), Vicente Emilio Sojo, Inocente Carreño, Francisco Rodrigo y Evencio Castellanos. Nunca se ufanaba de eso.
No le importaba tocar su música para los amigos. En una de aquellas rumbagenarias, de pronto empezó a sonar un piano en salsa y era el propio Juan Carlos, tocando Llorarás.
Los mejores cuentos fueron los de mi época en La Fonda del Parque. Nos veíamos a cada rato, porque él vivía en Parque Central y yo era jefe de prensa de Fundarte. Un día, nuestro común amigo, Gonzalo Rodríguez, me pidió que le llevara a Silvio Rodríguez o al mismo Pablo Milanés —quienes finalmente fueron—, pero tal vez fue otro… creo que el primero fue Virulo… El caso es que Gonzalo me preguntó si podía invitar al cantante, y en la noche llegué con él. Por supuesto, cantó y aquello fue una maravilla. Al día siguiente, me nombró director de relaciones públicas de La Fonda, sin pago alguno, pero con una mesa todas las noches para invitar a mis amigos periodistas. ¡Y se soltaron los caballos otra vez!
Así las cosas, una mañana me invita Marieta Santana a un panel de lujo para hablar de boleros en A puerta cerrada, en el que recuerdo estaban Caupolicán Ovalles y Estelita del Llano. Al salir, me dijo Estelita que estaba retirada y, por supuesto, que la invitara a cantar en La Fonda. El éxito no se hizo esperar, seguramente gracias a una página completa, la tapa del cuerpo B del diario El Nacional, escrita por Luis Moros.
Esa época fue muy sabrosa. Allí cantaban Elba Escobar, Alicia Plaza, Pilar Romero y unos cuantos y cuantas más. Todas las noches estaba de lleno total. El gallego, ¡feliz!, tanto que, después de cerrar, empezaba a descorchar botellas de champán y otros espumosos, con Juan Carlos en el piano, para que el grupete de amigos se quedara hasta el amanecer. Uno de los fijos era Magdaleno, sobrenombre de Alberto Sánchez, hijo de Magdalena Sánchez, que montaba una especie de tablao flamenco con poemas de García Lorca. La parranda continuaba en casa del director sinfónico Juan Carlos Núñez, allí mismo en Parque Central. Yo siempre cargaba mi mudita de ropa, por lo que me cambiaba y me iba a Fundarte a las nueve de la mañana, ¡fresco como una lechuga!
De las últimas veces, recuerdo que me invitó, hará unos diez años, a un Premio Nacional de Cultura, mención Música. Por supuesto, yo al principio no quería ir —siempre me han parecido pavosos esos eventos—, pero Dilcia me insistió, y por Juan Carlos, hice la excepción. Al llegar, tuve que agarrarme la bola derecha cuando vi al espantapájaros aquel de Farruco Sesto, otro de los premiados. Sin embargo, pasamos una velada muy chévere con el pana Juan Carlos, que era mordaz y gran jodedor.
Sus méritos musicales fueron muchísimos, pero dejemos que sea Chuchito Sanoja quien nos dé el afectuoso resumen, que colgó en las redes por estos días:
Juan Carlos deja un prolífico y evolutivo legado en el área de la composición, investigación, pedagogía, arreglos, conducción orquestal e interpretación pianística.
En el año 1972, hizo conocer a quien, luego, se convertiría en una referencia para la poesía y la composición de música venezolana: Otilio Galíndez, provocando un antes y un después en la manera de arreglar y acompañar al piano, haciéndonos conocer a quien luego también haría historia vocal en Venezuela: Lilia Vera.
No contento con tan monumental obra, Juan Carlos, bajo la tutela de mi tocayo Jesús Sevillano, también cambió la manera de interpretar la quirpa y el pajarillo, adelantándose cincuenta años al reciente fenómeno dudameliano, el más nutritivo logro de José Antonio Abreu. Por cierto, él nada tiene que ver con esa carrera que a diario pegan los violinistas y cuatristas venezolanos para ver quién toca más rápido el pajarillo.
Juan Carlos Núñez, genio y figura de Venezuela, un artista del futuro, un hombre que habló de su pueblo y, por lo tanto, alcanzará la universalidad.
Humberto Márquez