Pluma acústica | José Rosario Soto

Un legado sonero en la Caracas popular

29/05/2025.- El 3 de noviembre de 2001 fue uno de los días más especiales de mi vida, no tanto porque ese día cumplía 19 años, sino porque aquella noche, celebrando la vida en el templo de la salsa en Caracas, El Maní es Así, tuve el gran privilegio de cantar junto a dos figuras legendarias de la salsa venezolana: Orlando “Watusi” Castillo y José Rosario Soto. Aquella noche tocaba la Orquesta Koimbre, dirigida por otros dos grandes amigos, Nell Figueroa y Germán Medina. En un momento del segundo set invitaron a la tarima a “Watusi” y a José Rosario y, para mi gratísima sorpresa también a mí. Guardo aquel momento en mi mente como mi bautizo musical. Desde ese día me une una gran amistad con “Watusi”, a quien llamo padrino y le pido la bendición. Sin embargo, lamentablemente, no volví a ver al maestro Soto, quien para ese momento ya estaba bastante mayor.

Siempre me llamó la atención que un sonero del calibre de José Rosario Soto fuese poco mencionado cuando se relata la historia del son cubano o de la salsa en Caracas, de ahí la necesidad de estas líneas.

José Rosario fue un auténtico sonero, un cultor apasionado del son cubano que sembró profundamente en el corazón de Caracas. Nacido en la popular parroquia de San Juan el 7 de octubre de 1920, Soto creció inmerso en los ritmos sincopados y las melodías cadenciosas de la música afrocubana que marcarían su destino artístico. Su trayectoria, desde sus humildes comienzos como albañil, hasta convertirse en la voz inolvidable del Sonero Clásico del Caribe, es un testimonio de su talento innato y su profunda conexión con la música.

Desde temprana edad, la música, específicamente el son cubano se convirtió en una parte integral de la vida de Soto. Debutó en 1936 con el Conjunto Valencey en la inauguración del Mercado Popular de Petare. Su talento vocal y su innata capacidad para la improvisación lo destacaron en los escenarios locales, donde rápidamente se ganó el respeto y la admiración de músicos y público. Su carisma en tarima, su conexión genuina con la audiencia y su habilidad para tejer versos improvisados con ingenio y picardía lo consagran como un sonero autentico, heredero de una tradición musical rica y ancestral.

Sonero consolidado

Los últimos años de la década de 1970 marcaron el despegue de su carrera profesional. Resulta curioso que su consolidación como figura clave del son venezolano llegase con su integración, a los 57 años de edad y 41 de vida artística, a la agrupación Los Pures o Los Puretos, luego rebautizada Sonero Clásico del Caribe.

En este emblemático grupo, fundado y dirigido por Carlos Emilio Landaeta, conocido como Pan con Queso, la voz peculiar y el sentimiento interpretativo de Soto encontraron el vehículo perfecto para florecer. Éxitos como “Carmelina”, “Sobre una tumba una rumba” y “Papá Montero” se grabaron en la memoria colectiva, inmortalizando su voz. Su presencia en el Sonero Clásico del Caribe no solo enriqueció la sonoridad de la agrupación, sino que también consolidó su reputación como sonero de raza, capaz de transmitir la alegría y la nostalgia inherentes del son cubano.

La improvisación fue, sin duda, la piedra angular de su arte. En cada presentación José Rosario demostraba su agilidad mental y su profundo conocimiento del lenguaje del son, tejiendo versos espontáneos que respondían al ambiente, al público y a la música misma. Su capacidad para rimar sobre la marcha, para crear juegos de palabras ingeniosos y para interactuar con los músicos en un diálogo musical elocuente era sencillamente hipnótica.

Sin embargo, la inquietud artística y el deseo de explorar nuevas sonoridades llevaron a José Rosario a emprender su propio camino. En 1979 fundó su propia agrupación José Rosario Soto y sus Soneros, marcando una nueva etapa en su carrera. Con este proyecto personal continuó difundiendo el son, imprimiéndole su sello particular y cosechando nuevos éxitos. Su capacidad para liderar su propio conjunto y mantener la esencia del son, a la vez que exploraba nuevas posibilidades sonoras, habla de su madurez artística y su profundo conocimiento del género.

Más allá de su talento vocal, José Rosario Soto se caracterizó por su carácter afable y su calidad humana. Su retiro de los escenarios, se debió a complicaciones de salud que lamentablemente lo apartaron de su público. Su partida física, ocurrida en su natal Caracas el 18 de enero de 2006, dejó un vacío irremplazable en el panorama musical venezolano.

El legado de José Rosario Soto perdura en cada una de sus grabaciones, en la pasión que transmitía en cada frase y en el amor profundo que sentía por el son. Su voz, inconfundible y llena de sabor, sigue resonando en los corazones de quienes aprecian la riqueza de la música popular caribeña. Su contribución al enaltecimiento del son cubano en Venezuela es innegable. Su nombre se escribe con letras doradas en la historia musical de nuestro país. José Rosario Soto no solo fue un gran sonero, fue embajador de un sentir, una expresión autentica de la alegría y el alma del Caribe en la vibrante Caracas que lo vio nacer.

Kike Gavilán

 

 

 


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