Estoy almado | Una victoria más

Si en algo han fallado los halcones de la guerra que rodean a Trump es tratar de generar angustia y miedo en la población venezolana, a través del desproporcionado despliegue militar estadounidense que mantienen en el Caribe, cerca de las costas venezolanas. En Caracas, sede de los poderes públicos, incluyendo el palacio Miraflores, la dinámica es vibrante: expansivo movimiento comercial, alta movilidad vehicular y peatonal, diversas jornadas sociales, concurridos eventos de entretenimiento y una navidad prematura que poco a poco empieza a instalarse en el sentipensar popular.

Con más de 60 días de asedio militar, los republicanos en la Casa Blanca esperaban otro resultado. Medios estadounidenses señalaban que parte de la intención de Trump de mostrar un agresivo arsenal bélico en el mar Caribe era causar zozobra en el ciudadano común en Venezuela, provocar una especie de histeria colectiva; una conmoción nacional que haga tambalear al gobierno, a la Revolución Bolivariana.

Afortunadamente, esas tácticas no mellan la estabilidad del pueblo. Quizás tengamos una coraza formada con el fragor de los hechos sobrevenidos que hemos vivido, no sólo con Maduro, sino desde Chávez hasta hoy. Todos los eventos han sido auspiciados por algunos sectores antichavistas, que han hecho lo impensable para asaltar el poder. 

No es poca cosa: han intentado desde fallidos magnicidios, una invasión por Cúcuta, boicot a la economía, a los servicios públicos; paro petrolero, golpe de Estado, solicitud expresa de bloqueo, sanciones y un largo etcétera que no caben en una columna. Hoy esos sectores proclives a la desestabilización, cedieron el testigo a una nación extranjera. Esperan que desde afuera concreten el mal que ellos no pudieron. Porque no les importa nada. Añoran que pase lo peor; como el ruin que permite que lancen una bomba incendiaria a su casa, sin importar que destruya su terruño y se quemen los suyos. 

En el campo simbólico y de percepciones, los halcones de la guerra necesitaban que la población se resignara a justificar una agresión a su propio país. Intentaron que la disociación fuera moneda común. 

Pero la victoria es evidente, a pesar de las mentiras en redes que sostienen una versión distorsionada del país. El sentipensar colectivo tiene una coraza frente a cualquier guerra psicológica promovida desde el extranjero o que signifique una agresión a la cotidianidad común; a lo que somos y afrontamos a diario, incluyendo nuestras adversidades y desafíos sociales.    

Si por error hubiera una minoría que espera resignada que le ocurriera algo malo a su país, para satisfacer la ambición de una potencia foránea o de los que están afuera, desconocen o subestiman la conciencia e inteligencia de la mayoría de la población. En este momento la paz es uno de los bienes más preciados para construir, hacer, innovar, soñar, emprender; para seguir viviendo, y avanzar hacia el futuro.

Los pajaritos preñaos podrán funcionar afuera: en la Casa Blanca, en la CIA, en los pasillos del Pentágono. Nuestro país está curado de incertidumbres que pretenden ser inoculadas desde el extranjero. La guerra psicológica fracasó, aunque en el Norte no lo entiendan. Esa es una victoria que cuenta. Una más. 

 

Manuel Palma 


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