Punto y seguimos | Pelea de ratas
Elon Musk y Donald Trump, la definición de una “mala junta”
10/06/2025.- Que Donald Trump y el magnate sudafricano Elon Musk se peleen no debe sorprender a nadie. Más allá del hecho de que los dos sean millonarios y megalómanos, lo cual los lleva a una natural y ególatra competencia, la verdad es que ambos personajes parecen incapaces de desarrollar relaciones personales más allá de los intereses económicos o políticos individuales. Para Trump, todos parecen medios para un fin, personas con utilidad o sin ella, mientras que Musk —si le creemos a los rumores— es un drogadicto freak, padre de 14 hijos (con algunos de los cuales ni se habla) de distintas mujeres, que sueña con apoderarse no solo de la Tierra sino del espacio.
Ni Musk ni Trump son personajes a los que se pueda admirar por sus cualidades humanas, pues aunque Musk haya puesto su intelecto al servicio de la ciencia, ciertamente no lo ha hecho con una visión de avance común de la humanidad ni mucho menos para que esté al alcance de todos. Las tecnologías del futuro son para quienes puedan pagarla y no a cualquiera, sino a él. El “matrimonio” entre el hoy presidente de EEUU y el empresario, como toda unión nacida del interés entre dos personas sin escrúpulos, no podía sino estar destinado a la toxicidad, a peleas y reconciliaciones públicas, en fin, a los vaivenes de gente acostumbrada a hacer berrinches.
Si recordamos, en el año 2020 Musk declaraba que Trump no poseía el “carácter” que necesitaba EEUU y al año siguiente, luego de la invasión al Capitolio, le suspendió la cuenta en Twitter (razón por la que Donald emprendió una cruzada contra la red social y sacó una de su propia cosecha “Truth Social” donde, a su juicio, podía despepitarse sin remilgos). En 2022 Musk comenzó a criticar abiertamente al Partido Demócrata y apoyó públicamente a los republicanos, e incluso se “reconcilió” con Trump a quien había llamado “viejo para la reelección” y hasta le devolvió su cuenta en X cuando este resultó elegido como el candidato del Partido Republicano. Después del atentado contra Trump en la campaña electoral, el apoyo de Musk fue frontal y monetario. Una vez el peluca ganó las elecciones, Musk fue invitado central a la toma de posesión y hasta le inventaron un cargo como encargado del Departamento de Eficiencia Gubernamental (DoGE), un ente destinado al recorte público en el que estuvo solo 3 meses.
La cosa se comenzó a complicar cuando Trump empezó a legislar sin tener en cuenta los intereses económicos de Musk. El nuevo proyecto de ley de gastos públicos de Trump socavaría el trabajo que había estado realizando en el DoGE (de recortes a todos menos a sus empresas, valga decir). Trump además viajó a Arabia Saudita sin él y allá firmó acuerdos millonarios en inteligencia artificial con el principal rival de Musk, Sam Altman, presidente de Open IA, dejando a Elon como la guayabera.
Además, Trump retiró la nominación de Jared Isaacman, quien era el candidato preferido por Elon Musk para dirigir la NASA. Enfurecido, el sudafricano señaló en X que Trump estaba en la lista del pedófilo Epstein y que “la verdad se sabría” (borró la publicacón luego); apoyó las llamadas a la destitución de Trump y afirmó que sus aranceles causarían una recesión. Las acciones de Tesla se desplomaron y Trump respondió en Truth Social diciendo que "se había vuelto loco", que le había pedido que se fuera del Gobierno, además de quitarle su "mandato de vehículos eléctricos". También amenazó con cancelar los subsidios y contratos gubernamentales de las empresas de Musk.
Como vemos, una pelea de ratas, de tipos con poder y personalidades volátiles enfrascadas en sus planes —como dirían Pinky y Cerebro— de conquistar el mundo (y sus alrededores). Esta es la clase de líderes que llevan la posta en Occidente y sus acciones reflejan la crisis de valores que enfrenta la sociedad. Los Trump, los Musk, los Netanyahu están destinados a la destrucción del mundo, en nombre de la libertad.
Mariel Carrillo García