Palabras... | Pobre el tiempo, en dignidad y el discurso

29/05/2025.- ¿El tiempo del tiempo puede ser manipulado? ¿Podrán engañarnos en que el tiempo pasa más rápido? ¿El tiempo pasa o pasamos nosotros? ¿Creo que es una extraña locura pretender saber el día y la hora y el segundo de morir?, aunque el poder global pereciera que puede tomar el tiempo en sus manos. Afortunadamente no hay tiempo que mida la infinitud del futuro ni el tiempo que pasó. Nietzsche lo pronombra estimando el tiempo como infinitud. Contrario a Dühring en cuanto a que el tiempo no puede ser infinito, al menos hacia atrás. Cohle lo reitera: «El tiempo es un círculo plano. Todo lo que hemos hecho o haremos, lo haremos una y otra y otra vez... para siempre». El eterno retorno, cuando definido por Friedrich Nietzsche lo enuncia como un círculo plano. La vida en ciclos que se repiten, volver en lo mínimo, pero diríamos inevitable, con “la frente marchita”. El absurdo y el hastío juntos, repetirse sin fin.

Platón, el tiempo: una imagen móvil de la eternidad, generada por el demiurgo al poner cada sitio en su cosmos. Aristóteles, físicamente, el número del movimiento según lo anterior y lo posterior. El estoicismo lo impresiona como uno de los recursos vitales más extraordinarios. Séneca, no es la cantidad de tiempo que tenemos, sino cómo lo vivimos. La capacidad de estar al tanto del tiempo que transcurre, y de qué manera. Para Schopenhauer no es la expresión de la intuición sino el pensamiento, en términos de sucesión y cambio. Una frase de Einstein emite otra consideración: “El pasado, el presente y el futuro son solo ilusiones, aunque sean tenaces”; definitiva certidumbre al basarse en su teoría de la relatividad, que no acepta lo absoluto y universal del momento presente, como seguramente ni absolutamente la muerte.

Es el análisis filosófico contextualizado, puesto que el tiempo se aprecia, se vive y se materializa diferenciadamente de acuerdo a las culturas. Freud, por ejemplo, hablaba de la no cohesión temporal, respecto al tiempo distinto entre la percepción, su reconocimiento y el significado de lo percibido.

El sentido del tiempo está en que mide la duración de los sucesos, ordenar lo acontecido y establecer el pasado y el futuro en secuencias, acotando que el tiempo no se mueve sino que evidencia el cambio. Lacan lo va bajando a tierra, el tiempo apremia pero no por la emergencia lógica, sino por el hecho de estar vivos. Sin embargo, la logicidad del tiempo para el disfrute de la vida no es una posibilidad en crecimiento, cada vez el ocio es menos, porque ya nos adaptamos a que el tiempo es oro y no vida. Tanta tecnología, ni siquiera para trabajar menos horas, sino para contratar menos obreros.

Es allí cuando Carlos Marx devela argumentos sobre el tiempo cosificado, refiriéndose al trabajo abstracto, aquel que Marx dejó escrito críticamente cuando indicaba que “un hombre en una hora vale tanto como otro hombre en una hora. Que luego ajustaría: “No deberíamos decir que la hora de un hombre vale la hora de otro, sino que un hombre durante una hora vale tanto como otro hombre durante una hora. Donde se le da más valor al tiempo que a la vida: el ser se transforma en “el cadáver del tiempo”. Es así como el tiempo del llamado trabajo abstracto no era más que el trabajo histórico y no absoluto.

En lo personal sabemos que no se puede obtener más tiempo, porque no se compra, no se vende ni se puede hacer trueque con él. Todos tenemos un tiempo y nadie nos lo puede vivir ni vivirle el tiempo a otro, aunque cosificadamente sí. Y tampoco se puede obtener más tiempo del que nos corresponde, digamos esos seres que viven con la ilusión divina de que serán eternos o a quienes se les explota el tiempo en plusvalía. 

Matemáticamente es un mandato para darle organicidad al sometimiento, quitarle caos al tiempo perdido que vale oro y no vida. Es una terrible invención maniqueísta colgada de la oscuridad y la luz, dando inicio a la tortura del tic tac, las horas contadas de lo imperturbable, entre el nacer y morir. Pero el tiempo, por más que lo reinventemos, no deja de ser el mismo. En tanto que, el tiempo ni se apura ni se elentece ni en nada lo ahorramos con la prisa, más bien somatizamos la vida con tanta ansiedad, ignorando que en nada logramos ganar tiempo con llegar adelantado a la angustia, porque ni le restas ni te sobra realmente debido a que es el que biológicamente te toca.

Su medida plagiada de los soles y las lunas es ajena a las luces de los astros. El tiempo convencional, al margen de la naturaleza, nos obliga a condicionarnos a pisar tierra para sostener un poder ajeno y para entender que es la vida la que pasa, no el tiempo.

Posicionado como una obligación desde tiempos anchos, en tanto que a la maquinación cerebral económica de los reinos le interesa un mejor y mayor resultado en la producción. Somos una paradoja de las necesidades creadas, llegan tan organizadas que alcanzan ser en el ámbito cotidiano lapidarias y casi insustituibles. Sin embargo, de qué sirve el tiempo siendo esclavo. A quién beneficia y enriquece. Si acaso una limosna, cuando el poder asigna el domingo de la semana para descansar, la mano de obra que no se debe enfermar. Pero la vida no es una enfermedad para tener remedio. Y aquí en este mamotreto de la fatalidad, afortunadamente la existencia no tiene velas naturales en este entierro cuando se trata de una estafa más. De ahí que el tiempo, siendo un constructo, incursiona en sustituir la naturaleza del transcurso. Así corras, corcovees, grites o te vuelvas sujeto del ostrascismo o no, ni más horas o menos, nada se alterará al respecto. Ahí es cuando podemos saber que hay que cuidar la vida, tan igual como cuidar la muerte. 

A veces nos preguntamos cómo estará el tiempo, ¿lloverá?, pero poco nos preguntamos cómo estará el tiempo personal. El resto es filosofía del hambre de poder, necedades relativas al organigrama y carencia de la alegría para la cual no tenemos tiempo, y ya casi no depende de nosotros. En esta cuna todavía andamos. Y ya está, irremediablemente asignado por el sistema social y sus intereses económicos, qué hacer con nuestro tiempo. Tal vez por eso se puede decir que no existe, porque lo USAn otros para el control global de sus fines materiales, pero nos queda una hendija donde habita el sueño. Solo visible, cuando se cuela la resolana y los rayos frescos de la lunaria. Nos corresponde dedicarle nuestra atención por ser producto de nuestras proporciones, de hecho, sí tenemos tiempo para auscultar: “Dónde queda o se construye ese bello lugar”. 

Hay otras culturas con otras acepciones en torno al tiempo. Will Beckerman, en un ensayo, El tiempo cíclico en las culturas indígenas andinas y norteamericanas, ahonda en la cotidianidad del tiempo, y dice ser recíproco en equilibrio con la Madre Tierra. En occidente es lineal, el pasado antes que el futuro, parte de un acontecer lineal. No podemos regresar al pasado, solo ir hacia el futuro. Volver al pasado es negativo y poco sorpresivo.

En cierto mundo indígena el tiempo no es lineal y volver es parte del tiempo que se avanza. Para otras comunidades, por ejemplo, creen en un tiempo cíclico y tridimensional, pero no en línea, relacionado con el círculo de la vida y las estaciones, donde la naturaleza lo muestra con los mismos eventos cada año.   

En la familia de lenguas de las tribus Anishinaabe existe la palabra biskaabiiyang, que significa un largo viaje para regresar a nosotros mismos. Para los Anishinaabe, aanikoobijigan se refiere a los antepasados y descendientes al mismo tiempo, porque para ellos el tiempo es cíclico con los mismos eventos y un círculo con las mismas personas en diferentes tiempos. La cosmovisión de las comunidades indígenas de los Andes conceptualiza el tiempo como algo circular, cíclico o espiral. Para los aymaras, el pasado está delante y el futuro está detrás de nosotros. En su lengua, la palabra nayra representa el pasado, pero también significa la vista al frente, lo que puedes ver. La palabra qhipa describe el pasado y significa detrás. No conocemos el futuro, pero entendemos el pasado porque sucedió.

Si no encuentras el reloj, ¿se perdió el tiempo? Al parecer siempre habrá más blanco disponible para hacer más blanco el blanco. La vida la cargaremos con el cuerpo que sea, porque la vida en sí misma es la madre de todas las estéticas. A la filosofía, además de su elocuencia, también le gusta ser espectadora, mirar los toros detrás de la barrera sin arriesgar su sabiduría.

“Las palabras finales son para los tontos que no han dicho lo suficiente”, dijo Marx antes de morir, pero también a los que no han hecho lo suficiente para que este mundo no muera.

A más de 14.500 niños y niñas palestinos les arrancaron su tiempo natural, muertos a tiros o por las bombas y bajo los escombros. Ojalá que los 14,000 bebés palestinos que sobreviven resistan el cerco del hambre, logrando liberar las fronteras con la ayuda solidaria de todos nosotros. No es una cifra nada más, también es cuestión de tiempo.   

Ojalá esta próxima certeza pudiese permitir desdolor y calma a este globo atormentado por este genocidio y alcanzar decir en paz, dentro de siete lunas y siete soles o siete nudos en la garganta, volver a verte en paz para concertar nuestra alegría. Y como consecuencia tengamos tiempo para pensar en el ocio del tiempo y el despertar del internacionalismo mundial, que lo han desviado a mercenario.

 

Carlos Angulo

París 24 de mayo 2025

 

 

 

 

 


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