Al derecho y al revés | Asesinato en EE. UU.: Algo no cuadra

17/09/2025.- Confieso que, como la más inmensa mayoría de los venezolanos, desconocía vida y milagros de Charlie Kirk hasta el día de su muerte, cuando en redes y medios apareció la imagen siempre descompuesta del presidente Donald Trump pidiendo castigo para los asesinos, a quienes —sin pruebas— señaló como “izquierdistas”, —lo que en EE. UU. es otra manera de llamar a los militantes más radicales del partido Demócrata—.

La calificación del recién asesinado, que a manera de introducción Trump recitó en tono de azafata anunciando la caída del avión en el que ella viaja, fue tan florida que pensé que habían matado a un premio Nobel o un gran inventor, porque ese nombre no lo recuerdo entre los grandes ricos que desde “el asiento de atrás” manejan Estados Unidos.

Pero no, por ese lado no apareció el nombre de Charlie Kirk en ninguna lista hasta que usé un buscador y salió “activista político conservador estadounidense”, lo que me lleva a entender que Charlie Kirk fue un joven aliado político del presidente yanqui, muy útil para captar universitarios que son por naturaleza poco dados a aceptar las boberías que recita Trump tras el teleprompter, y en las que solo el presidente y sus más convencidos militantes creen.

Charlie Kirk murió dando la cara por Trump y arriesgando en cada foro a ser derrotado por estudiantes armados de dos ingenios ofensivos imbatibles: la verdad y la razón.

Y aquí caemos en lo que hizo a Kirk un eficiente buscador de votos universitarios para Trump, ojo; los universitarios, si bien rechazan las mentiras y también la violencia que son como marca de fábrica del candidato del grupo MAGA, como señalan encuestas hechas en ese país, al mismo tiempo aceptan la verborrea antisistema de Donald Trump, siendo que la mayoría de ellos están endeudados para poder graduarse —salvo los ricos de cuna—.

Y así, Charlie Kirk recorría el país visitando universidades, ganando unos votos aquí y otros allá, por encima de sus propuestas poco democráticas y hasta retrógradas.

Y así volvemos a Venezuela, donde al joven asesinado no lo conocíamos y donde, sin embargo, un pequeño grupillo de señoras y señores de tercera o cuarta edad se han dado a la tarea de ensalzar a la víctima de una violencia que el occiso venía construyendo, llegando esas señoras y señores al colmo de acusar, y en esto se copiaron del presidente Trump, a nuestro gobierno y a la alianza de partidos que está en Miraflores, “por no haber decretado tres días de duelo por la muerte de Kirk”.

¡Chucha madre! Algo que la Unión Europea rechazó de plano, con casi todos los diputados golpeando las curules apenas la Von der Leyen anunció la votación.

Estas damas y caballeros nefelibatas, evidentemente, nunca escucharon las intervenciones de Charlie Kirk, o si las escucharon alguna vez, son indignos de tener nuestra nacionalidad: a ver.

Quienes se tomen la molestia de investigar por encima los temas desarrollados por Charlie Kirk en sus intervenciones, verán con asombro una ristra de mentiras repetidas en voz alta, todas peligrosas, en un país donde se puede comprar un arma de guerra por correo.

Negó el genocidio que lleva a cabo Israel y Netanyahu contra los palestinos con el argumento según el cual “los palestinos no existen” (sic).

A los latinos nos despachaba con el “argumento” “todos son ladrones” y lo peor les tocó a los afros cuando el asesinado afirmó que “mejor era Estados Unidos en los años 40 del siglo pasado”, cuando había discriminación racial y hordas de blancos asesinaron cobardemente 4.000 ciudadanos de color por el método del linchamiento.

Dijo odiar a Claudia Sheinbaum, la presidenta de México.

Las redes de Kirk tenían 5 millones de seguidores, lo cual no es tanto si tomamos en cuenta que EE. UU. tiene más de 300 millones de habitantes, y que el grupo de personas que le tenía rabia era posiblemente mayor.

Afortunadamente o extrañamente, porque en el cuento oficial hay dudas no despejadas, el sindicado como asesino no es árabe, palestino, latino, mexicano o negro; es un blanco, de familia republicana como ahora es Trump, mormón, y como dijo Spencer Cox, el gobernador de Utah, “es de los nuestros”, aunque al día siguiente afirmó que “tiene ideología algo de izquierda”.

En lo que Cox se parece al presidente Trump es que, después que afirmó —sin pruebas— que “el asesino es un izquierdista”, ahora cambió el tema y anuncia, en medio del duelo que acaba de proclamar, “que va a inaugurar una pista de baile en la Casa Blanca”.

Nada: muchas piezas no encajan, comenzando porque Charlie Kirk se estaba separando de Israel, país que visitó hace tres semanas y cuyo presidente —el carnicero de Gaza— fue el primero en lamentar “la pérdida”. Veremos.

 

Domingo Alberto Rangel


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