Libros libres | Javier Villafañe entre títeres cuentos y recuerdos
11/05/2025.- Durante una Feria del Libro celebrada en Caracas hace algunos años, andaba yo husmeando como ratón de bibliotecas cuando de pronto saltó a mi vista y a mis manos un pequeño volumen de cuentos de uno de los escritores más entrañables que conocí durante mi primera juventud (ahora vivo la cuarta) y a quien por varias razones siempre consideré una de las personas (y personajes) más encantadoras que me fuese dado conocer: Javier Villafañe (Buenos Aires, 1909-1996). Corrían los años setenta en la ciudad de Mérida y yo iba de arriba abajo recorriendo calles de aquella ciudad, disfrutando de su clima, paisajes y de la cercanía de escritores y artistas, cineastas y fotógrafos, bohemios y músicos, estudiantes y profesores de la universidad. Entre todos ellos destacaba este argentino enamorado de nuestro país, titiritero, poeta, cuentista, cuentero y bohemio con gracia que supo desplegar su ingenio para encantarnos a todos nosotros.
Se encargó Javier de una pequeña librería en Mérida llamada El Caracol, en la que también había una galería acogedora donde solía asistir acompañado de su esposa Lucrecia Chávez y adonde íbamos a reunirnos de cuando en cuando; también a su casa con títeres, libros, cuadros, canciones. Javier, con su barba blanquecina y sus bragas de obrero, su sonrisa plena y su decir gracioso, nos encantó a todos. A él le debo mucho en lo relativo a orientación literaria; fue uno de quienes gestionó la publicación de mis primeros microrrelatos en Argentina y Brasil y una de las personas más divertidas, creativas e inteligentes de aquel entonces. Como titiritero era muy célebre; cumplía una ruta quijotesca en España por los caminos de La Mancha, acompañado de varios Sanchos Panzas. Su nombre figura en la gran Enciclopedia Mundial de los Titiriteros. Recuerdo que en las ediciones de la Universidad de Los Andes a Javier le editaron su libro Los cuentos que me contaron, obra que tuvo un positivo influjo en quienes nos dedicamos a escribir relatos y a echar cuentos.
Ahora mismo me quedo leyendo y contemplando este volumen editado en Argentina bajo el título de La cucaracha (Desde la gente, Buenos Aires, 2020), donde nuestro autor reúne quince cuentos que pueden ser considerados magistrales. Su hijo Juano Villafañe nos informa en la presentación del volumen que este fue editado por primera vez en 1967 en Buenos Aires para conmemorar los 111 años del nacimiento del autor, anotando ahí que “Javier Villafañe recuperó el sentido de la fábula, la oralidad, la inventiva popular y le dio mucha teatralidad a sus relatos. Sus escritos remiten a veces al absurdo, al realismo mágico, al coloquialismo extremo. Su narrativa sin duda se instala en la gran tradición literaria del cuento argentino”. Como a mí me gustan todos los cuentos de este libro, voy a seleccionar el inicio del que le otorga título al volumen, para plasmar aquí una parte mínima del estilo de nuestro narrador:
“Una vez había un hombre que vivía solo. Era periodista. Trabajaba en un diario desde la seis de la mañana hasta la medianoche. Cuando terminaba de trabajar salía del diario; caminaba unas cuadras; comía en un restaurante y después iba a un bar a tomar cerveza. Al amanecer regresaba a su casa. En su casa —era un pequeño departamento— no tenía un solo mueble, ni cama tenía, ni una silla en qué sentarse. Había unos clavos en la pared en donde colgaba el saco, el pantalón y la camisa. Dormía en el suelo. En invierno cuando hacía frío se envolvía en una frazada (…) Le gustaba tomar cerveza. Todo el día tomaba cerveza; a la mañana, a la tarde, a la noche. Siempre llegaba a su casa con dos o tres botellas de cerveza. (…) Una madrugada, cuando se acostó en el suelo para dormir, vio a una cucaracha que salía de un agujero del zócalo. La vio caminar, detenerse y acostarse cerca de su cabeza”. (Javier Villafañe)
Gabriel Jiménez Emán