Punto y seguimos | El emperador y los aranceles

15/07/2025.- Donald Trump se sienta en la Oficina Oval de la Casa Blanca como si fuera un trono, y así lo hace saber en las publicaciones oficiales de la Presidencia de Estados Unidos, donde reinan el mal gusto, la inteligencia artificial y los montajes en los que se le ve como superhéroe musculoso o un líder “popular”, con las características, claro está, de lo popular en la cultura chatarra estadounidense. Brillos, gritos, luces, dólares, plástico y excesos, lo cual, dentro del país norteño no sería del todo inadecuado o discordante; sin embargo, la personalidad de Trump, con sus delirios de grandeza nacionalista, no conoce los límites de las fronteras físicas ni legales.

El presidente gringo vocifera, amenaza y cumple. ¡Aranceles para todos! ofrece en un modo que haría orgullosa a la Reina de Corazones en Alicia en el país de las maravillas y su legendario ¡que le corten la cabeza! a los infractores, ofensores y enemigos reales o imaginarios. Trump reparte aranceles jalados de los pelos, que no contemplan ningún raciocinio más allá del “Yo puedo” a todos los países del mundo y la respuesta es asombrosa. Nada. Palabrería en términos generales, con las contables excepciones de naciones más serias y menos bravuconas como China. Soberanamente hablando, EE.UU. puede imponer las protecciones que desee en su territorio, lo que no puede es creer que el resto no tiene derecho a la reciprocidad o que debe callar y acatar, como buenos súbditos o subyugados, por más que eso es lo que sean varios.

A propósito de la reciente cumbre de los Brics en Río de Janeiro, Trump declaró en redes: "Cualquier país que se alinee con las políticas antiestadounidenses de los Brics pagará un arancel adicional del 10%. No habrá excepciones a esta política", y es que en su mente imperial es inconcebible cualquier acción soberana, porque la soberanía no es un concepto que comprenda o apruebe. Hay un jefe (ellos) natural y divinamente superior al resto, que debe encargarse de la “administración” del mundo, imponiendo por cualquier vía su visión. Pareciera una exageración, pero Donald Trump es el perfecto ejemplo del imperialismo moderno, su figura casi caricaturesca refleja de mejor manera la realidad del sistema, lo desnuda, lo expone. No es que Trump se volvió loco y va de patán y emperador; es que así funcionan las cosas. Así piensa y actúa el imperio. Uno manda y el resto obedece, y si no les gusta, los ataco.

Lo que resulta un poco más difícil de concebir es que ese resto no se organice siquiera para mantener el mínimo decoro y reglas del juego que se habían establecido en la sociedad de naciones. Europa destaca por su debilidad y complacencia, gran parte del Sur Global por su desunión y un miedo atávico a ofender “al patrón”, mientras que Asia opera en sus tiempos de gigante, con unos propósitos que no alcanzamos a determinar con claridad. La brusquedad de Trump es una oportunidad perfecta para plantar posiciones que den cuenta de una humanidad más evolucionada. Si ante semejante acto grotesco de la naturaleza capitalista no hay reacción, ¿cuándo la habrá? Porque el letargo nos lleva a un solo camino: sanciones, aranceles y que nos corten la cabeza…

Mariel Carrillo García 

 

 

 

 

 

 

 


Noticias Relacionadas