Micromentarios | Este mundo absurdo
13/05/2025.- En las semanas precedentes y en esta he venido presentando una selección de las informaciones curiosas que conformaron mi libro Vine, vi, reí, publicado en 2006 por la editorial Random House Mondadori.
Tal edición dejó de circular cuando dicha casa editora abandonó el país por razones políticas. Las muestro para ver si a alguien le interesa publicarlo nuevamente, por supuesto, en una versión actualizada.
"Conozca Utah primero"
A mediados de los años ochenta del siglo XX, varias empresas de Utah, en los Estados Unidos, se unieron a la oficina de turismo local para lanzar una campaña destinada a exaltar las bellezas naturales de ese estado, con miras a que sus habitantes pasaran sus vacaciones en él.
Entre las actividades que se organizaron dentro de esa campaña, una de tales empresas —una cadena de tiendas— patrocinó un concurso de fotografías llamado "Conozca Utah Primero", en el que los participantes debían enviar, exclusivamente, imágenes que destacaran los múltiples centros de atracción turística de ese estado.
Sin embargo, los mismos organizadores del concurso fotográfico no estaban muy convencidos de las posibilidades turísticas del estado, porque el premio a la mejor imagen consistía en un viaje para dos personas, con todos los gastos pagados durante una semana, pero a Hawái.
No llena los requisitos
Un contador estadounidense, residenciado en Washington, había solicitado por la vía ordinaria un empleo en cierta oficina del gobierno.
Mientras esperaba que se tramitara su solicitud, el contador conoció, por casualidad y gracias a un amigo, al jefe de esa oficina, quien, al conversar con él, lo contrató de inmediato.
Varios meses después y mientras ejercía su empleo, recibió en su casa una carta con la cual le devolvían su solicitud.
La misiva indicaba que, desgraciadamente, no podían aceptarlo porque no llenaba los requisitos para el cargo.
Lo más llamativo de la carta es que venía firmada por él mismo.
Como el año pasado
Dos cazadores de la ciudad estadounidense de Chicago alquilaron un pequeño avión para que los llevara a la zona boscosa, al norte de Canadá.
Convinieron con el piloto en que permanecerían dos semanas en la región, luego de transcurridas las cuales, él debía recogerlos en el mismo lugar donde los había dejado.
Pasaron las dos semanas y, cuando el piloto regresó, vio que sus clientes habían cazado dos enormes búfalos.
—Disculpen —dijo—, pero este avión es muy pequeño y no puede cargar sino un solo búfalo. El otro, tendrán que dejarlo aquí.
—¡Pero si el año pasado el piloto nos permitió llevar dos búfalos parecidos en un avión igual a este! —protestó uno de los cazadores.
Tras unos minutos de discusión y, ante la perspectiva de que no le pagasen, el piloto cedió:
—Está bien —dijo—, si lo hicieron el año pasado, supongo que también podremos hacerlo ahora.
Con mucho esfuerzo, entre los dos cazadores y el piloto lograron subir a los dos animales muertos al avión.
Pero luego, cuando intentaron elevarse, el avión no pudo ganar altura debido al excesivo peso y se estrelló contra una colina cercana.
Minutos después, los tres hombres salieron a rastras del avión que, para su fortuna, no se incendió, y miraron en torno suyo.
Uno de los cazadores le preguntó al otro:
—¿Tienes idea de dónde estamos?
—Sí —contestó el segundo cazador—. Me parece que estamos a más o menos dos millas a la izquierda de donde nos estrellamos el año pasado.
Armando José Sequera