Al derecho y al revés | Un Papa y el rabipelado

09/07/2025.- A mis 76 años, casi todos vividos en la ciudad de Caracas donde nací, observo cómo la fauna silvestre poco a poco regresa a sus antiquísimos pateaderos con los que, por cierto, no recuerdo haber interactuado de niño cuando a mi ciudad le sobraban espacios abiertos donde los chiquilines de entonces podíamos ir de excursión sin que esto alarmara a la mayoría de las madres.

Merced a eso de no alarmarse, quizás a que ni habían inventado el celular ni había redes donde, a fuerza de bulos y embustes por razones politiqueras, suelen asustar a los familiares con situaciones que, afortunadamente y de acuerdo a las estadísticas, no suelen suceder.

Entonces me refiero a un tema que comparto con los lectores que es el llamado “animalismo”, planteado como el mayor o menor amor por los animales, situación que habría puesto furioso a un teólogo elevado como lo fue el que de Papa se llamó Benedicto XVI.

Con ese Papa, siendo su eminencia Cardenal director de lo que en otros tiempos llamaríamos Inquisición, por mera casualidad coincidí brevemente en el vestíbulo del aeropuerto de Milán cuando ambos íbamos por distintos motivos a Suiza.

El aeropuerto estaba parcialmente cerrado a los vuelos y no por la fuerte nevada, sino porque activistas de la ecología —Green Peace— habían ingresado a la pista, a consecuencia de lo cual casi todos los pasajeros cancelaron, pero, en medio del pequeño puñado de viajeros que ansiosos esperábamos la luz verde para continuar, pasada la aduana vi un personaje que se me antojó “importante” ya que vestía de negro clerical, pero su sombrero llevaba de adorno la cinta púrpura del cardenalato católico.

Estaba acompañado de un joven sacerdote.

De “conchudo” me senté justo al lado de estos viajeros y aprovechando que de un exilio de mi padre aprendí el italiano, le entré a conversar con la pregunta idiota que hacen los periodistas cuando carecen de una mejor:

—“Eminencia, ¿qué le parecen estos ecologistas?”.

Quien después fue Papa comenzó la respuesta como lo habría hecho un actor experimentado que desea transmitir sorpresa ante mi ignorancia.

—“¿Usted es católico?”

—Sí, Eminencia, soy católico y vengo de Venezuela, respondí como para explicar mi presunta ignorancia.

—“Ahhh, entiendo”, soltó más relajado.

Y luego me explicó que bajo su punto de vista, de teólogo católico, algo que jamás había yo escuchado, “los activistas que tenían la pista tomada no son ecologistas, son paganos”.

—“Los católicos creemos que Dios hizo al mundo para que el hombre lo utilice, estos paganos anteponen sus dioses al nuestro, no lo olvide joven”, me dijo. “Esos paganos adoran los dioses ballena, foca y al roble”.

El aeropuerto finalmente se despejó y ambos viajamos a Zúrich, el cardenal en primera y yo en turista, pero hasta hoy conservo la tarjetica que me dio monseñor Ratzinger.

Monseñor asistía a una reunión de la Conferencia Episcopal Suiza; yo a una reunión de las juventudes políticas socialistas suizas, cosas de la vida.

El tema lo recordé antes de escribir estas líneas porque, harto de una pequeña colonia de rabipelados que todo lo rompen, perseguí a uno con una barra de acero y, convertido más en bestia que en ser humano, ataqué al marsupial, hasta que algo me dijo: “Este pequeño debe vivir”, y así lo atrapé en una caja que después dejé por Los Campitos, en un hábitat para el rabipelado ideal.

Fin de la historia.

Domingo Alberto Rangel

 


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