Psicosoma | Dependencia y apego emocional

Mucha gente, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, puede cambiar el mundo.

Eduardo Galeano

 

01/07/2025.- Realmente, el proceso de individuación, "convertirse en persona", es complejo. Es un viaje intrapsíquico y sociocultural de aprendizaje continuo en interdependencia global.

Es casi imposible dar respuestas únicas, ya que abundan las variables multicausales y diversas teorías que tratan de abordar la complejidad —y hasta la simplicidad— humana. Es innegable la dependencia que nos caracteriza desde que estamos y nos sentimos en esta tierra y no en la "luna de Paita". La teoría de la evolución y la teoría adaptativa explican nuestra vulnerabilidad fisiológica —"el pez gordo se come al pequeño"—, y, quizá, la variabilidad, las interconexiones y disipaciones nos reconecten más con el planeta y el cosmos.

Desde el enfoque psicológico, coincidimos en que durante la primera infancia —hasta los siete años— la dependencia y el apego emocional son fundamentales. Las teorías neuropsicológicas, psicobiológicas y psicoanalíticas concuerdan en que el apego emocional del recién nacido le traerá más calma y estabilidad emocional en sus primeros años. La primera infancia con apego emocional es un pilar básico para la futura independencia de ese ser viviente.

De acuerdo con el psicoanalista John Bowlby, el apego es el vínculo emocional que se desarrolla entre una niña o un niño y sus cuidadores —sean representantes, madres o padres—, quienes le brindan apoyo en sus necesidades físicas y emocionales, con presencia y escucha.

El psicoanalista austríaco Otto Rank enfatizaba el trauma original que se presenta al nacer en la especie humana ante la separación de la madre. La angustia que sienten ambos genera daños en el bebé y marcará futuras neurosis e incluso ideas y delirios suicidas.

En cuanto a la madre, es muy baja la incidencia de psicosis posparto hoy en día, pero sí está en aumento la depresión posparto o la crianza de baby blues: ansiedad, tristeza y cambios de humor que se diferencian por el tiempo de duración. Ambos requieren psicoterapia.

La teoría del trauma del nacimiento sostiene que la transición del estado intrauterino al mundo exterior —con separación materna— crea una angustia básica que influye en las experiencias posteriores. Esto suele suceder en casos de accidentes durante el embarazo, partos abruptos, cesáreas, malformaciones o muerte súbita del recién nacido. Rank remarca la estrechez de la vagina y la angustia, que puede producir síndrome de asfixia y dolor craneal, déficits atencionales y miedos y paranoias que quedan estampados en la memoria del inconsciente colectivo. Algunos de estos traumas afloran en forma de catarsis o durante la hipnosis o las terapias regresivas.

Lo que importa es renacer para entender estos problemas y así repararlos. Nada es casual en la sanación del alma. Nuestras curanderas y chamanas ya cuidaban al nuevo ser sagrado en estado germinal, "en la dulce espera", con una serie de ritos a la Pachamama para el buen retorno en el viaje del alumbramiento. Existen, además, dietas alimenticias para el embarazo y cuidados para el cuerpo y el alma, que son percibidos como una unidad holística.

Según Freud, el origen del trauma se encuentra en las experiencias que ocurren en la primera infancia y que carecen de simbolización adecuada. Un trauma del nacimiento es la fuente de la ansiedad que sentimos ante la separación. Al respirar y succionar por primera vez, el recién nacido empieza a "trabajar" para adaptarse a la comunidad que le toca. Su vida parasitaria se trunca al cortarse el cordón umbilical.

El regulador psicobiológico es paulatino, nace de la experiencia y se refiere a los procesos biológicos y psicológicos que influyen en la forma en que percibimos, interpretamos y respondemos a nuestras vivencias. La interacción entre cerebro, cuerpo y entorno biosociocultural influye —o determina— cómo experimentamos el mundo y cómo nos comportamos en él. Esto revoluciona paradigmas y dogmas, al ser capaces de regenerar nuevas narrativas. No somos solo respuestas ante estímulos, ya que la plasticidad del cerebro triúnico posibilita nuevos nacimientos, los cuales hemos percibido en traumas, duelos y supervivencias en guerras internas con nuestros demonios.

La psicobiología estudia cómo la biología y la psicología se entrelazan para crear la experiencia humana. Utiliza métodos de la neurociencia cognitiva, y ahora, con la inteligencia artificial, podremos regenerar o cicatrizar recuerdos. La electrofisiología y la psicofisiología estudian la conducta y las experiencias conscientes de los organismos en relación con sus ambientes, sin reducir las experiencias a conductas. El organismo regenera nuevas conexiones de axones y dendritas mediante ese insight cuasiperfecto. No hay pérdidas al experimentar sensaciones y aprendizajes.

Con la teoría del cerebro social de Robin Dunbar se confirma que necesitamos interactuar, y que al hacerlo se vuelven más complejas las redes de interacciones. El cerebro necesita manejar vidas y grupos, lo que hace que tenga un gran volumen. La cabeza, al pasar por la pelvis durante el parto, es sumamente dúctil e inmadura; por ello, el bebé será más dependiente y necesitará sumo cuidado. Investigaciones científicas respaldan que el apego está mediado por una serie de mecanismos fisiológicos integrados en nuestros cuerpos desde el nacimiento.

Entonces, ¿qué pasa con las poblaciones azotadas por hambrunas? Que ante situaciones de peligro, se activan los desencadenantes neurológicos y hormonales con traumas producidos por los distintos tipos de violencia: doméstica, escolar, social… "Los niños pobres son los que más sufren la contradicción entre una cultura que manda consumir y una realidad que lo prohíbe", decía Galeano.

Sin embargo, hay familias, maestras y abuelas que practican el cuidado emocional con niños y niñas, volviéndolos resilientes y empáticos gracias a un pilar psicoemocional fuerte. Tienen una buena autoestima, nutrida desde la fuente afectiva, y responden con inteligencia emocional, con un escudo protector frente a desastres personales y sociales como el bullying, las violaciones masivas o las guerras.

Si supuestamente venimos al mundo con el trauma original, esa "huella de fábrica", necesitamos renacer cuantas veces sea posible y reescribir nuestras historias de vida. Hay demasiada apatía por parte de los gobernantes de turno, que han dejado a la intemperie el estado anímico de sus pueblos. La humanidad, después de la pandemia, ha generado brotes de violencia consigo misma, con el grupo, la sociedad y a nivel global. El desapego, la desconfianza y el miedo taladran el sistema nervioso, enloquecen los neurotransmisores, y la toxicomanía o las relaciones explosivas asaltan a los más vulnerables…

Partimos desde la esperanza, la crianza amorosa y compasiva y el apego sin violencia. Invocamos atención para las embarazadas y, así, poder revitalizar las semillas.

 

Lo que la humanidad es, es una capacidad de una forma de vida que nos damos unos a otros. Es, digamos, esa especie de matriz social, el útero de la sociedad, aquel del cual nacemos por segunda vez. Nacemos fisiológicamente del útero materno, y luego nacemos humanamente, socialmente, de ese útero que forma la comunidad.

Fernando Savater

 

Rosa Anca


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