Palabras... | El dolor paralelo (I)

12/06/2025.- Desde la nube de la vejez, confieso que la única belleza visible perdiéndose en el tiempo es la juventud.

Antes era exclusivamente el pan y circo para entretenernos. Ahora es el injusto dolor ajeno y la insubordinación psicótica, debido a las variantes manipuladas de la moneda del enemigo, no los problemas existenciales que emergen por el hecho de vivir en el debate interior permanente. En ese paquete de la desolación interesada se nos ha ido la vida y se van los años de las edades tempranas.

Mientras la narrativa del suprapoder, diseminado globalmente, logra que los otros hagan el trabajo proyectivo de interpretación reduccionista de su tendencia.

Volteando la lucha de los contrarios como si fuera una media sacada del pie, se pavonea en el caos, decretando que lo blanco es rojo y viceversa, y otros enredos...

Igual, impávida e inevitable, la vida va llevando paralela en su transcurso a la muerte. Pero a las decisiones, en manos de la inteligencia bruta, no les basta la muerte solo como paralelo, sino que la condimentan con angustias de economías torpedeadas y la conmoción exprofeso de un mundo empobrecido humana y materialmente.

Sin dar tregua a la existencia, nos ubica, como espectadores individualistas, a sufrir en silencio el espectáculo del genocidio de un pueblo.

La soledad en lucha es el cerco donde se despliega el escenario de la mansalva, pero toda soledad tiene masivamente sus dolientes.

Un poder que traspasa las barreras de lo inconcebible, sin importarle las consecuencias depresivas del mundo, como si estuviese probando los sustitutos de una sexualidad mal llevada, una venganza producto de un trauma de la infancia o la traición federal entre ellos mismos, de cara a un amor occidental fallido.

Así, ha puesto la ansiedad de moda y cotidiana la angustia, haciendo viajar el dolor a los sitios más recónditos del cuerpo en imágenes a color, donde nunca ha existido un cheque en blanco ni una caja de prismacolores. Excepto en los sueños torpes, único territorio de la obsesión.

Para nada escatiman la verborrea y la demencia de las que son capaces, a objeto de no bajarle el dedo de la llaga a la intimidación.

Arrimando la depresión a la culpabilidad de haberse aferrado al más humilde de los ideales, al sueño universal acumulado de juntarse con los seres libres, esos que no aspiran en nada su materialismo, que, por cierto, cero tiene que ver con sus mansiones.

Pasmados de asombro nos dejan cuando, tan yuxtapuestamente estúpidos, creen que escapando del planeta podrán zafarse de la muerte. A esa ridícula consideración la reforzaron con la eternidad que, por fortuna, nunca les dio resultado. Entonces, vendieron virtual con alevosía la estafa de la gloria y la inmortalidad, que jamás fue digna de sus hechos.

 

Carlos Angulo


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