Micromentarios | Messi y la destrucción del fútbol

27/05/2025.- Soy aficionado al fútbol, al de verdad y no a la esperpéntica lucha por unas pocas yardas a la que los estadounidenses otorgan tal nombre.

Aunque detesto la realeza a escala mundial, mi equipo favorito es el Real Madrid. El Barcelona es un equipo que cacarea más huevos de los que pone. Además, contó con ayuda arbitral entre 1994 y 2018, es decir, durante 24 años, en los que les pagaba a uno de los vicepresidentes del Comité Técnico de Árbitros, obviamente para que estos favorecieran al club. Eso de que los árbitros comprados solo asesoraban es tan falso como un billete de treinta dólares.

Por supuesto, en esos 24 años obtuvo numerosos títulos, algunos ganados por el esfuerzo de sus grandes jugadores, y otros gracias al soborno que recibían regularmente los jueces. En ese período, surgió en el Barcelona el que ha sido su principal estrella, Lionel Messi.

Para ser honestos, Messi era tan bueno que no necesitaba de ayuda arbitral para destacarse, pues ya contaba con compañeros de enorme calidad futbolística, como Xavi y Andrés Iniesta.

Pero como muchas veces los demás equipos neutralizaban al trío y a los otros ocho jugadores, el apoyo de los árbitros fue fundamental para obtener títulos. De hecho, no volvieron a ganar la Champions League desde dos años antes de que dejaron de pagar.

Messi se fue al Paris Saint-Germain a ganar un sueldo estratosférico, y allí fracasó, porque jamás pudo ganar la máxima competencia europea de clubes. Ganó varias veces el campeonato nacional francés, pero ya antes de su llegada el París era casi imbatible en ese torneo.

De allí, como sabemos, Messi pasó al Inter de Miami, para ganar más adeptos al fútbol en Estados Unidos. La propaganda en torno a su persona ha funcionado y, como se esperaba, aumentó la popularidad del deporte, la venta de camisetas del equipo, las entradas a los partidos subieron abusivamente de precio y llegaron a agotarse en numerosos partidos. A la par, las agencias publicitarias se disputaron al gran ídolo para anunciar sus productos.

Sin embargo, Messi es hoy solo un cascajo, como dice el tango Esta noche me emborracho. Un jugador que no juega, camina por la cancha, en espera de que sus compañeros se partan el alma para pasarle la pelota con alguna ventaja.

Ya no es el jugador desequilibrante y genial de antes, sino un tipo peleonero, abusón y poco profesional, que empuja a sus rivales, los golpea y, cuando alguno de estos lo medio toca, se tira a la grama y gira sobre sí mismo como si lo hubieran decapitado. De inmediato, pide tarjeta amarilla o roja para quien, según él, lo mancilló.

Lo peor es que los árbitros le obedecen —lo que reciben de él es una orden, no una petición—, pues lo apoya la Federación Internacional de Fútbol Asociado, la cada vez más desprestigiada FIFA. Me desmiento: lo peor en verdad es que a Messi no le da vergüenza haber pasado de ser uno de los mejores jugadores de la historia al niño malcriado y mediocre que muestra ser ahora.

En la cancha ya no muestra la destreza con el balón que lo hizo legendario, sino que camina por ella como si arrastrara un trasatlántico. De vez en cuando hace un gol y los medios de comunicación masiva lo celebran como algo único, una hazaña deportiva sin precedentes, siendo que la Liga de las Hamburguesas, como despectivamente se llama a la liga estadounidense, es la peor del continente americano.

Con ello, tanto periodistas como directivos de la FIFA y el propio Messi están devaluando y desprestigiando al deporte más popular en el planeta.

Tal destrucción no podía ser en otro país, sino en Estados Unidos, la nación que no se cansa de destruir al mundo más allá de sus fronteras. Ahora carga contra el fútbol, al que, por lo que se ve, busca eliminar como deporte mundial de mayorías.

 

Armando José Sequera


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