Retina | El Nobel de Trump
06/10/2025.- La decadencia no tiene que ser rápida. En su trayecto genera momentos que parecen una anomalía política, cuando en verdad son síntoma recurrente del hundimiento. Fusión de riqueza, narcisismo y apetito insaciable de poder. Nerón, que cantaba mientras Roma ardía. Trump tuitea en medio de una crisis nacional. Es director, protagonista y único espectador de su propio drama.
Eso de MAGA, del inglés "Hacer a América grande otra vez", se parece más a "Hacer mucho más grande a Trump".
Acciones y declaraciones del presidente de Estados Unidos, contradictorias y de apariencia ingenua, siempre perversas, pueden hacernos dudar de la deriva a que conducen, pero todos podemos percibir, inequívocamente, que es muy grande el ego de Donald Trump.
Imagino que se ve a sí mismo como una versión actualizada de los emperadores romanos. Trump parece vivir en un reality show. Calígula nombró cónsul a su caballo, Incitatus. Inauguró el arquetipo del gobernante que confunde el Estado con el patio de recreo de su narcisismo. Trump nombró a Marco Rubio, una figura de la que siempre se ha burlado, secretario de Estado y le dio la tarea de usar un colosal poderío militar para hundir botes en el Caribe.
De esta manera compensa su necesidad patológica de ser centro de atención y su convicción de que puede disparar a cualquiera, en cualquier parte, sin sufrir consecuencias. Mucha megalomanía desquiciada.
Con Calígula comparte también su necesidad de autoglorificación. No contento con su presencia en el escenario mediático, Trump ha ordenado que se le otorgue el premio Nobel de la Paz. Ha dicho que, si no se le otorga, será una ofensa para Estados Unidos. Casi dice estar dispuesto a la guerra para conseguir un Nobel de la Paz. Lógica caligulesca: la realidad es moldeable a los caprichos del emperador.
Quizás la Academia Sueca debería considerar la creación de un nuevo galardón: el Nobel de la Guerra. Sería el reconocimiento perfecto para una figura que susurra palabras de paz, alimenta conflictos, vende armamento para esos conflictos y usa la política exterior como herramienta de propaganda personal.
Trump no se considera un candidato. Se siente patrono del premio. Si Calígula pudo ser proclamado dios por un Senado servil, ¿por qué Trump no podría recibir un Nobel de una academia asustada? Culminación lógica de un culto a la personalidad donde la derrota se vende como victoria y la inestabilidad como genialidad.
Freddy Fernández
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