Hablemos de eso | ¿Vas en submarino o lancha?

23/11/2025.- Buscando opiniones sobre el señor Mamdani, que recién había ganado la alcaldía de la ciudad de Nueva York, entro en la página de CNN, que ofrece información sobre la opinión de distintos medios sobre el “revés de Trump”. Porque sería una gran derrota del que se ha declarado rival de CNN y al que esta cadena confronta directamente. Estoy en eso cuando me tropiezo con una publicidad, es solo una imagen partida en dos: en la parte superior puede identificarse la torreta y el cuerpo de un submarino atómico, viene acompañado de la palabra “libertad”, en la parte inferior aparece cruzando las olas una lancha de dos motores, de los objetivos preferidos hasta ahora por la flota estadounidense que ronda el Caribe, esta viene acompañada de la palabra “corrupción”. No dice más.

No se sabe quién la publica y, por supuesto, no estoy en capacidad de averiguarlo. Pero ¿A quién se le puede ocurrir asociar la libertad con un submarino atómico? Si alguien la asociara con un velero, sería una asociación usual: el velero implica una inmensa autonomía del navegante, que no depende del combustible y que puede, incluso, navegarse solo; no es difícil imaginarlo frente a la amplitud del mar (de la mar infinita), donde todos los caminos parecen posibles. Un submarino es todo lo contrario: la tripulación, si acaso puede salir muy de vez en cuando a ver el mar, de resto está encerrada (presa) en una trampa de metal.

Me pongo a averiguar sobre submarinos atómicos o de propulsión nuclear y confirmo lo que ya había escuchado, de que no necesariamente lleva armas nucleares. Pero que siempre es considerado “un arma disuasiva”. Y la búsqueda de qué es eso de un arma disuasiva me conduce a la “teoría de la disuasión”. Esta se formuló durante el tiempo de la llamada “Guerra Fría”, cuando el poderío nuclear de Estados Unidos y la Unión Soviética empezaron a ser tales, que una guerra frontal entre ellos implica no solamente la destrucción de ambos, sino también la destrucción del mundo que conocemos. Los submarinos nucleares podrían entonces permanecer escondidos bajo el agua, a salvo del desastre ,y si alguien sobrevivía, podría ser atacado todavía por el arsenal que se habría preservado en el fondo de algún océano. La disuasión sería entonces la condición de generar en el enemigo la convicción de que no importa lo que haga, pues no podrían sobrevivir ni siquiera los escondidos en alguna bóveda antinuclear.

El submarino, pues, simboliza la locura asesina del poder…

¿Y la lancha? Podría ser si acaso símbolo de precariedad y arrojo, de gente que se expone a salir a mar abierto en una embarcación pequeña, mínima frente a los monstruos metálicos de los barcos de guerra. Nuestra cultura de televisión y cine nos lleva siempre a asociar la corrupción con palacetes, negocios en restaurantes lujosos, con gordos riéndose o sobándose las manos mientras trasladan fondos a bancos en Suiza o las Islas Caimán. Si se quiere una asociación marítima sería con un yate de lujo rumbo a la isla de Epstein. Si se le persigue, es mejor una averiguación de contraloría o de policías especializadas, nunca con un portaviones (el USS Gerald Ford, “el más grande del mundo”, “con chorrocientos aviones de combate”, a decir de quienes intentan infundirnos miedo).

Si la imagen introducida en las noticias es parte de la guerra psicológica, esa que acompaña desde siempre a todas las formas de guerra, creo que habría que denunciar que se están robando esos reales…

Mientras tanto…

El presidente Maduro nos ha repetido que la estrategia de defensa de la paz exige “resistencia activa prolongada y ofensiva permanente”. La consolidación de la unidad nacional y la movilización popular están indisolublemente ligada al avance de nuestra democracia participativa y protagónica: “Atención alcaldes, atención gobernadores y gobernadoras, ministros y ministras, atención Maduro, es contigo… el gobierno es desde las comunidades y comunas, junto al pueblo”, declaraba el Presidente. Esta cuarta Consulta Popular Nacional es un ejercicio del poder popular, que no se queda solo en su comunidad, sino que consolida una verdadera democracia, que el pueblo gobierne.

 


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