Letra veguera | Mi retrato de Mujica

16/05/2025.- Lo vi en su casa de campo en Uruguay, invitado por algunos compañeros argentinos, antiguos Tupamaros, militantes de Los Sin Tierra de Brasil, una calurosa Navidad, y unas compañeras de algún modo vencidas por lo que más se parecía al escepticismo o esa desilusión que se adosaba en los esqueletos donde la conciencia vagaba con culpa "pagana", como la de los cristianos que ignoran esas grutas agrias y "pecaminosas" del Carnaval del Sur, y me sobrecogió una sensación casi metálica apenas lo vi caminando entre las matas de una casa tan triste como él, mustio y gris: ya Pepe no era Mujica, no era el legendario y problemático de años atrás que creía en la justicia, en la equidad, en los pobres.

Ese mito fue derrumbado por otro mito que para aquel entonces no tenía "explicación" y fue sustituido por otro como de platina, de madeja, de poca firmeza y coherencia: otro mito de baja ralea le enredó la lengua y le bajó el rigor y el heroico papel que libró en sus ideales de libertad, de lucha contra el capitalismo.

Debo confesar que lo admiré y, como ya se fue, esa admiración es una cosa similar a la de una novela vaquera de mi adolescencia; existe como un recuerdo cuesta arriba, y yo que no profeso ni fe ni religión alguna, sin embargo me duele su páncreas enfermo, doliendo en esa vejez inevitable.

Lo admiré, repito, pero es imposible olvidar sus disparates contra Chávez, contra Cristina; sus declaraciones a favor de Israel y otros etcéteras que ya no recuerdo.

Ese es mi retrato de Mujica. 

 

Federico Ruiz Tirado


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