Comentarios noticiables|Contra la guerra nuclear que amenaza la paz...
Es necesario cumplir las normas del derecho internacional
28/06/2025.- Tras más de cinco meses de permanencia en el poder de Estados Unidos (EE. UU.), la administración Trump se muestra como un grandísimo peligro para todos los pueblos de Europa y del Medio y Lejano Oriente, entre otras naciones del mundo, al participar en la carrera desenfrenada hacia una hecatombe nuclear. La política de esa administración, que ha apostado de manera abierta por la destrucción de la República Islámica de Irán y a la fuerza como medio principal para alcanzar sus objetivos en la palestra mundial, ha sido la causa de un brusco aumento de la tensión y de la amenaza militar y política a la comunidad internacional.
Estados Unidos, el Reino Unido (RU) y la Unión Europea (UE) se han propuesto alterar el frágil equilibrio de los derechos humanos a la paz y tomar la delantera en el aspecto militar, político y financiero. A la cabeza de los líderes occidentales va el presidente Donald Trump, quien no está a la altura de romper con la afrenta, el enfrentamiento, la agresión, la acción fratricida, la discriminación, la exclusión, la disuasión nuclear, etc., lo que hace empobrecer la seguridad mundial en el orbe. De toda esa conducta de Trump se aprovechó y se aprovecha el complejo militar industrial (CMI) de EE. UU., engendro que desempeña la determinación y la ejecución de la política exterior de la Casa Blanca.
Hace poco, el día sábado 21 de junio de 2025, en una acción traicionera que contó con el factor sorpresa y el uso de bombarderos B-2, fueron arrojados misiles Tomahawk sobre tres instalaciones nucleares en Irán: Fordow, Natanz e Isfahan, todo con la idea de liquidar por completo el programa nuclear que con fines pacíficos desarrolla la nación islámica.
Esta acción bélica fue dirigida personalmente por el presidente Trump, sin tener la autorización del Congreso estadounidense. Trump violó la Constitución norteamericana por abuso de poder, lo cual lo coloca a la puerta de un juicio político, según aseguró el congresista Al Green.
En Hiroshima y Nagasaki, dos ciudades de Japón, entre el 6 y el 9 de agosto de 1945, Estados Unidos lanzó dos bombas atómicas, cuyo poder causó más de trescientas mil muertes y la irradiación mortal a más de doscientas mil personas. Pasados ochenta años, este hecho constituye un funesto recuerdo en la historia de la humanidad. Las consecuencias de esa tragedia pesan todavía y seguirán pesando por muchos años sobre los japoneses y la población global. Los pueblos del mundo exigen a Trump que desista de infligir tantos daños humanos y materiales, que perjudican la economía, la cultura y el medioambiente de los países de Europa, Asia, África, las naciones árabes, América Latina y el Caribe.
Quienes miren con imparcialidad los recientes hechos de Israel, Irán, el Líbano, Siria, Libia y Yemen podrán contestar a las noticias sobre los conflictos bélicos. No les costará trabajo darse cuenta de que no son los rusos, los chinos, los indios, los cubanos, los venezolanos, y tantas personas sensatas de nuestro mundo, los que están agrandando concepciones aventureras sobre la guerra nuclear. Todo lo contrario: son los que gestionan, proponen concretamente y dan declaraciones precisas para encontrar fórmulas de convivencia pacífica y en pro del desarme y la congelación de los arsenales nucleares existentes.
Los que apoyan la política sucia de chantaje, de prepotencia, de aspiración a una superioridad militar de Occidente sobre los diversos países del planeta que no comparten su deseo de imponer su voluntad y el dictar las reglas del juego, creen que ese es el camino. Por ahí solo aumenta el peligro de una guerra nuclear, aunque, en última instancia, ese es precisamente su negocio.
Hay que poner fin a las guerras de todo tipo, establecer relaciones de respeto mutuo, sin ventajas ni engaños, y retornar a la política de distensión y coexistencia pacífica entre las potencias nucleares y no nucleares. No hay otra salida. La amenaza, la provocación y la trampa no tienen futuro alguno y sí enormes encrucijadas para toda la humanidad. Lo reiteran los palestinos con firmeza a sus 78 años de resistencia.
El fortalecimiento del orden jurídico, la garantía y la consolidación de la paz y la seguridad internacionales son factores decisivos de la edificación de nuevas sociedades del orbe, que deben ser intransigentes con los actos inhumanos y contribuir con el cumplimiento del derecho internacional. Esa es la tarea más importante de todas las personas, de nuestro mundo. Es la inquebrantable aspiración.
J. J. Álvarez