Araña feminista | Lelis Páez: la rebeldía como marca

09/06/2025.- Hay mujeres que, al irse, dejan más encendida la mecha que cuando llegaron.

Así era Lelis Páez. No se despidió con estridencias, pero tampoco se fue en silencio: su legado hace demasiado ruido.

La conocimos en distintos momentos, con distintos rostros, pero todas compartimos la certeza de haber sido tocadas por una mujer irrepetible. María Centeno recuerda a la Lelis de los años duros, con su pelo largo e indomable como un presagio de todo lo que vendría: “No me daba clases, pero su fama resonaba. Imaginaba que ella era así, rebelde y libre, como su pelo.”

Ese espíritu libre se transformó en acción. En un homenaje a Franca Donda, cuando María reclamó la ausencia de una revista feminista en el país, Lelis no dudó: “¡Pues hagamos una!” Así nació Mujer tenía que ser, una revista artesanal y valiente que, a falta de internet, subía a los barrios con tinta, papel y coraje para hablar de aborto, erotismo y maternidades adolescentes. En sus páginas había más que letras: había dignidad, ruptura y deseo.

Con su hijo Ernesto como compañero constante, Lelis caminó la línea entre lo personal y lo político con la firmeza de quien no necesita pedir permiso. Gisela Giménez la evoca así: “Fue muchas en una sola vida: amiga leal, profesora universitaria, diputada, dirigente estudiantil, madre amorosa... compañera solidaria.”

Y sin embargo, Lelis no era solo lo que hizo. Era la forma en que lo hacía. Alejandra Laprea la conoció ya mayor, aún con fuerzas para sumarse a la Araña Feminista: “Nunca perdió la convicción de que la unidad desde nuestras diversidades es un camino sano.” Luego de las reuniones, Alejandra la llevaba a casa. Iban varias en el carro, riéndose como chamas, convirtiendo el regreso en una fiesta: “Se transformaban en las chicas rebeldes que nunca dejaron de ser.”

En la Facultad de Ciencias de la UCV, Lelis cuestionó sin tregua el lugar que nos fue negado a las mujeres en la ciencia. Y no lo hizo desde la teoría: ocupó ese lugar con coraje, disputándolo con colegas y estudiantes. Como diputada, llevó el tema del aborto a la agenda legislativa en tiempos donde aún era difícil siquiera pronunciar esa palabra. Su voz fue adelantada, valiente, necesaria.

Luchó siempre en trincheras duras, en espacios diseñados para excluirnos, y no se rindió. “Fue quien más avanzó con el tema del aborto en el Parlamento venezolano,” recuerda Daniella Inojosa. “Nos duele su partida, pero más aún nos conmueve y enorgullece la huella que deja en la historia del feminismo venezolano.”

Diana Ovalles guarda la imagen serena de su último encuentro: “Estaba sonriente pese a la desmemoria. Me recordó. Estaba fresca y feliz.” La vio recoger sus cosas, hablar de Ernesto, recordar viejas amigas por teléfono. “Fue maravilloso encontrarla así, ya a sus noventa y pico años.” No hablaba de despedidas, sino de mudanzas. Porque para Lelis cada etapa era una nueva posibilidad.

En la reconstrucción de PDVSA, tras el sabotaje petrolero, Lelis volvió con entusiasmo a aportar ideas desde su conocimiento profundo. Se opuso con argumentos brillantes a las leyes de la Apertura Petrolera, defendiendo el recurso y la soberanía, como una verdadera feminista que sabe que el futuro del planeta también es nuestra causa.

Era una locomotora. Llevaba proyectos debajo del brazo como quien reparte pan: manuales de matemáticas inclusivas, guías para tratar a personas con discapacidad visual, libros de educación sexual para las escuelas. Como dijo María, “todas las buenas causas las abrazó, pero el feminismo siempre lo tuvo cerca del corazón.”

Nosotras, sus compañeras en esta trama llamada Araña Feminista, tejemos hoy estas palabras desde la camaradería, la gratitud y el amor. Nos duele que se haya ido, pero también sabemos que no se ha ido del todo.

Lelis vive en cada feminista que se atreve, que duda, que insiste. En cada palabra que rompe el silencio. En cada red que tejemos con paciencia y terquedad. Porque “no era solo el pelo. La rebeldía era su marca.”

La Araña Feminista

 

 

 


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