Templanza económica | La cachiporra arancelaria de Donald Trump
02/05/2025.- Desde la época de la imposición del credo del laissez faire sobre las teorías mercantilistas, el debate sobre los aranceles no había estado tan enrarecido como en este momento. Sabemos que el proteccionismo y el desprecio al multilateralismo siempre han sido las políticas de comercio internacional de los Estados Unidos. Aun así, míster Trump ha elevado el proteccionismo económico a niveles impensados, con fines alejados de la justa intención de activar el modelo productivo de su país, en franco agotamiento frente a las economías emergentes del este asiático.
En este artículo, propongo denominar 'cachiporra arancelaria' a la tosca política internacional de usar los derechos de importación como objeto contundente, alejado de cualquier estrategia económica. Mediante esta analogía, sostengo que Trump emplea los aranceles como si blandiera una cachiporra, utilizando una táctica geopolítica de presión inmediata que busca acelerar la confrontación mundial para esquivar las amenazas al orden establecido tras la Segunda Guerra Mundial.
Donald Trump eleva los aranceles de manera agresiva para fracturar el nuevo orden pluripolar y multicéntrico que está surgiendo, tal cual lo auguraba el comandante Chávez. Advierte Joseph Stiglitz que, en pleno siglo XXI, los aranceles de Trump carecen de base teórica sólida, ya que generan ineficiencias y guerras comerciales sin propósitos de negociación claros. Indica que usar los aranceles como arma de presión internacional es una estrategia poco eficaz a largo plazo y perjudicial para la economía global. Con la unipolaridad de los años noventa amenazada, no existe duda alguna sobre la crisis civilizatoria transitada por la humanidad, cuyas exigencias no encuentran explicación ni recetario teórico.
Vivimos tiempos de reacomodo y tendencia a nuevos equilibrios en cuatro bloques geopolíticos. El emergente bloque del sur global con la pretensión de su representatividad en los Brics, cuyo motor es la alianza Rusia-China. Estados Unidos, en tres frentes: el decadente bloque Estados Unidos-Europa, en Occidente, con el brazo armado llamado OTAN; en Oriente, la alianza Estados Unidos-Japón-Corea del Sur-Taiwán; y, en el Medio Oriente, la alianza genocida con Israel. Por otro lado, el Reino Unido post-Brexit, con ejes en todos los continentes, formados por Inglaterra, Australia, Canadá y las posesiones menores. Finalmente, África, Latinoamérica y el Caribe, pivotando entre los polos ya nombrados y las alianzas subregionales como la Unión Africana o la alianza ALBA-TCP.
La cachiporra arancelaria le sirve a Trump para repartir porrazos geoestratégicos a diestra y siniestra, junto con las medidas coercitivas unilaterales para delimitar los dominios de Estados Unidos. Se evidencia en la pretendida compra de Groenlandia, la redenominación del golfo de México como golfo de América y la redención de las antiguas bases militares del Comando Sur en las laderas del canal de Panamá. Ha usado a China como punto de choque, imponiendo aranceles masivos a sus productos y desatando una guerra comercial. Genera tensiones con los propios aliados de Estados Unidos. Aplica gravámenes al acero y aluminio de la UE, Canadá y México, argumentando "seguridad nacional". En apariencias, busca revitalizar la manufactura estadounidense, pero los aranceles inflan costos y afectan directamente el nivel de empleo, perjudicando a trabajadores portuarios, agricultores y consumidores.
El balance de la guerra arancelaria desatada ha sido que cada golpetazo propinado a los circuitos económicos internacionales se revierte como búmeran a su propia economía doméstica. China ha sustituido la importación de soya y gas, principales renglones de la balanza comercial con Estados Unidos. En cambio, ha reforzado la alianza Brics, al comprar, desde enero, en Brasil, la totalidad de la soya, antes traída de Estados Unidos, y el gas, a Rusia, mediante un gasoducto binacional. El metanol lo seguirá trayendo de EE. UU. (Venezuela puede suministrarle ese componente ampliando las instalaciones de Metor).
Otro factor es el desempleo en el sector agrícola y de los trabajadores portuarios, debido al blanqueo de nominaciones de carga procedentes de Shanghái, cuyo peso en el tráfico comercial de Estados Unidos era 37 %. Se ha reseñado que los aranceles buscan beneficiar a sectores industriales clave para su base electoral, como el acero en Pensilvania, y a empresarios aliados, como tecnología en California.
Los aranceles se usan como herramienta de poder de clase, como bien señaló Marx en 1848, cuando denunciaba el librecambismo como dictadura de la burguesía. En la actualidad, la cachiporra arancelaria de Trump es la tiranía del capitalismo monopolista en crisis: un golpe sin rumbo, que confunde protección con dominación. ¿Cuál doctrina económica anima a Trump en su desenfrenada carrera aparentemente aislacionista?
Marcial Arenas