Al derecho y al revés | Bien lejos con los adulantes

18/06/2025.- Poco después de la pasada elección, el presidente Maduro, en uno de sus programas para ser retransmitido en cadena nacional, le recordaba a la audiencia algunos tips que decía habían fortalecido a su alianza ganadora.

Útiles todos, pero ampliamente conocidos, aunque en medio de tanta celebración por haber ganado casi todas las gobernaciones y también los cuerpos legislativos, Nicolás Maduro dejó colar una recomendación que, a pesar de su valor, extrañamente tuvo poca repercusión.

Una persona que estaba allí presente me comentó más tarde que cuando el Presidente recomendó “alejar a los adulantes”, no pocos presentes miraron al techo, como si no fuese con ellos.

La adulancia entre nosotros llamada “jalabolismo” es una plaga de vieja data que deteriora las decisiones de todos los gobiernos al poner en manos incompetentes acciones importantes que terminan costando mucho más, si acaso las termina el jalabolas antes de cobrarlas y marcharse al exterior.

Y es una plaga difícil de acabar porque, a diferencia de las personas honestas que siempre dan la cara, el jalabolas esconde sus intenciones y siempre actúa en comandita, tiene padrinos poderosos y arriesga como el buen jugador de póker.

Además, todo jalabolas que se respete sale raspado en materias de moral y ética, lo cual poco le importa porque el buen jalabolas, como las máquinas barredoras de nieve, es capaz de iniciar campañas para quitar del medio lo que se le atraviese, llamando ladrón al honesto, prostituta a una santa y poniendo en tela de juicio —mediante bulos que deja colar en ambientes de chismosos— al mejor amigo del gobernante al que desea aislar.

Y esa plaga se encuentra en todos los niveles donde haya un gobernante venezolano, sea alcalde, diputado o gobernador, capaz de sucumbir ante un halago por disparatado que sea.

Recuerdo que al presidente Carlos Andrés Pérez, que no se distinguía por tener una frondosa cabellera y más bien tenía poco pelaje, una vez los jalabolas le consiguieron un “premio internacional” por ser “el hombre mejor peinado del planeta”.

Y del doctor Caldera los jalabolas llegaron a decir que “jugador de dominó como él no existía”.

Son una plaga peligrosa porque se disfrazan de cualquier cosa, desde ecologistas hasta jugadores de ajedrez, pasando por simular ser expertos electorales, “amigos de Donald Trump”, panas del director de un banco donde nunca se les ha visto la cara.

Y luego de ser admitidos al entorno del blanco escogido a punta de chistecitos o regalos dirigidos a quebrar la resistencia del diputado, ministro, director de un banco privado, etcétera, sacan su verdadera esencia y a nombre de X, Y o Z piden y consiguen.

Consiguen contratos con sobreprecios y poca inspección para al primer problema salir corriendo rumbo al Este dejando, como dicen en el argot de los constructores, “el pelero”.

Son fáciles de detectar y limpiar el país de esos gérmenes no es difícil, pero tienen padrinos y no he visto trazas de grandes o medianos jalabolas presos en estos tiempos en los cuales no nos sobran ni los dineros públicos ni los privados.

Tampoco observo, y ojalá esté equivocado, ni a los medios ni los memes y menos las redes, exponiendo jalabolas con sus planes y personajes objeto de sus andanzas.

¿Será que les tienen miedo?

Lo ignoro, pero bueno sería que en reuniones donde uno encuentra ministros, magistrados o diputados, “en vez de pedirles el puestico para la vecina de enfrente” se les exigiera a esos mismos ministros, magistrados o diputados, que en aras de la eficiencia del Gobierno tuviesen cuidado con los jalabolas y comenzaran a exigir del resto de los asistentes sacar discretamente a los jalabolas que enchiqueran el entorno.

¡Puede ser un trabajo para el ministro Diosdado!

Domingo Alberto Rangel 

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