Palabr(ar)ota | Guachimanes
25/06/2025.- En su novela Guachimanes (1954), Gabriel Bracho Montiel forja una obra inclasificable: doce instantáneas —aguafuertes, según el propio Bracho Montiel— que funcionan como relatos autónomos, pero que se anudan en una novela polifónica. Esta estructura fragmentaria, en la que cada capítulo es una viñeta del Zulia petrolero de inicios del siglo XX, refleja una sociedad fracturada por el oro negro. Desde el balancín, que parece picotear la tierra, hasta los bungalows de los ejecutivos yanquis, Bracho expone la maquinaria del extractivismo con una mirada social que impulsa su militancia comunista, lo que hace pendular su obra entre lo testimonial y lo panfletario.
Hay diferencias insoslayables entre las otras novelas venezolanas del petróleo y este pulso narrativo de Gabriel Bracho Montiel. Tales diferencias tienen su punto de arranque en lo que se podría llamar la autenticidad ideológica del artista que, al tiempo que escribe, ancla firmemente su alma en algunas tesis comunistas de las que poco se habla en nuestros días. Una de esas tesis, que abona grandemente a la originalidad de Guachimanes, es la del internacionalismo proletario.
De allí nace lo que sin duda es un aporte personalísimo de Gabriel Bracho a la novela del petróleo: el personaje de Míster Charles, un contador estadounidense con conciencia de clase, quien durante su estadía en Venezuela se dedica a pregonar la necesaria unidad de los proletarios. De modo que mientras los otros "gringos" traen maquinarias y tecnologías diversas para la explotación que enriquecerá a los accionistas de sus compañías; mientras construyen un elaborado apartheid al cobijo de sus exclusivos campos residenciales, rodeados de malla ciclón e inundados de grama, Charles solo pretende importar conciencia de clase.
Esos otros personajes estadounidenses encarnan la arrogancia colonial, en tanto que Míster Charles personifica la solidaridad transnacional de clase.
La amistad con Tochito, el obrero mulato cuya conciencia comienza a despertar gracias a las enseñanzas de Charles, simboliza una solidaridad de clase más allá de las fronteras.
La inclinación hacia lo proletario produce, igualmente, una manera novedosa de referirse al tiempo anterior a la era del petróleo. No es ni una visión idílica del pasado, ni una revisión de la miseria de entonces, sino el dibujo de una sociedad en la que el trabajo no está sometido a autoridad ni a explotación. Esta original manera de mirar el pasado añade un valor adicional a Guachimanes, víctima de cierto descuido en cuanto a lo que ella representa en el panorama de nuestra literatura del petróleo.
Cósimo Mandrillo