Tejer con la palabra | Conjuro: el amor, un arroyo universal

16/07/2025.- Las metáforas e imágenes de peces, anfibios, lagos, lagunas y torrentes dan vida a Conjuro, de Rosa Elena Pérez Mendoza (2016), Ediciones El perro y la rana, colección Poesía Venezolana, serie Contemporáneos, un poemario denso, de pluma prolija y sutil, cuyas ochenta páginas reclaman ser digeridas con calma. La fotografía de la portada promete un cierto erotismo animal, que cumple fiel y elegantemente.

Su composición en cuatro partes (Intermitencias, Mutación, Voz, Vida) sostienen el hilo de un tránsito de transformación vital, donde las dos secciones que acusan en su forma notas altas y sostenidas indican el ascenso de lo mundano o de las emociones casi infantiles hacia lo trascendental, filosófico, contemplativo, revelando una conversión espiritual auténtica, sin impostaciones. El poema inicial, que da nombre al libro, a modo de preámbulo, ya nos advierte de dicho tránsito.

En Intermitencias, los elementos de la fauna, la naturaleza y del cosmos, nos sumergen en el ambiente lúgubre y nocturno de un conjuro que comienza con una especie de sendero onírico iniciático.

me enrosco

luna que se sumerge

entre torrentes

tus huesos se remojan

y se inundan en este arroyo universal

Pero nada es un sueño. Particular lucidez y poder de discernimiento pronto se dejarán ver, develando, a su vez, un mundo que se le abre a la mujer desde la juventud hacia la madurez, llevada de la mano de la sabiduría, la intuición y sagacidad que desembocarán en una inesperada consciencia del ciclo de la vida-muerte-vida, tal como advierte la psicoanalista junguiana Clarissa Pinkola Estés en su libro Mujeres que corren con los lobos; es el círculo de transformación vital de la mujer salvaje.

la curiosidad se abrió

flotó una flor

a lo largo de la corriente

de un río sembrado

de piedras planas

Conjuro explora con agudeza esos lugares oscuros de la mismidad, aquello que “no se devela”. Ella, la mujer rana, hace gala de su sensatez al autocuidarse, tal como versa en el primer poema:

desde mi territorio

voy navegándome íntegra en poesía

y llevo así el alma a buen resguardo

Desnuda, en medio de la bruma de esa niebla que cubre la laguna, helada pero íntegra, “cruza el bosque encantado”, consciente de que será este el momento de un rito de iniciación, su momento. A sabiendas, no obstante, de que esa misma desnudez la muestra vulnerable ante el héroe de su cuento (su vida), el arquetipo del compañero vital, quien franquea el umbral, ella consintiendo, figura que, sin embargo, se le derrumba en deslealtades.

zafa mis rodillas

desmonta toda autodefensa

disuelve el molde

trócame lúgubre y carcomida

En este deslave es arrastrada ella misma, provocando una cruel, pero esperada caída.

Cierto es que perdí

por eso ahora me hallo

en esta suma errante de azares de derrotas

que me han llevado a ser aún más secreta

y a conducir mi vida con sigilo

La aridez estéril de las emociones versus una exuberante y diversa fertilidad del entorno natural se vuelve indispensable para mantener el centro, el foco.

La espesura vegetal

más allá del marco yermo.

¿Quién se roe a sí misma preservando intacta su esencia? Solo un ser valiente y con propósito:

Devuelve la concha

llena de arena y sal

clava el misterio

cubre de acuoso estupor

el barco

descuera lo íngrimo

me estoy royendo

Este poemario es una misiva de duelo, esa de la que solo sabe el amor femenino en medio de la insensata incomprensión de una realidad que a ese otro le es absurdamente indiferente:

fue insensato

convertir tus manos en leyenda

anillar tus dedos

reconstruir tus articulaciones

fue suicida

***

Tú chapoteas

sin comprender

la espléndida anémona en que me he convertido

En el poema Sin tañido, nos advierte de esa transformación que, habiendo ocurrido desde el vacío, fue fértil. El deshacerse en aguas fecundas hablan de la fuerza erótica de una Mujer con mayúscula, en una impetuosa plenitud, lo que le confiere a este texto su carácter trascendental. Los temores íntimos (infecundidad, abandono, engaño, soledad) son, en realidad, una herramienta en la caja de la resiliencia, la serpiente que se muerde la cola y está orgullosa de ello, una felina que mira a su alrededor (e interior) con recelo, que se mueve con sigilo y sensualidad, pero que se introduce, fiel a sus instintos, en los terrenos más desolados y temidos, para renacer luego, tomando a la regia naturaleza como un talismán, para reencontrarse en ella, ya mutada, salir ilesa y transformada hacia la vida real. El inframundo no fue sino un (re)paso.

Con Mi lengua, partiendo del reconocimiento de la madre, se vuelca desde la mismidad hacia un nosotras —lo femenino y sus bemoles— honrando siempre la palabra bendita, que, desde el Grito, la poesía sana.

Acontecerá el Conjuro, entonces, de esta extraordinaria poeta, interpelando a toda persona que lea este libro, así como le aconteció a Rosa Elena desde su propia VOZ.

Rosa Elena Pérez Mendoza (Mérida, Venezuela) es escritora, poeta y cronista. Profesora de Literatura de la Universidad Nacional Experimental de las Artes. Ha cultivado los géneros literarios: poesía, narrativa, crónica periodístico-literaria y ensayo. Obra publicada: Que hacer es de amar (Litterae,1996), Juanita Poulin y otras crónicas (El perro y la rana, 2006), Caracas, desvíos y extravíos (Biblioteca Nacional, 2010), Conjuro (El perro y la rana, 2016). Es Premio Nacional al mejor libro de crónicas (2006) por el libro Juanita Poulin y otras crónicas otorgado por el Centro Nacional del Libro. En 2010 obtuvo una mención en la Bienal de Poesía Elena Vera. Ha sido articulista en el diario Ciudad CCS. Ha participado en varias ediciones del Festival Mundial de Poesía que se realiza en Caracas y en el Festival Cultural Voces por Palestina de Caracas.

 

Pérez Mendoza, R.E. (2016). Conjuro. Colección Poesía Venezolana, serie Contemporáneos. Editorial El perro y la rana.

 

Penélope Claret Toro León

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


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