Punto y seguimos | ¡Ay, Europa! Tan venida a menos…
17/06/2025.- Europa, el centro histórico del poder occidental, el referente clásico del colonialismo, el lugar al que conducían todos los caminos, la voz elevada de la política mundial, parece, a un cuarto del siglo XXI, apenas un murmullo. La clara pérdida de influencia europea hasta en asuntos de su propio espacio genera una suerte de incredulidad/indignación cuando se observa desde fuera. Decimos "una suerte de" porque no partimos de la admiración absoluta (no somos hijos de una nación libertadora por nada), sin embargo, la capacidad crítica de reconocimiento del poder y la influencia europea en este lado del mundo nos obligan a ello.
La vieja Europa sufre de múltiples males: una sociedad envejecida, una juventud desinteresada de su propia historia (el 2000 les parece historia antigua, ni hablar de las dos Guerras Mundiales), acostumbrada al estado de bienestar como un derecho adquirido y con una articulación hacia los grupos políticos de extrema derecha francamente preocupante. Además, Europa parece haber quedado atrás en la carrera tecnológica liderada por China y ha demostrado, de manera consistente, debilidad a la hora de presentar una posición unificada, argumentada y sólida sobre los conflictos regionales y mundiales. Su nivel de sumisión y dependencia ante la opinión e intereses de socios como los Estados Unidos no les ha proporcionado ningún beneficio, más allá de las posibles ganancias de individuos y corporaciones en contraposición a la sociedad en su conjunto.
¿Cómo pasar por alto el papelón de su actuación frente a Rusia? Siguiendo emociones insensatas y a gobiernos más insensatos aún, prefirieron renunciar a un suministro de energía barata y consistente y arriesgarse a una guerra en su propio territorio antes que plantarles cara a los estadounidenses y su plan de negocios. Ni hablar del ridículo internacional que hacen sus "líderes", incapaces de dar una contienda de nivel a los Brics o de, al menos, expresar una posición sensata en la palestra mundial frente al genocidio que comete el Estado de Israel y su escalada belicista en el Medio Oriente.
Aunque Israel sea un invento de sus entrañas, alimentado por la avaricia y la culpa, es indignante que los gobiernos europeos desoigan el clamor de su propia gente (que, hay que decir, ha salido a las calles y redes a defender a Palestina) y continúen aferrados al discurso de doble moral de la legítima defensa (solo aplica para Israel, claro) o al de la no proliferación de armas nucleares (solo aplica para Irán); por más que la evidencia, tanto de que Israel no se está defendiendo como de que Irán ha aprobado todas las revisiones de su programa nuclear con fines pacíficos, esté sobre la mesa.
Europa es hoy, más que nunca, un fantasma. Una sombra gris de otro imperio, hijo suyo, convertida en un esperpento. ¿Cuánto le costará al mundo su debilidad y su desidia? ¿Una nueva guerra mundial? De aquel continente de doctrina, conocimiento, filosofía y vanguardia quedan solo vestigios. El mundo cambia, y su rol no destaca ni para la luz ni para la oscuridad. ¡Ay, Europa, pobre de ti!
Mariel Carrillo