Las dos orillas | La concreción de las distopías literarias. Parte II
23/11/2025.- En el artículo de hoy comentamos cómo se ha ido tejiendo la literatura de anticipación con la actualidad conflictiva mundial. Lo que hemos llamado la tercera guerra mundial silente, es una realidad incuestionable, tanto que las estructuras narrativas y los significantes simbólicos encuentran validación en la ambigüedad moral, la despersonalización, el anonimato, los ciclos de violencia y repetición que ubicamos tanto en la literatura de anticipación como en los conflictos del presente.
La Llteratura como memoria y reescritura de la guerra
La guerra constituye uno de los grandes temas universales de la literatura. Los textos literarios que abordan la guerra se fundamentan en narrativas previas, testimonios, mitos y ficciones, generando un ciclo en el que cada obra dialoga tanto con las que la anteceden como con las que la suceden. Por ejemplo, La Ilíada de Homero establece un modelo para las narrativas bélicas que reescribirán innumerables textos posteriores. La literatura de la Primera y la Segunda Guerra Mundial, como la de Remarque, Hemingway y Grossman, se nutre de motivos, imágenes y dilemas morales ya presentes en textos antiguos y contemporáneos, recreándolos y adaptándolos a nuevas realidades históricas y culturales.
Segmentación y guerra fuera y dentro del escenario
Los conflictos de ahora ya no son entre naciones homogéneas, sino entre facciones, milicias, organizaciones criminales, grupos terroristas, que están debilitando a los estados y presentándonos un escenario de violencia descentralizada y fragmentada. Pensemos, por ejemplo, en Siria, Yemen o el Sahel, naciones partidas donde la violencia es cosa de cada día, con múltiples actores peleando por control territorial, recursos y poder. La realidad de aquellas zonas parece una copia de lo narrado en libros como La carretera de Cormac McCarthy y otras distopías que ubican a sus lectores en mundos colapsados donde la supervivencia depende de moverse a ciegas entre amenazas vagas pero constantes. Por ello, las zonas de conflicto moderno exhiben paisajes de descomposición social, donde las formas tradicionales de autoridad se han visto sustituidas por dinámicas caóticas y una violencia omnipresente que reinterpreta las reglas del juego político, humanitario y el concepto mismo de la guerra.
Desinformación, guerra informativa y negación de la verdad
La lucha por desinformar, las “fake news”, los ciberataques y la manipulación mediática son armas tan incendiarias como los misiles que están haciendo que los actuales conflictos sean batallas por las mentes y las percepciones colectivas. Fahrenheit 451 de Ray Bradbury y 1984 de George Orwell se vuelven proféticas al mostrar situaciones en las que la realidad es distorsionada y la información se convierte en un medio de control total. Estas ficciones anticipan la guerra digital y la propaganda que manipula a sociedades enteras, desestabiliza gobiernos y núcleos de poder y se plantean como tácticas a corto y medio plazo. En un mundo donde la separación entre lo verdadero y lo falso se vuelve borrosa, el espacio de la información es el nuevo campo de batalla, lo cual cambia las reglas de la guerra y el grado de control político.
Zona Gris vs Venezuela
El ejemplo venezolano muestra cómo la guerra híbrida y la presión extranjera pueden socavar a un gobierno y a un continente sin necesidad de una guerra convencional. La disputa por los recursos estratégicos como el petróleo y el oro, convierte a Venezuela en una presa para Estados Unidos y otros actores mundiales que han venido generando conflictos y tensiones.
Este panorama se enreda aún más con la multiplicación de actores no estatales, como grupos armados irregulares que actúan en las fronteras, muchas veces bajo el patrocinio o la connivencia de estados vecinos, y que afectan directamente la paz regional y la estabilidad interna. Las acciones estadounidenses contra Venezuela, como la Operación Gedeón en 2020, ejemplifican el empleo de estrategias híbridas: sanciones, presión diplomática, operaciones clandestinas y apoyo a mercenarios y contratistas privados, evitando los costos políticos y militares de una invasión convencional.
La subcontratación de violencia tal como lo ejemplifican casos como Silvercorp, expone cómo la privatización de la guerra cambia la dinámica y el equilibrio de poder en las guerras contemporáneas. La internacionalización de estos agentes privados y una frontera cada vez más desdibujada entre lo estatal y lo no estatal, pone a los Estados en un lugar vulnerable frente a intereses transnacionales y a redes difusas de poder.
Esta forma de operar —fragmentación, operaciones simultáneas conocidas como guerras de enjambre, vacío— reproduce con inquietante exactitud paisajes anticipados en la ficción científica y en las distopías, reflejando dilemas éticos, políticos y sociales que surgen cuando la provisión de recursos y la gestión de la violencia se descentralizan: El actual ecosistema de conflicto armado (globalmente interconectado, con tercerización de la guerra) pone en tela de juicio los marcos tradicionales y plantea desafiantes preguntas sobre la complejidad de la violencia contemporánea.
Armando Carrieri
