Araña feminista | Nosotras, las que sostenemos
La historia del progreso está escrita con la sangre de hombres y mujeres que se han atrevido a abrazar una causa impopular, como, por ejemplo, el hombre negro al derecho de su cuerpo, o el derecho de la mujer a su alma.
Emma Goldman
03/06/2025.- Hay algo que nunca falla: cuando toca hablar de sacrificio, nos llaman. Nosotras, las que criamos, cuidamos, sostenemos. Las que empujamos el mundo para que siga girando. Y cuando nos rompemos, se nos pide paciencia.
Nos hablan de familia, pero muchas veces nos dejan solas criando. Nos celebran con flores un día al año y olvidan que los cuidados necesitan tiempo, servicios y derechos; no solo reconocimientos simbólicos. Mientras tanto, el abandono económico de padres ausentes sigue sin consecuencias reales. La manutención de niñas y niños se convierte en un acto de fe… para nosotras.
También nos hablan de la vida, pero imponen la maternidad, incluso cuando hay dolor, violencia o miedo. Una niña violada tiene menos derechos sobre su cuerpo que un adulto que decide no responsabilizarse por el suyo. Así de torcido puede ser el orden legal cuando no se escribe con nuestros ojos.
La legalización del aborto en casos de violación o riesgo para la salud no debería ser un tema polémico; es un mínimo ético. La despenalización del aborto en general no debería asustar, debería dar alivio porque si parir no es elección, entonces no es maternidad: es otra forma de castigo.
No se trata de ideologías, sino de realidades: adolescentes obligadas a parir, mujeres que mueren por abortos inseguros, madres buscando apoyo para cuidar a sus hijos, y jóvenes sin acceso confiable a métodos anticonceptivos. Lo vemos todos los días. Lo conocemos de memoria.
Y, sin embargo, los derechos que podrían aliviar esa carga siguen esperando turno. Nos preguntamos por qué: ¿miedo al debate? ¿comodidad con el silencio? ¿o simplemente, olvido?
La Cedaw y la Convención de Belém do Pará no son recomendaciones lejanas; son compromisos vivos. Nos recuerdan que sin derechos sexuales y reproductivos no hay igualdad, y que el abandono económico, la sobrecarga de cuidados y la imposición de la maternidad también son formas de violencia.
Es justo reconocer lo que sí se ha hecho. Hoy contamos con leyes que nombran las violencias contra las mujeres, que promueven la corresponsabilidad, que protegen a niñas y adolescentes; leyes que han sido fruto de años de trabajo, de luchas sostenidas y muchas veces silenciosas. Cada avance ha sido importante. Cada línea escrita con perspectiva de género ha abierto una puerta.
Pero hay puertas que aún no se abren. Y, a veces, las que ya existen necesitan empujarse un poco más para que sean realmente vivibles. Por eso escribimos. Para que quienes legislan nos escuchen. Para recordar que todavía hay historias sin protección, decisiones sin respaldo legal, cuerpos sin autonomía garantizada.
Nosotras no pedimos privilegios. Pedimos justicia. Que se reconozca el trabajo de cuidar como lo que es: indispensable. Que se sancione el abandono económico con la misma seriedad con que se sancionan otros incumplimientos. Que se legisle pensando en quienes crían.
Diputadas, diputados, ahora les toca a ustedes.
Nosotras hemos estado ahí, haciendo lo que había que hacer. Cuidando, resistiendo, sosteniendo.
Y hoy, desde la vida real, desde la cotidianidad, les pedimos esto: que lo que falta no se demore. Que el país que soñamos se delinee a partir de las necesidades de las mujeres que lo sostienen.
Eduvigis Boada