Retina | Los superados

Afuera los títulos no fueron de mucha ayuda

Discutíamos sobre la infundada percepción del pasado que tiene mucha gente en Venezuela, esa idea de que en nuestro país tuvimos una época cuando nadábamos en riqueza en todas las regiones y en todas las clases sociales. Respondí a la señora que mi abuelo trabajó toda la vida, nunca tuvo vacaciones y jamás fue más allá de Maracaibo y Mérida. Nunca conoció Caracas, nunca tuvo ningún lujo. Su respuesta, no carente de rabia y menosprecio, fue que siempre había gente que no había querido superarse.

Me molestó. Le dije que probablemente tuviera razón, que yo era parte de una familia de gente dedicada a hundirse. Se hizo evidente que la conversación requeriría de demasiadas correcciones para poder ser retomada.

La señora en cuestión es profesora universitaria pensionada, sus hijos e hijas son egresados universitarios y viven fuera de Venezuela, en distintos países. Ella y su familia se superó toda. Jamás menciona el barrio donde vivió. La única referencia que hace es a la urbanización donde dejó su casa al cuidado de uno de sus hermanos.

Por el contrario, siempre hablo de los barrios de mi vida. El mío, Santa Anita; el de mis padres y abuelos, Los Olivos, y hasta del barrio de mi padrastro, El Guarataro.

Mi abuelo repartía pan por bodeguitas pobres en Maracaibo. Mi padre y mis tíos fueron casi todos choferes, obreros, empleados, mesoneros. Todos felices en su lucha diaria que no contaba, en la mayoría de los casos, con salarios fijados por quincenas o mensualidades. Cada bolívar se producía el mismo día.

He escuchado a mucha gente decir que los estudios universitarios permiten la superación y asumen que ser superados es no tener un oficio como medio de vida, sino conseguir un título que le avale para ejercer una profesión. Entonces estudiar, desde esa óptica, es el camino para no ser chofer, mecánico, electricista, albañil, carpintero o mesonero, entre otras cosas.

Saben, recientemente, cuando Estados Unidos, la Unión Europea y algunos países de América Latina agredieron de manera abierta todas nuestras posibilidades económicas, resultó ser que estaban en mejores condiciones para resistir quienes ejercían los oficios de chofer, costurera, mecánico, repostera, electricista, peluquera, albañil, estilista de uñas, carpintero o mesonero. No es que tuvieran más dinero, es que tenían mejores condiciones para adecuarse a los nuevos retos.

Más difícil era la situación para quienes tenemos colgado en la pared el título que nos da licencia para ejercer alguna profesión.

Sé que este período ha sido de un enorme aprendizaje, tanto para quienes se fueron como para quienes se quedaron en Venezuela. Estoy casi seguro de que los venezolanos y las venezolanas son ahora mucho mejores en todo. Si hubiera podido evitar todo el sufrimiento que la guerra económica nos ha causado, habría hecho el máximo para evitarlo. Ya causado el daño, creo que hemos salido fortalecidos.

A la señora quise evitarle mi aburrida explicación de que el mundo que ella cree perdido, si algo cómodo tuvo, es que hubo gente que decidió hacer un oficio que hacía bien a muchas personas. Alguien cocinaba, manejaba, construía, arreglaba uñas y pintaba el pelo.

Cuando la situación se puso muy difícil, su familia se fue de Venezuela, cada uno por su cuenta, con sus parejas y sus títulos. Afuera los títulos no fueron de mucha ayuda, les sirvió más aprender alguno de esos oficios que nunca habrían querido ejercer en Venezuela.

Freddy Fernándes | @filoyborde


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