Letra invitada | Estados Unidos por dentro

21/09/2025.- Hace algún tiempo escribí sobre la singularidad inconfundible de la sociedad norteamericana. Tal cosa fue labrada desde su independencia por la egoísta y devota derecha que siempre ha controlado el poder político, económico y militar de esa nación. Tres cosas la caracterizan: primero, el racismo, un valor cultural que adquirió sustento jurídico con su "sagrada" constitución. Segundo, la violencia sacralizada por ella. Está presente en sus convicciones religiosas y políticas: el destino manifiesto y el uso indiscriminado de armas. Tercero, la ignorancia, cuya relevancia se debe a la profunda vaciedad cerebral de un pueblo que se asume eje del mundo.

Nada de lo anterior lo corrige Yale, Harvard o Princeton. Por el contrario, ellas son instituciones doctrinarias para formar los cuadros que sustentan esos valores y convicciones. No es una tontería que todo acto académico, cultural o deportivo sea acompañado por el God bless America (por cierto, compuesto por un judío). No es casual.

¿A qué se debe la violencia, el exceso, la exageración, extralimitación, desmesura, desafuero, demasía, enormidad, saciedad, arrebato, furia o descompostura presentes en cada una de las expresiones de la sociedad gringa? Sus dirigentes, esos que tienen como guarida la Casa Blanca y el Congreso, sean republicanos o demócratas, son siempre un peligro para toda humanidad que no se incline ante ellos. Tales excesos la mayoría de ellos gratuitos los podemos ver en sus juegos, celebraciones y bromas; en los programas gourmet llamados "guerra de cuchillos" o "batalla de cocineros". En sus películas de violencia gratuita, que forman parte, muchas de ellas, de la cultura pop norteamericana.

Las brumas del pasado no logran ocultar la liquidación de casi la totalidad de los indígenas que poblaban su territorio. Ni los más de doce millones de cadáveres que han dejado tirados por los suelos de Corea, Vietnam, Camboya y Laos. En Guatemala, Cuba, República Dominicana, Grenada, Nicaragua, Panamá, Haití u Honduras. En los Balcanes, el Levante, el Magreb, las montañas afganas, la mil veces destruida Aram y la antiquísima Somalia.

No es casualidad que ese país sea, por mucho, el mayor consumidor de drogas en el mundo. Tiene 75 millones de drogómanos contabilizados. Lo recaudado por ellas se estima en 500 mil millones de dólares anuales. Por eso, no es fortuito que allí ocurran diariamente 7848 muertes violentas; de esas, 1644 por asesinatos. Se reportan, también diariamente, 1018 personas desaparecidas. Hace 165 años, Charles Dickens escribió sobre aquel lugar de Nueva York llamado Five Points: "Todo lo repugnante, degenerado y corrupto está aquí…". Y Hollywood nos lo sofisticó.

 

José Manuel Rodríguez


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