Ad libitum | La novia del pianista (I)

25/05/2025.- Esta es la historia de amor del músico de jazz Bill Evans y la joven Laurie Verchomin, quien decidió acompañarlo en sus últimos meses de vida.

Evans es una de las mayores influencias del jazz. Como pianista, su estilo y enfoque musical han dejado huella en varias generaciones de músicos. Su mayor aporte fue al formato de trío jazzístico; sin embargo, participó en varios proyectos importantes en la historia del género: el famosísimo Kind of blues (1959), de Miles Davis; Jazz workshop (1956), de George Russell, a decir de la crítica uno de los discos más complejos de su época, y The blues and abstract truth (1961), del talentoso arreglista Oliver Nelson.

Bill consagró su vida a la música; no sucumbió a las modas ni permitió que la presión comercial permeara su arte. Fue un hombre culto, de carácter apacible y sereno, por lo cual es difícil imaginar que también dentro de sí escondiera un virulento espíritu autodestructivo que lo llevó —durante casi toda su vida— al abuso del consumo de drogas.

En abril de 1979, cuando conoció a Laurie, su salud era precaria. Sufría del hígado y empeoraba día a día por el uso de cocaína. Como les ocurre a muchos adictos, se enganchó a las drogas sin darse cuenta. Primero las probó por curiosidad, y luego ya no podía parar, en especial luego de sufrir a lo largo de los años varios sucesos desafortunados que lo marcarían profundamente.

En julio de 1961, después de las legendarias actuaciones registradas en el álbum Sunday at the Village Vanguard, su contrabajista Scott Lafaro perdió la vida en un accidente automovilístico. Lafaro y Evans tenían una estrecha relación de amistad e ideas musicales. Su desaparición física truncó sus objetivos artísticos en pleno auge creativo. El biógrafo de Evans, Peter Pettinger, afirmó que la muerte de Lafaro "fue la muerte de una parte de Evans". Durante meses dejó de tocar y se sumió en una profunda depresión.

Doce años más tarde, en 1973, otra tragedia sacudiría su mundo y de nuevo lo pondría al borde del colapso. Esta vez, su mujer, Ellaine Schultz, se suicidó, lo que le generó un terrible sentimiento de culpa. Antes de la desgracia, había dejado de consumir heroína gracias a su ingreso en el programa de terapia con metadona de la Universidad Rockefeller. En poco tiempo, su estado de salud mejoró de modo considerable y comenzó a acariciar la idea de tener un hijo. Lamentablemente, Ellaine no podía concebir.

Durante una estancia en el club Concerts by the Sea, en California, conoció a una joven llamada Nenette Zazzara, por quien se sintió atraído. De inmediato, iniciaron una relación sentimental con miras a contraer matrimonio. Cuando regresó a la casa que compartía con Ellaine en Nueva York, le contó lo ocurrido y ella pareció entender la situación, pero apenas Evans volvió a salir de gira, se lanzó a los rieles del metro.

Evans se convirtió en un hombre roto; nunca logró reponerse de estos reveses. Sin embargo, lo peor vendría cuando su querido hermano Harry Evans, también músico, se disparó en la cabeza. Entonces ya no había nada que hacer y no hubo forma de detener su deseo de matarse lenta y dolorosamente, mientras que, de manera contradictoria, su arte se encumbraba hacia una etapa de increíble belleza y creatividad.

En este punto de la historia, Laurie ya había entrado en su vida. Ella acababa de cumplir 22 años y él tenía 50. Se conocieron durante una gira del trío en Edmonton, Alberta. Fue amor a primera vista y aunque Laurie tenía novio, no le importó aceptar el cortejo del pianista. Bill también tenía un compromiso, estaba casado con Nenette y tenían un hijo, pero sus problemas con las drogas hacían imposible la convivencia. Por ello, se mudó solo a un apartamento en Fort Lee, desde donde le escribió varias cartas a Laurie pidiéndole que viniera a visitarlo.

 

Luis Ugueto Liendo


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