Tinte polisémico|Interludio de boleros, pero también irrumpió el jazz

11/07/2025.- Para la tarde del viernes 4 de julio del 2025, se había programado como atracción musical en el Café-Comida-Bar Cuchitril —un emprendimiento que consiste en un oasis para el encuentro del arte en todas sus manifestaciones y modalidades, en el casco central de Caracas, entre las esquinas de Gradillas a San Jacinto, en la planta baja del Edificio Gradillas B, local número 18—, la presentación de la vocalista Elena Gil Rodríguez, con Interludio para el Recuento: Homenaje al Bolero, bajo la producción musical de la comunicadora especializada en el ámbito cultural Rocío Amambay Casal Acosta.

Además de la vocalista, se integraban al espectáculo, como director musical del ensamble y también en el piano, Leonel Antonio Ruiz; en el bajo eléctrico, José Miguel Chacón Mendoza, y en la percusión, Luis Reinaldo Velásquez Liendo. Una vez que los músicos instalaron sus instrumentos y se acomodaron como grupo en la tarima, dieron inicio a la prueba de sonido, la que, por curiosidad, consistió en una pieza completa. Los asistentes la disfrutaron íntegramente y se escuchó de parte de la audiencia decir que "si así eran las pruebas, que siguieran toda la noche probando", como preámbulo de una jornada particular.

Así comenzó la noche y la cantante, con su voz aterciopelada, con una tesitura derivada de su genética autóctona, incorporó su arte al repertorio, su gesticulación, y se adueñó del escenario, vocalizando las letras desde sus adentros. Interpretó boleros sentidos y desgarradores, entre ellos: Cómo fue, Sombras nada más, Si me comprendieras, Palabras, Poco a poco, Viajera del río...

Pero las emociones no acabaron allí; por eso, los espectáculos, como toda actividad humana, están sujetos a los eventos, a los imponderables, a esos accidentes particulares, que todos recibimos con pleno beneplácito y, además, aplaudimos voluntariamente porque nos conmueven.

Es menester que los ambientes de presentaciones musicales sean, además, de forma recurrente, locaciones propicias para que deambulen seres de la bohemia y del arte en general. El Cuchitril Café no escapó de ese fenómeno aquella noche, para que se convirtieran en protagonistas de excepción de la velada. Nos sorprendió gratamente, a los que pudimos estar allí disfrutando, la aparición y participación de dos excelentes músicos, quienes, repentinamente y de la forma más natural, se incorporaron como trompetistas en la ejecución del programa de la noche bolerística...

Trajeado de oscuro y con su sombrero, cual caballero incógnito de la noche, Julio César Mendoza Tremble, un experimentado trumpet man, sacó su trompeta del estuche y, en soberbios solos, emitió sus armoniosas notas en Cómo fue de Ernesto Duarte y Palabras de Marta Valdés. Consistió en un ornamento melódico, las guindas de los postres por sus magníficas perfomances.

No bastó con la aparición de un solo trompetista. Quizás la musicalidad, la festividad de la noche y las musas del arte motivaron también a Luis Jeremías Melo Pineda, impecablemente atuendado de flux con chaleco, y sí, insólitamente, otro trompetista para los que disfrutábamos de la presentación. Lo observamos desde nuestras sillas, sentado como otro comensal, levantarse de su mesa y sufrir una metamorfosis al pedirle la trompeta a Julio César, quien le había antecedido, mientras sonaba la pieza Canción de Nicolás Guillén, musicalizada por Pablo Milanés. Así, Luis Jeremías, como si entrara en cierto trance, nos ofreció otra magistral y espontánea interpretación.

No se trató de un contrapunteo de vientos; fue solo la espontaneidad, como hálito que motiva e impulsa a los jazz men, la que les permitió hacer acto de entrega natural, acoplados, como si hubiesen ensayado aquellas piezas con anticipación para todos los que allí estuvimos y, maravillados, aplaudimos.

La voz de Elena, la dirección y la inspirada ejecución pianística de Leonel, la rítmica y acompasada percusión de Luis Reinaldo, la asertiva e impecable ejecución de los tonos graves de José Miguel y las excelsas improvisaciones de corte jazzístico de Julio César y Luis Jeremías impregnaron la atmósfera ecléctica de magia y de duendes, para todos los que apreciamos y tenemos sensibilidad por los diversos géneros musicales. En esta oportunidad, nos referimos a las esencias del bolero, lo rítmico latino y caribeño y las improvisadas travesuras que caracterizan a los virtuosos que ejecutan piezas de jazz.

 

Héctor Eduardo Aponte Díaz

tintepolisemicohead@gmail.com


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