La araña feminista | ¿Dónde está Petronila?

07/07/2025.- Acaba de pasar el 5 de julio, Día de la Independencia. Durante décadas, si una niña preguntaba en clase por una heroína de la independencia, la respuesta era casi siempre la misma: Luisa Cáceres de Arismendi. Caraqueña, bella, joven y mártir. Encerrada en un calabozo. Esposa de un prócer. Suficiente para justificar una estampilla, un busto o una avenida.

Lo que no nos contaban es que había otra mujer, igual de valerosa, igual de presa, igual de madre rota por la guerra… pero con un delito imperdonable: no era impoluta.

Petronila de la Concepción Mata Romero fue margariteña, espía patriota, compañera de uno de los más brillantes estrategas de la guerra en oriente, el coronel Francisco Esteban Gómez. Se infiltró entre tropas realistas. Observó. Anotó. Llevó información crucial a su esposo y sus tropas. Fue capturada. Estaba embarazada. Parió en prisión. Su hijo murió en sus brazos, de hambre. Y nadie, fuera de los márgenes de la historia, se detuvo a llorarlo.

El Libertador Simón Bolívar pidió su liberación por carta. Su esposo la nombró en sus memorias con un amor tan firme como su espada. Aun así, la historia oficial calló. Calló porque Petronila era una mujer real: ni virgen, ni musa, ni víctima inmaculada. Era cuerpo, inteligencia, estrategia, resistencia. No entraba en los moldes del bronce machista de la historia.

Margarita —su tierra— tampoco la ha abrazado como debería. La élite local se resistió a rendirle homenaje. Algunos decían que había "usado su cuerpo", otros que no era "modelo para las niñas". Pareciera que incluso en la gesta libertadora, las mujeres, para ser recordadas, debían sufrir en silencio, amar sin condiciones y morir sin mancharse de poder. Petronila, por el contrario, jugó el juego de los hombres… y lo jugó mejor que muchos.

Hoy, sabemos que no estuvo sola. Que hubo muchas más. Que la independencia la parieron mujeres en cada rincón del país: Josefa Camejo, Eulalia Buroz, Bárbara de la Torre, Luisa Cáceres y tantas otras. Sin embargo, nos sigue faltando Petronila.

Ya basta de exigir heroínas que sean perfectas "mujeres" para merecer memoria. Necesitamos reconocer a las que fueron valientes y también humanas, que pelearon con lo que podían —su cuerpo incluido—, que dieron vida y perdieron hijos, que resistieron sin trajes de santas. Esas son las que fundaron este país.

Petronila murió de cólera, olvidada, enterrada en un cementerio que ya no existe —no quedó ni su tumba—, pero su historia, si la contamos bien, puede hacer temblar estatuas.

Quizás por eso la escondieron, pero no permitiremos que la escondan más, porque sin Petronila la historia de la independencia no está completa.

 

Daniella Inojosa


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