Letra fría | Un último adiós para Palmieri

22/08/2025.- Podría fácilmente pasar lo que me queda de vida escribiendo o hablando de Palmieri, pero trataré de dejarlo hasta aquí, si es que puedo. Lo mismo podría decir del compadre Kike Gavilán, quien se mandó, por cierto, un tremendo artículo sobre el disco Champagne, que me leí esta mañana, y me quedé con ganas, ¡esa pluma acústica, de pana que se las trae! Y el otro palmierómano, aparte de José Pulido, Juan Sará, Alí Ramón Rojas Olaya y tantos otros, es mi hijo Marcel, que también tiene un excelente trabajo sobre el vinilo Harlem River Drive, para solo nombrar los que recuerdo. Pero con solo ellos bastaría para iniciar otra serie dedicada a Eddie Palmieri.

De los carajitos, de quienes me puedo ufanar de iniciarlos en la fanaticada del músico más talentoso de la salsa o de la música afrocaribeña como él, sin que le faltaran razones, prefería llamarla. Cuando la semana pasada, Jesús Arteaga me invitó a Radio Rebelde en Catialingrado, yo iba armado con un texto. Escribí sobre la “ñangaridad” de Palmieri, pero me quedé corto. Aunque ni hizo mucha  falta, porque los rebeldes estaban más interesados en la música de Palmieri que en la política, pero igual, veamos lo que dicen los muchachos.

Agrego pues, los textos de mis iniciados. Kike dice: “Para entender bien la trascendencia de Champagne hay que situarse en el contexto de la revolución musical y social que representó el boogaloo durante la década de 1960, una fusión entre la música afrocaribeña y la afroamericana, desarrollada en Nueva York por jóvenes de origen latino, en su mayoría puertorriqueños, también llamada shingaling. Esta juventud estaba ávida de una expresión propia. Se criaron escuchando la música de sus padres y abuelos: mambo, chachachá, son montuno, bomba, plena, guaguancó, etcétera. Esa música no se ajustaba a su realidad urbana. Estaban muy cercanos a la música afroamericana, a la lucha por los derechos civiles en Estados Unidos y necesitaban su propia y genuina expresión. El boogaloo nació como un efecto de combustión espontánea y fue un boom entre los jóvenes latinos, llegando a ser más que una moda, un estilo de vida”.

Y mi querido Marcel le mete diente al jazz: “Para los fundamentalistas de la salsa, con el disco Harlem River Drive (1971), de Eddie Palmieri, ocurrió lo mismo que pasaría un año antes con el disco Bitches Brew, de Miles Davis (1970), recibido por los fundamentalistas del jazz como un disparate y una ofensa al reputado público del género musical. Sin embargo, Harlem River Drive se convirtió en un referente importante para la izquierda radical norteamericana, coleccionistas de música y disc jockeys. De alguna manera Harlem River Drive es el disco que le pone un punto y final a la era del boogaloo de la década del sesenta de una manera profunda y conceptual”.

Pero el rector Alí Ramón no se quedó atrás: “¿Quién es el maestro del jazz latino y la salsa que fusionó ritmo, identidad y compromiso social, dejando un legado inmortal en la cultura latina? ¿Quién es el maestro que fundó en 1961 La Perfecta, una orquesta que rompió esquemas al reemplazar trompetas con trombones, dando lugar a una sonoridad poderosa y moderna que redefinió la salsa neoyorquina? ¿Quién es el virtuoso del piano que además fue defensor del poder político de la música y un artista comprometido con la comunidad latina en Estados Unidos? ¿Quién es el pensador musical que estudió los ritmos africanos y en su honor compuso Lucumí, Macumba y Voodoo? ¿Quién es el maestro cuyos conciertos eran verdaderas ceremonias de energía y reflexión social, donde el sabor del ritmo se cruzaba con mensajes de dignidad y resistencia?

Hace unos días desempolvé el disco de vinilo Harlem River Drive, magnífica fusión que Eddie Palmieri hace del soul, funk, rhythm and blues y salsa. Era Un día bonito. Lo puse en el viejo plato del cuarto de la música. Una amiga, a quien llamamos Muñeca, cuando oyó tanta magia musical, gritó ¡Azúcar pa’ ti! y dijo a los cuatro costados Vámonos pa'l monte. Yo le pregunté ¿al monte de la Guajira en azul? Un amigo, por su parte, estaba reacio a escucharlo. Le dije, Óyelo que te conviene, es un acto de Justicia. Lo oigo con una condición, me dijo. ¿Cuál? Que me compres un Chocolate ice cream. ¡Sí va! Me confesó que le gustó el swing, tiene saoco, es un Ritmo alegre que hay que celebrar con las Palmas. Y, después de comer La malanga, Palo pa' rumba. Al rato llegó Noble Cruise, un vecino a quien apodan El molestoso, tarareando El día que me quieras. Al ver a una amiga antioqueña que estaba de visita, le dijo: Colombia, te canto. Así es la vida, todo un Revolt. El Emperador de la Salsa, nacido el 15 de diciembre de 1936, en el deprimido Harlem del Este de Nueva York, siempre fue un defensor de la independencia borincana. En una ocasión un gringo supremacista le preguntó si quería Puerto Rico ser libre. Su respuesta fue clara. ¿La libertad? Lógico”.

¡Sencillamente genial!

No prometo nada. ¡Pero trataré de dejar esto hasta aquí! Abrazos.

Humberto Márquez 


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