Vitrinas de nimiedades | Perfilar el futuro

17/05/2025.- Las brechas generacionales son una cantera de conflictos de cualquier tipo. No hace falta un tema engorroso, como el sexo o el matrimonio, para pasar por ese desafío. Con el futuro profesional es suficiente. Para los mayores, el desafío es doble: escuchar cualquier pregunta sobre el mañana y pensar cómo responderla (cuando vale la pena hacerlo), especialmente si el interrogatorio está a cargo de un centennial o un miembro de la generación Alfa, quienes viven en un mundo que parece una realidad paralela al día a día de sus padres y docentes.

Ayudar a los más jóvenes a elegir un oficio o carrera puede ser una celada para quienes ya recorren el camino que las nuevas generaciones desean transitar. Desde la resignación por una carrera que habría sido preferible cambiar o abandonar hasta el entusiasmo excesivo pueden mediar en la orientación que ofrece un profesional experimentado. El actual cambio de época, sin embargo, dificulta aún más la posibilidad de dar consejos responsables, especialmente cuando no quedan claras cuáles serán en verdad las prioridades y demandas de las próximas generaciones.

Podría pensarse que el gran dilema está en la vertiginosa transformación provocada por las tecnologías, una realidad que da por descontada la desaparición de ocupaciones marcadas por tareas repetitivas, estructuradas y, por tanto, emulables por herramientas como la inteligencia artificial. La atención al cliente, la contabilidad y el diseño están en la lista de las profesiones que en apariencias tienen los días contados, sin que eso signifique que otros perfiles con mejor perspectiva no terminen siendo desdeñados en una década. El problema no radica únicamente en el grado de automatización de tareas especializadas, sino en la utilidad que estas profesiones puedan reportar en el futuro.

No habrá mañana para muchos puestos de trabajo si no satisfacen una necesidad, o si esa demanda es resuelta por vías más expeditas. Es una fórmula sencilla que, sin embargo, no es fácil de detectar. El entusiasmo excesivo que mueve a muchos a seguir adelante con su ejercicio profesional o la incapacidad para ver cómo moverse ante un panorama cambiante podrían dejarnos anclados en un mundo que ya no existe. Más que una reminiscencia, es un problema para quienes tienen bajo su responsabilidad formar nuevos profesionales. Darles la formación indicada, con sentido crítico y habilidades para adaptarse a un entorno mutante, es mucho más complejo si los códigos de referencia de las generaciones futuras no están en los espacios clásicos.

¿Los hombres y mujeres del mañana estarán interesados en saber qué pasa en el mundo? ¿Qué querrán aprender? ¿Centrarán sus aspiraciones únicamente en dominar las tecnologías de moda? ¿Los sistemas de gobierno clásico seguirán imperando, disfrazados bajo fórmulas innovadoras? ¿Analizar será tarea exclusiva de las máquinas? ¿Viviremos en un mundo con los mismos problemas, pero con obsesiones diferentes? El conocimiento de hoy no basta para perfilar el futuro.

 

Rosa E. Pellegrino


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