Ahora los pueblos | Bolivia, república de iguales
Bolivia, creación heroica
10/07/2025.- A doscientos años de la declaración de independencia del Congreso Constituyente de Chuquisaca del 10 de julio de 1825, debemos revisar los acontecimientos ocurridos después de la capitulación de Ayacucho, cuando el ejército libertador, comandado por Sucre, inició un conjunto de operaciones militares, desde el 16 de enero de 1825, para desalojar al último reducto realista español atrincherado en el Alto Perú, hasta el 29 de enero de 1825, cuando el general Lanza toma la ciudad de La Paz y declara la independencia de la Real Audiencia de Charcas.
El 9 de febrero, el mariscal Sucre convoca a todas las provincias altoperuanas para reunirse en un congreso que debía decidir el destino de la nación, el cual estaba sujeto a tres posibilidades: seguir con su incorporación al conjunto de las Provincias Unidas del Río de la Plata, mantener la adhesión al Perú o sostener su independencia plena.
A pesar de manifestar su preocupación por la posible generalización de las iniciativas autonomistas, Bolívar comprendió la oportunidad histórica que se le presentaba.
Bolivia, república de iguales
Muchos de los detractores de la obra de Bolívar insisten en afirmar que el principal obstáculo para concretar el nuevo Estado en Bolivia había sido la persistencia de estructuras políticas, sociales y económicas propias del antiguo régimen, así como la carencia de una “sociedad civil” capaz de ejercer la ciudadanía política.
Sin embargo, lo indiscutiblemente trascendental de este proyecto constitucional bolivariano, que enconó los mayores odios en contra de sus creadores, fue la pérdida de los privilegios y el camino certero para construir una sociedad de iguales, partiendo desde una concepción de ciudadanía política, que sería la “piedra angular” de todo el proyecto. “Los ciudadanos deben ser aquellos que tengan cualidades y habilidades pero no fortuna” (Bolívar, 1826). Acaso había conseguido la fórmula magistral para desmontar todos los artilugios que desde las élites se tramaban para dar al traste con sus noveles repúblicas populares.
En Bolivia, para ser ciudadano bastaba con: ser boliviano, ser casado o mayor de veintiún años, saber leer y escribir, tener algún empleo o industria; o profesar alguna ciencia o arte, sin sujeción a otro en clase de sirviente doméstico. Estos elementos en llave con un proyecto de educación popular que debía ser adelantado por Simón Rodríguez, el cual en cuya implementación sufrió toda clase de obstáculos y viles conspiraciones, un sistema educativo dirigido a romper con la desigualdad de clase, étnica, de género, con fuertes adversarios, sufrió incomprensiones de tipo, hasta del propio general Sucre, al punto de causar su absoluta inviabilidad.
Tanto Bolívar como Rodríguez compartían el criterio de que la única manera de lograr la irreversibilidad de las transformaciones políticas propuestas era a través del uso del poder del Estado, para crear un sistema educativo capaz de generar las condiciones necesarias que dotaran de ciudadanía política a esa masa popular, elevándola a la categoría de pueblo histórico.
Debía Rodríguez concretar un proyecto de educación popular que tendría la gigantesca tarea de la socialización política para garantizar la organización, el sostenimiento y la reproducción del nuevo orden político, vale decir, en sus propias palabras, “formar republicanos para tener repúblicas”.
Actuemos, pues, en consecuencia y transformemos nuestro sistema educativo en un proyecto de educación popular, capaz de garantizar la irreversibilidad de la Revolución Bolivariana. La clave: comunalizar la educación, si aspiramos comunalizar al Estado para tener comunas, formemos comuneros y comuneras desde la educación elemental.
Anabel Díaz Aché