Al derecho y al revés | No ganamos ni perdimos

28/05/2025.- Revisando las últimas elecciones venezolanas, y me refiero a las de este siglo, observo que tras cada uno de estos comicios aparecen políticos, economistas y brujos explicando sin explicar nada: unos diciendo “ganó Venezuela y otros diciendo lo contrario”.

De ambos sabiondos discrepo y paso a explicar.

Un país cualquiera, con sus tradiciones, lenguaje e historia no va a una elección para ganar o perder, va a cambiar mandatario —o a una camada de ellos en el caso de los diputados y legisladores— de manera pacífica e incruenta.

Solo por eso la democracia debe considerarse un valor universal al evitar guerras civiles, golpes de Estado sangrientos, asesinatos y bombardeos.

Este pasado 25 de los corrientes, la elección se llevó a cabo sin el clima de violencia que algunos auguraban y los posibles actos de sabotaje que venezolanos, apoyados por extranjeros violentos, iban a cometer buscando cambiar los resultados porque votos nunca han tenido.

Felizmente fueron desmontados a tiempo por el ministro Cabello, quien, a mi juicio, solo por ser eficaz, no debería ser objeto de cambio.

Y así como el pasado fue el fin de semana menos violento, lo cual por sí solo es un valor, llevo tres semanas tratando de hacer ver a una amiga la legalidad de una elección afectada por la abstención.

Abstención azuzada por sanciones ilegales que dificultan a Venezuela progresar.

Mi amiga, ahora con la posibilidad de asistir a tomas de posesión de los recién electos a cargos, bolivarianos la inmensa mayoría y muchos menos opositores, porque no hubo violencia polarizadora en esta última elección, siendo escuálida, no da su brazo a torcer y sigue con la cantaleta de “el país perdió”.

Otra amiga cercana, esta bolivariana, ve la realidad distinta y asegura que “el país ganó”.

Y no, Venezuela ni ganó ni perdió, somos la misma sociedad asentada en el mismo territorio y con los mismos problemas a resolver.

Problemas que solo quedarán para la historia cuando se trascienda la polarización que divide los esfuerzos e impide soluciones.

Para ello, unos y otros han de cambiar: el Gobierno, comenzando a ver la economía como problema que tiene soluciones, a veces duras, pero soluciones al fin, si antes de acometerlas se explican a la población y luego se aplican con disciplina y unidad.

La oposición, si se atreve a mandar al retiro a quienes llevan un cuarto de siglo de derrota en derrota, inventando excusas, poniéndose al servicio de agentes extranjeros, buscando ganar a la brava, con violencia y sin contacto con la gente, salvo a través de las redes.

De darse estos cambios, se cumpliría con la petición tanto del comandante Hugo Chávez como de Nicolás Maduro, en el sentido de rogar a los cielos “para que nuestro país tenga una oposición seria”.

¡Eso no ha existido en este siglo!

 

Domingo Alberto Rangel


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