05/07/2025.- Encadenar a los incendiarios que amenazan con una nueva guerra nuclear es la labor diplomática más importante en el planeta hoy, según lo afirman muchos expertos en política internacional ante el rumbo irresponsable, peligroso, arbitrario, agresivo y dudoso que sigue, en política exterior, la actual administración del presidente de Estados Unidos (EE.UU.), Donald Trump.

El gobierno de Trump continúa con la pretensión de hacer creer que su política de escalada militar, comercial y financiera, de amenaza, de chantaje y agresión contra el mundo tiene el mayoritario apoyo de todos los estadounidenses, lo cual no es nada cierto. En efecto, lo que vaya a suceder sobre esto en un futuro inmediato estaría condicionado al giro que tomen los acontecimientos internos y externos de EE.UU., y por lo que se observa no será tan fácil para Trump imponer la práctica de esa política.

El regreso al poder del republicano, psicópata cercano a la esquizofrenia, evasor, zorro, neurótico, sin impulsos adecuados de la inhibición, sufre de desdoblamiento de la personalidad y no escatima esfuerzos en practicar sus repugnantes acciones y filosofía fascista-sionista. En cuanto a Trump, que resaltó en su campaña electoral que contribuiría a detener el genocidio del ejército israelí en Gaza, Cisjordania y Jerusalén Este, como también tender su mano en la búsqueda de salidas al conflicto bélico entre Rusia y Ucrania, todo resultó un gran engaño, un adorno de pacotilla.

En la comunidad internacional, la monstruosidad de los aranceles que la administración Trump ha puesto en marcha bajo el pretexto de la amenaza chino-rusa y como un desesperado intento de supervivencia del sistema económico es un terrible bumerán que hace peligrar la integridad y la vida de EE.UU. y el pueblo norteamericano. Eso no es más que seguir extralimitándose en Palestina, Ucrania, Irán, Europa, América Latina y el Caribe, y en todo el mundo.

Causa indignación conocer hasta qué grado se puede llegar en esa política. El uso de la maquinaria de la desinformación es controlada por EE.UU. para tergiversar la realidad de los países que no comparten su proceder. En estos momentos tan peligrosos se materializa sobre el planeta un armamentismo que puede desencadenar en una catástrofe nuclear.

El bombardeo atómico de EE.UU., en su condición de gran potencia militar, hace más de 79 años, a las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki, que quedaron bajo las cenizas por la explosión de las bombas atómicas, la delgadita que quemó a Hiroshima y la gordita llamada la asesina de Nagasaki, un hecho irrebatible que entre el 6 y 9 de agosto de 1945 ocasionó más de 300 mil muertes y la irradiación mortal a más de 200 mil personas. Esto ha confirmado las pretensiones nucleares de EE.UU. que se asientan en sus sueños de recuperar la pérdida de la grandeza imperial y dominar al mundo, luego de perder considerables músculos políticos, económicos, militares, frente a la Federación de Rusia y China.                                                       

De ahí que incluso el Reino Unido (RU), la Unión Europea, han terminado con frecuencia haciendo cosas muy estúpidas como bailar al son que le toca EE.UU. Parece que no temen a una guerra mundial que se alimenta con la tesis norteamericana del golpe nuclear, acompañada de la conclusión de que es posible ganar una guerra de esa naturaleza a Rusia y China en contra del derecho a la paz, el derecho a vivir en paz, el respeto a la vida y a su dignidad.

Por ahora, el enfoque que Rusia y China dan a la solución de la problemática bélica promovida por Occidente corresponde a los intereses vitales de todos los pueblos del mundo. Ambas superpotencias nucleares no tienen el propósito de fortalecer su seguridad a costa de otros, sino que buscan al igual seguridad para todos. El mito de la amenaza de Rusia y China ha sido un bulo para impedir que las naciones sean un poco más realistas y sinceras respecto a su verdadero lugar en el mundo.

J.J. Álvarez