Tinte polisémico |Trabajador@s "beduinos" en las carreteras del estado
22/08/2025.- Mensualmente viajo desde el Distrito Capital, donde habito, hasta el Municipio José Tadeo Monagas, específicamente a la población de Altagracia de Orituco. Este trayecto, dadas las circunstancias y condiciones de las vías terrestres de comunicación actualmente, implica atravesar parte de las geografías de los estados Miranda, Aragua y Guárico.
La ruta que escojo parte desde Caracas, tomando la Autopista Regional del Centro (ARC) hasta la población de Charallave, municipio Cristóbal Rojas, en los Valles del Tuy, accedo a la vía que comunica Charallave con Cúa, municipio Urdaneta, ambos en la jurisdicción del estado Miranda y prosigo hasta alcanzar la población de San Casimiro de Güiripa, continuo en dirección a mi destino, y paso por las entradas de las poblaciones de Camatagua, Carmen de Cura, Taguay y la Peñita, estos cinco poblados, ubicados todos en el estado Aragua.
Así continúo en mi ruta y entro en la jurisdicción del estado Guárico, y al fin alcanzo el pueblo de San Rafael de Orituco, una de las parroquias del municipio Monagas, es decir, de la población de Altagracia de Orituco.
Utilizar como ruta alternativa la vía de la costa (Barlovento) guiando por parte de los estados Miranda y Anzoátegui hasta las entradas de Aguas Calientes o a las proximidades de Clarines y por alguno de esos accesos la ruta para alcanzar Guanape y Valle de Guanape, para luego llegar a San José de Guaribe, Paso Real hasta arribar a Altagracia de Orituco es un trayecto muy largl, con sus implicaciones del tiempo de recorrido y el esfuerzo de manejo.
Hay aún una última opción, sin considerar la vía aérea por avioneta o helicóptero, utilizar el camino del bosque tropical lluvioso, para transitar por las montañas del Parque Nacional de Guatopo, accediendo desde Santa Teresa en los Valles del Tuy o desde Caucagua en la zona de Barlovento, hasta Altagracia de Orituco, lo cual no es hoy posible por las condiciones materiales de la carretera, obstruida por derrumbes, así como por varios de sus puentes caídos.
Precisemos, en la ruta descrita en el segundo párrafo (tomando la ARC hasta los Valles del Tuy y cruzando parte del estado Aragua), el tramo con el peor estado físico de la carretera y con la mayor probabilidad de tener un accidente, a causa de los huecos, fallas de bordes, irregularidades de superficie, falta de rayado y señalizaciones preventivas y el deplorable estado general del asfalto, corresponde a la jurisdicción del estado Guárico.
Constituye un reto y toda una batalla para cualquier conductor recurrente y experimentado, de todo tipo y categorías de transportes al transitar el tramo de Guárico para llegar a Altagracia, sin caer en infinidad de huecos y realizar numerosas maniobras para esquivar y eludir los cráteres y evitar accidentes, colisiones, así como el daño que sufren sus vehículos, por las condiciones de deterioro y la falta de mantenimiento de tan importante carretera. Vale la pena destacar, como eventual y adicional peligro de colisión y accidente encontrarse con ganado vacuno, ovejas, chivos y caballos, que acostumbran pastar a ambas orillas de la carretera y su imprevisible cruce de la misma, con el consecuente peligro para los incautos y no previsivos al mando del volante.
Imaginen la situación en el caso de los conductores menos fogueados y de tránsito menos frecuente o esporádico, ¡a qué peligros se enfrentan por desconocer las ubicaciones precisas de todos y cada uno de los huecos, en el caso de cuando llueve, y el agua precipitada, con la oscuridad de la noche que los ocultan!, y ¡adicionen la salida imprevista, desde un gamelotal lateral a la vía, de un fornido toro o un burro cargado de leña o yuca, o un chivo que se lanza desbocado a la carretera. Semovientes en la vía!
No obstante, a lo descrito, ocurre un fenómeno, además de interesante y curioso, conmovedor desde el punto de vista social-económico y merecedor de análisis gerencial y de políticas públicas. He podido comprobar, en mis viajes de ida y retorno a Altagracia, cómo la ciudadanía de forma espontánea ha convertido parte de ese problema, el estado de deterioro de la vía, en una forma de subsistencia.
Mujeres, hombres y niños se dedican a recolectar remanentes de asfalto, ya solidificados, de los bordes de la carretera, para luego trasladarlos a las proximidades de los sectores con hoyos, y de la forma más rudimentaria, los trituran manualmente a fuerza de martillo, mandarrias, cinceles, picos, chícuras y cualquier otra herramienta u objeto contundente disponible, y una vez fracturados y granulados, los amontonan en pequeñas pilas y les prenden fuego. Todo un proceso de “manufactura”.
Hacen así los pobladores de un determinado caserío o sector su propio asfalto, a partir de desechos, a pleno e incandescente sol de la mañana, mediodía o tarde, y una vez que consiguen con el calor generado por el fuego aplicado la consistencia ideal del material reciclado, rellenan con el mismo los huecos y aplanan con sus aperos; con autogestión solventan el bacheo de aquellos huecos que consideran los de mayor peligrosidad para los vehículos y sus pasajeros que transitan la carretera.
Y mientras realizan la tarea de taponar los huecos de la carretera, advierten a los vehículos, con banderines, troncos y ramas improvisados, que están laborando en la carretera, y de forma gentil, solo a los vehículos que se detienen, aprovechan para hacer una pausa en su extenuante labor y les piden a los conductores y pasajeros una colaboración. Así se ganan parte de su sustento diario, bajo el fragor del asfalto caliente por la incandescencia del sol, las fogatas que ablandan el asfalto reciclado y el rudo trabajo de triturar restos de asfalto petrificado con sus propias manos. Cuánto apreciarían una maquinaria.
De mi último viaje de regreso desde Altagracia de Orituco a Caracas, el lunes 18 de agosto de 2025, no logro olvidar las imágenes de las mujeres y los hombres con la cabeza y el rostro cubiertos con trapos, sombreros, gorras, paños, entre otras prendas, como nómadas del desierto, para protegerse del inclemente sol; apenas logras verles sus expresivos ojos y, en la profundidad de sus miradas, la ternura y disposición por servir al prójimo, y una vez que reciben lo que tú has decidido obsequiarles: un jugo, un envase con agua, una galleta o un billete, de la forma más espontánea y educada agradecen y expresan sus buenos deseos y bendiciones para la ida o el retorno a cada persona que se dignó a prestarle unos instantes de atención y reconocimiento por su labor, al recibir ellos y tú entregarles la contribución, de la cual te desprendes como viajero del camino.
Un llamado a las autoridades competentes a contribuir con la seguridad integral de los viajeros por el desarrollo normal del transporte y de las comunicaciones por las carreteras, a través de un adecuado y oportuno mantenimiento, por su impacto en lo económico-social, comercial, servicios, sanitario, turístico, ambiental y otros ámbitos. Mi saludo fraterno como venezolano a los “beduinos” del asfalto.
Héctor E. Aponte Díaz.
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