Araña feminista | Pensar la ciudad con perspectiva de género

14/07/2025.- La geógrafa Cindi Katz, quien estudió la segregación espacial que padecen las mujeres musulmanas, concluyó que Occidente cuenta con el miedo a la calle, al afuera, a la ciudad, como un dispositivo que funciona de la misma manera que lo hace la reclusión islámica: restringiendo el acceso y disfrute del espacio público a las mujeres. Este miedo inculcado desde temprana edad funciona tal y como lo explica Marta Román Rivas: “Como una caja de resonancia del discurso ancestral que considera que la asociación mujer/calle hace referencia a aquellas que están fuera de lugar o fuera del momento que les corresponde”.

No obstante, a pesar de todo este amedrentamiento, las mujeres salimos a la calle, pero lo hacemos cargando, por un lado, con una aguda conciencia de nuestra vulnerabilidad en los espacios públicos y, por el otro, con la creencia de que nuestra seguridad en estos espacios depende casi exclusivamente de nuestra conducta, ropa, horarios y rutas; en consecuencia, desarrollamos estrategias para lidiar con las amenazas que se agazapan en plena calle, estrategias que al final nos complican la cotidianidad, nos vedan experiencias y lugares o simplemente no nos protegen en lo absoluto porque el problema no somos nosotras ni nuestro comportamiento en el espacio urbano, sino la forma como está pensada y construida la ciudad.

Ah, pero, ¿acaso hay otras formas de pensar y hacer ciudad? Pues sí, precisamente a eso iba…

Hablemos, por ejemplo, del urbanismo con perspectiva de género que reconoce que la ciudad no es un espacio neutral, sino que su diseño, funciones y morfología obedecen a las necesidades del sistema capitalista que privilegia las actividades productivas y la especulación inmobiliaria, al mismo tiempo que invisibiliza las actividades reproductivas no remuneradas, que siguen estando mayoritariamente a cargo de las mujeres. La perspectiva de género ofrece unos significativos aportes para el urbanismo, tanto de disciplina, que se ocupa de la forma y funciones de la ciudad, como de la interacción entre sus habitantes y el entorno construido.

La perspectiva de género en el urbanismo, que nos incluye ampliamente a todos los ciudadanos, propone que habitar la ciudad es más que trabajar, producir y cuidar de otros siguiendo los roles tradicionales; habitar es poder desplegarnos en los distintos ámbitos de la vida social intensa e íntegramente.

Así, la perspectiva de género nos llama a pensar la ciudad desde la proximidad, la cotidianidad y la complejidad; poniendo en primer plano la vida y las necesidades de las personas para ofrecerles una variedad de espacios y servicios cercana a sus hogares y rutinas, de modo que puedan acceder a ellos con desplazamientos breves y eficientes. Pensar la ciudad con perspectiva de género significa también recuperar el espacio público para encontrarnos y reconocernos, ya que, después de todo, el espacio no es simplemente el escenario de la vida urbana sino su soporte fundamental.

Alejandra Leal Guzmán

 


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